Fabricar al hombre nuevo. Jean-Pierre Durand
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Esta obra es continuidad de La Cadena invisible. Flujo tenso y servidumbre voluntaria, donde Durand apuntala el análisis sobre la reestructuración productiva iniciada en la década de 1970 y donde fija una postura clara sobre la pertinencia de abordar la recomposición de los modelos productivos con el propósito de identificar aquellos principios y herramientas que se articulan, más o menos coherentemente, para asegurar la continuidad del juego en la empresa neoliberal. La idea de coherencia, lejos de significar un cambio terso o carente de conflicto, expresa la voluntad de articular las diferentes lógicas y dimensiones que se combinan en la empresa, que presionan a las y los trabajadores y que se ponen en juego en la producción. El carácter heurístico de los modelos productivos, en tanto ideales, es un marco analítico propicio para abordar la incesante racionalización de la producción y del trabajo desde una perspectiva integral y más holista, reconociendo incluso aquellas potencialidades y límites que se institucionalizaron en la sociología del trabajo latinoamericana.
Analizar las lógicas productivas que imperan en la reorganización de la empresa (privada o pública) al estilo de Durand, más que la sistematización de información, es escudriñar (con oficio) en la caja negra que es la empresa para comprender los usos de las innovaciones y herramientas (sociales y tecnológicas) que son empleadas en la producción, pero también los significados que se construyen en el terreno y los márgenes de maniobra de los trabajadores frente a las lógicas de dominación que se constituyen en y por el trabajo.
Abordar los juegos sociales que se crean en el espacio de trabajo expresa una disposición a escapar a las trampas de perspectivas mecanicistas ancladas en una racionalidad instrumental. Más allá de la empresa ideal y de los criterios de racionalidad que imperan en la organización del trabajo, es preciso comprender las dinámicas sociales en las que se crean y se reproducen compromisos productivos.
La obra de Durand ofrece una ruta teórica-metodológica que articula procesos globales, cambios organizacionales (lean production, lean management) y relaciones sociales. A lo largo del libro, el lector identificará aquellos elementos que se combinan con el propósito de asegurar la perennidad de la empresa y de hacer frente a la fragilidad de los compromisos productivos. En esta tesitura, el dominio de la racionalidad de corto plazo y la instrumentalización de las herramientas sociales y técnicas en la reorganización productiva trastocan la dimensión (político) conflictiva que es inherente a la relación laboral; el trabajo por resultados y el gusto por la cuantificación favorecen una postura ideológica que apela a la neutralidad política y que contribuye a fragilizar el colectivo de trabajadores.
El análisis sobre la reorganización de la producción y del trabajo adquiere un carácter heurístico si consideramos que el dominio de lógica de corto plazo se despliega en diversas geografías, produciendo arreglos y experiencias convergentes y diferenciadas de las que se producen en otras territorialidades. Si se tiene presente el carácter heurístico del modelo productivo, es posible hacer uso del valor explicativo de las categorías que desarrolla Durand en su trabajo y hacer el esfuerzo por articular, desde una perspectiva histórica, los procesos globales y los arreglos socio-productivos con las situaciones sociales que se crean en la empresa, pero también las conflictividades y los marcos de negociación.
En este terreno, la postura crítica de nuestro autor sobre la mercantilización de los servicios públicos permite comprender la naturaleza política de las exigencias que se crean con la promesa de elevar la calidad de los bienes y servicios, de bajar sus costos y de ofrecer productos (bienes-servicios) adaptados al cliente. El uso de las herramientas socio-técnicas responde entonces no sólo a la fragilidad de los compromisos productivos y a la constante racionalización de la producción y del trabajo, pues su uso se inscribe en una dimensión política y pedagógica, fragilizando las identidades colectivas e individuales.
