El Acontecer. Metafísica. Antonio Gallo Armosino S J
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4 Entonces se traslada al «acto» (ibid., p. 22.) y va hacia la experiencia, como quien camina hacia atrás, pero esta especie de inducción es arbitraria y lógicamente incorrecta: no se puede argüir de la conciencia a la experiencia, sino de la experiencia a la conciencia. Tampoco es factible identificar la conciencia con el ser ahí de la vida existente, a menos que se quiera identificar lo racional y lo real en sentido hegeliano. La conciencia es «conciencia de algo»; significa ese «algo» (un ser, una cualidad, una cosa) que afecta y determina la conciencia. La diferencia entre las dos posiciones –del escolástico ante el fenomenólogo– es una oposición que indica dos perspectivas: para el fenomenólogo, la vida es la esfera ilimitada y real que ofrece dimensiones a la conciencia; para el escolástico, la conciencia es la que pone el ser: el ser está en la conciencia. Para el fenomenólogo el ser precede la conciencia, actúa en ella, y esta se encuentra en el ser; ella misma también es ser por el poder intencional del ser. Es una doble intencionalidad (de la conciencia y del ser), pero la intencionalidad del ser es la que despierta la conciencia, y en la conciencia, la vida. La conciencia implica necesariamente la vida, por ser un subconjunto de la misma. Al contrario, para el escolástico, si la vida es un subconjunto de la conciencia, esta vida implica la conciencia, depende en su ser de la conciencia, pierde su ser en la conciencia, y se vuelve conciencia. Se cae en el idealismo: para un idealista, el «yo viviente» es únicamente vida de conciencia. El mundo entero se resuelve y se disuelve en la conciencia –igual es un ser de conciencia–. Sin embargo, si de manera contraria se dice que la conciencia es un subconjunto de la vida, no se reduce la vida a ciertas formas naturales de la misma, sino que se afirma solamente la dependencia sin establecer límite alguno a la conciencia o a las potencialidades de la vida o de la conciencia. Al tomar en cuenta el deseo de infinitud que anima la conciencia y sus actividades materiales, opuestas a las actividades materiales del mundo, alguien podría preguntarse si la conciencia posee un ser que rebase el horizonte de la vida, pero sería una ilusión, porque la conciencia es vida ella misma; por tanto, toda su actividad se desarrolla en la vida (entiéndase vida en todas sus dimensiones y no solo en las de la experiencia sensible). También Husserl (loc. cit.) utiliza le expresión: «la conciencia es conciencia de algo…», pero esto en fenomenología no es un punto de partida. El «algo» es dado, se muestra en la vida antes del conocimiento propiamente formulado, antes de la conciencia. La vida conserva su posición predominante sobre la conciencia. La conciencia «se despierta» para repetir la frase de Whitehead (loc. cit.) dominada por el «es» del ser que se da en esta experiencia. Decir «antes» no significa necesariamente establecer un orden temporal, sino únicamente una prioridad. Es un error afirmar que «la conciencia implica la experiencia»; es un error de lógica por dos razones:El «yo» puede tener «conciencia» de muchas realidades: pensamientos, imaginaciones, ideas, proyectos y reflexiones que no remiten a la experiencia; entonces, no puede deducirse la experiencia de la conciencia.Tampoco puedo decir que yo tengo conciencia de mí mismo, en primer lugar, si la conciencia se despierta al contacto de las cosas: aquí, esto, que veo y que siento... La reflexión sobre sí mismo es muy secundaria y derivada.El esquema inmediato es el siguiente: Figura 9 Lógicamente un conjunto no implica su subconjunto, sino al contrario, el subconjunto implica el conjunto en el que se incluye: en la fenomenología la conciencia implica la esfera de la vida. La conciencia (mi propia conciencia, en este caso) no es más que un subconjunto de la esfera de la vida, en la experiencia fenomenológica; porque la vida despierta la conciencia. La esfera de la vida produce o efectúa o despierta, la conciencia; y a su vez la conciencia por ser un subconjunto, implica la esfera de la vida, el conjunto en que está incluida. Mientras, en el esquema escolástico: la esfera de la vida es reducida a un subconjunto de la conciencia; entonces, la conciencia no puede implicar la vida, lo cual sería lógicamente inconsecuente. Tampoco puede decirse que la conciencia produce la vida. Para el escolástico, la conciencia es la que vive, y se identifica con la vida. Al decir «yo viviente», no significa necesariamente «yo existente en la vida real». Esta identificación denota el error que ya se ha subrayado: identificaría otra vez conciencia con existencia. El existir de la conciencia no «implica» el existir en la vida real entre las cosas, a menos que antes se haya fundamentado el existir de la misma conciencia. En tal caso, si la conciencia existe, también debe existir la vida, porque la vida es la que produce la conciencia. Ahora, ¿cómo demostrar que la conciencia «existe»?, ¿únicamente por la intuición misma de esta conciencia? Solo entonces podría decirse que la «conciencia es una experiencia de vida real» (loc. cit., p. 23). Incluso la cita de Gabriel Marcel –«es una creencia innata»– (loc. cit.) no sirve para afirmar la conciencia, porque la frase de Marcel está puesta en un ámbito existencial; Marcel apela a la «presencia total del ser», que ya es experiencia.
5 La otra dimensión de los actos afirma que un acto de la conciencia «es un acto de mí mismo» (loc. cit., p. 24), me pertenece: El acto, como una unidad visualizada por la conciencia, es una realidad experimental puesta en luz por la intuición. Como tal, es anterior a la conciencia, y la conciencia como conciencia de algo, depende del acto que se considere. Pero en este nivel primitivo no puede afirmarse de repente que se trata de un «acto de mí mismo» o que sea de mi propiedad. Es simplemente un «acto» que habrá de analizar, incluso si se trata de un acto de experiencia intelectual: Figura 10 Nadie me demuestra que es «mi acto».No es conceptual, sino un dato.Yo lo veo: entra en mi campo de conciencia.Es mi experiencia en cuanto despierta mi conciencia, le da vida y ser.Se me da originariamente. En cada acto, la experiencia se da progresivamente: hace frente, es evidente, es paralela, es potencial, es posible. Lo evidente se da como iluminación clara; lo complementario, como un avance en el descubrimiento (de un paso a otro); lo escondido, como posibilidad sugerida, por la apertura del ser en un acto que continúa o en una serie de actos. Puede considerarse existencia (proyección), pero no deja de ser experimental.De manera contraria, el escolástico confunde e identifica la conciencia con la experiencia. No se da cuenta de que la conciencia nace de la experiencia, es fenoménica. Y esto vale también para las experiencias meramente intelectuales, que siempre preceden la conciencia. Veo que: (2 = 2), (3 < 5 ), (7 > 2), (400 # 401); (derecha # izquierda) y (derecha e izquierda son «simétricas»), (la cabeza está «arriba» de los pies), etc. Las experiencias de actos intelectuales no son reales, lo cual no significa de que no sean experiencias: se experimentan como actos no reales, pero mentales; los conceptos no son cosas, pero son entidades mentales. En tales actos, yo me siento involucrado en el acto mismo. En ellos, el «yo» se descubre y surge; el «yo» se define a través de actos de vida, intuitivos y vivientes, o seres. El «yo» se perfila en tales actos, hay mucho camino que recorrer antes de declararlos «actos de mí mismo». Como si el «yo» estuviera ya hecho, constituido, existente, antes de sus actos, individualizado, y por tanto separado de tales actos, que se supondrían ser de su propiedad. Esta «separación»