El dominio de la lógica económica de corto plazo y la generalización de los cambios productivos, experimentados en la empresa privada, los cuales se han extendido también en el sector público, son una expresión del proceso de mundialización económica y de la expansión de la lógica de mercado en actividades que otrora se inscribían en una dimensión ética-cívica. En este tenor, la obra permite pensar no sólo en la mundialización económica como un proceso en el que se expande el capital financiero y en el que se disgrega –geográficamente– la gran empresa (trasnacional), sino como un proceso en el que la racionalización del trabajo contribuye a la normalización de los procesos productivos en diferentes territorios y, por lo tanto, en configuraciones socio-históricas diferenciadas. El impacto de este proceso tiene matices diferenciados por descubrir y analizar desde una perspectiva comparada, por lo que la extensión geográfica de la lógica del capital va más allá de la consigna de hacer atractivo el territorio para la inversión, pues es la instrumentalización de una lógica de corto plazo y el imperativo de producir a bajo costo, dos rasgos de la operación de la empresa trasnacional en diversos territorios de América Latina (bajo lógicas más excluyentes), en lugares incluso donde el metabolismo del capital se expresa en la expansión del trabajo asalariado y en la sujeción de actividades (informales desde la perspectiva del Estado) a los procesos de acumulación (Quijano, 2014; Rosas, tesis en curso).
En el análisis de la recomposición de la empresa y la racionalización del trabajo es necesario considerar las diferentes territorialidades; en el caso de América Latina, la dinámica centro-periferia y la división internacional del trabajo. Los dispositivos que son empleados por la matriz para coordinar, monitorear y controlar, desde el centro, el proceso productivo y la articulación en las «cadenas» de valor, pero también para poner en competencia la fuerza de trabajo en una escala planetaria.
Así, el imperativo de hacer atractivo el territorio para la inversión es una consigna que se extendió en toda América Latina con la construcción de arreglos político-productivos acordes con la dinámica del capital financiero; dichos arreglos –flexibilización de los mercados de trabajo– incorporaron los principios de la producción ajustada. En este sentido, es central discutir, como lo hace Durand, sobre las implicaciones de los ajustes productivos para el colectivo de los trabajadores. Además de las condiciones de desempleo y subempleo, la fragmentación de los mercados internos de trabajo y el uso de las herramientas y dispositivos técnicos e ideológicos que acompañan la reorganización de la producción, es pertinente poner atención en el análisis del autor sobre la fragilidad de la acción sindical (acción colectiva) vis à vis de los mecanismos, empleados por la empresa, para producir condiciones de servidumbre voluntaria y, en este aspecto, para crear sentidos en el trabajo y reproducir el juego del capital.
Los aportes de la obra consisten en profundizar sobre el modelo productivo que va acorde con el dominio de la lógica económica de corto plazo y con abordar la configuración de un nuevo sujeto, lo que constituye una aproximación relevante para comprender el vínculo subjetivo con el trabajo y salir de la trampa de centrarse en la dimensión jurídica, cuando se habla de formalidad e informalidad en el trabajo. Esta discusión es pertinente para América Latina debido a que la dinámica del capital extractivo se acompaña de un discurso, producido desde el Estado y el poder económico, que identifica la inversión de capital con la creación de empleo y, por lo tanto, con una lógica de control sobre el mercado de trabajo mediada por el dispositivo jurídico.
La producción del hombre nuevo constituye, por lo tanto, una prolongación del análisis emprendido por Durand al incorporar preguntas en torno a las consecuencias de la lógica productiva en la trayectoria y la identidad (individual y colectiva de los trabajadores). Al argumentar sobre la fragilidad de los compromisos productivos (flujo tenso) y la instrumentalización de las herramientas socio-técnicas, con el propósito de evitar la parálisis del aparato productivo, nuestro autor abre múltiples interrogantes sobre la capacidad de los trabajadores para sostenerse y, en ese sentido, sobre la experiencia vivida en el espacio de trabajo.
Esta discusión se inscribe en los procesos de reestructuración productiva que se experimentan en América Latina desde la década