Fabricar al hombre nuevo. Jean-Pierre Durand
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La obra que el lector tiene en sus manos permite interrogarnos sobre el proceso de mundialización económica y sobre la sujeción de los territorios a la dinámica del capital, las lógicas excluyentes que se crean con el dominio de una lógica de corto plazo y la producción de subjetividades, de resistencias y de potencialidades al no perder de vista la capacidad crítica de los sujetos. Insistimos en el carácter heurístico del modelo productivo para pensar las territorialidades latinoamericanas no como un proceso de adaptación de la lógica productiva (dominante) a los mercados y los recursos locales, sino como un ejercicio analítico que invite a identificar aquellos arreglos y dispositivos que se combinan en cada territorio para reproducir la dinámica del capital.
Esta obra, con certeza, ofrece un valioso marco analítico para continuar con el debate que se está desarrollando en América Latina sobre los límites de las aproximaciones «clásicas» para abordar la complejidad que se crea en la recomposición del capitalismo extractivo y la reorganización del aparato productivo en el sector privado y el público, particularmente, con la extensión de la lógica gerencial (new public management). Debates que son animados por la relectura de conceptos y representaciones que se construyeron alrededor del trabajo asalariado en la institucionalización de la sociología del trabajo en América Latina.
Además de la diversificación y heterogeneidad de actividades, los estudios del trabajo deben considerar tanto los procesos globales como las geografías y los procesos socio-históricos diferenciados, pero también las convergencias y fronteras analíticas que se construyen en el análisis de la producción de bienes y de servicios. Aquí encontramos dos elementos por resaltar. Primero, que los estudios del trabajo en América Latina están dando un vuelco importante con la transformación del capitalismo industrial en el contexto de la mundialización económica, con la hegemonía de una racionalidad instrumental y con la instrumentalización de políticas que apuntalan la sujeción de los territorios a una dinámica extractiva que mercantiliza la vida y, con ello, la naturaleza. Si bien en diferentes lugares se extiende una racionalidad instrumental y el modelo extractivo, caracterizado por una intensa explotación de la fuerza de trabajo y de los «recursos» naturales, estos procesos encuentran soporte en el desmantelamiento de derechos colectivos y en una hiperindividualización.
En efecto, la intención de controlar la dimensión colectiva (socializadora) del trabajo y, por lo tanto, política converge con la individualización de las relaciones laborales y con la excesiva psicologización que impera dentro y fuera de la esfera productiva. La necesidad de poner a discusión las implicaciones políticas que están detrás de la evaluación de los riesgos psicosociales va más allá de reconocer el interés de la empresa por racionalizar la subjetividad y del interés económico por mitigar los síntomas que produce en la persona la lógica productiva que domina hoy en día, pues se trata de ejercer la crítica a la construcción de la categoría –de moda en diversos gabinetes de consultoría y aun en el medio académico– y de comprender las condiciones en las que se trabaja en la actualidad.
La posición de Durand es clara y contundente: la idea de riesgo psicosocial refiere a una probabilidad y se inscribe en una política de individualización y fragmentación de los colectivos; aceptar que el malestar es un producto de las condiciones en las que se organiza la producción y el trabajo, e insistir en la importancia de tener presentes las causas y no sólo los síntomas, implica comprender las tensiones y disonancias que se producen en el espacio productivo. Esta postura es coherente con una postura crítica y con el compromiso de contribuir a los debates que se llevan a cabo en la esfera pública y en la construcción de conocimiento.
El segundo aspecto por resaltar en la obra de Durand es su perspectiva holista en el abordaje de las actividades de servicio, pues los equívocos de adjetivar el trabajo emotivo, cognitivo, creativo, etcétera, forman parte de una visión parcial sobre las actividades de servicio; en principio, porque sólo consideran una parte del proceso de producción del servicio, en este caso, el trabajo relacional: la interacción o la relación de servicio. Siendo la parte más visible de la actividad, donde se desarrolla la intervención técnica o la coproducción del servicio, existe una tendencia a obviar las condiciones en las que se desarrolla la actividad.
El análisis de Durand sobre la importancia de poner atención en la actividad de servicio implica no quedar atrapados en el análisis de la relación de servicio para ir más allá de las interpretaciones que se apoyan en perspectivas centradas en el intercambio económico o en el interaccionismo simbólico. Esta advertencia nos ha permitido abordar los procesos de conversión productiva que se observan en las actividades de servicio público, pues la modernización del Estado se inscribe en un proceso de mercantilización de los servicios públicos, observando cambios profundos en la lógica productiva en las instituciones donde el trabajar para y con el otro se pone en tensión con el adelgazamiento de la fuerza de trabajo y la lógica gerencial.
Las disputas por el sentido del trabajo en el sector público atraviesan entonces no sólo por comprender los cambios generacionales y las transformaciones ideológicas que vehiculan una cultura comercial, sino también por analizar las conflictividades que se crean en la redefinición de los contenidos de actividad y, por lo tanto, en comprender que la modernización es en sí un campo de disputa. En este tenor, la aproximación de Durand va más allá de una comprensión del uso de herramientas gerenciales en el sector público al abordar las brechas que se crean entre la cultura gerencial y las condiciones en las que se producen los servicios, brechas que impactan en las identidades profesionales, pero también en la dimensión ética y cívica que otrora estaban integradas, con mayor fuerza, en la orientación de las actividades organizadas por el Estado.
La discusión sobre el hombre fallido cobra sentido ante la incapacidad de cumplir los «roles» que le son asignados y el ser convocado a gestionar –por cuenta propia– las disyunciones que se producen alrededor del trabajo, pero también con la creciente incertidumbre que se crea con la pérdida de horizontes y con la fragilidad de los lazos sociales. En este tenor, aquellos trabajos por cuenta propia, desde servicios profesionales hasta trabajos calificados como informales en América Latina y atípicos en los lugares donde el trabajo asalariado es aún central, son una manifestación de la dinámica del capitalismo contemporáneo. Así pues, pensar –desde América Latina– en los aportes de la obra de Durand exige considerar los procesos e historias diferenciadas, pues si bien la empresa transnacional y la política de hacer atractivos los territorios para el capital es una expansión de las lógicas productivas descritas por nuestro autor, debemos tener presentes aquellas demandas sociales que van más allá de la desindustrialización y la pérdida de protecciones sociales, pues existen espacios en que los juegos del capital se entrecruzan con otras dimensiones como son la raza y la relación entre los géneros.
Fabricar al hombre nuevo pone a discusión la modelización de hombres y mujeres que se adaptan a las necesidades cambiantes del trabajo y nos abre interrogantes sobre la integración de las normas que emanan del sistema productivo y de la esfera del consumo. El autor analiza con detalle la conversión desde el lugar del trabajo, donde nuevas cualidades y competencias son requeridas en los(as) trabajadores(as), pero también desde el ámbito del consumo, espacio en el que se observa una extensión de la lógica de capital.
La lectura crítica de la obra de Durand constituye un punto de apoyo para el desarrollo de futuras investigaciones inscritas en la voluntad de abordar las contradicciones contemporáneas y de debatir y comprender, desde la esfera académica y sindical, las lógicas de dominación que se construyen en y por el trabajo, ya que, sin este ejercicio, la tarea de reconstruir nuestros horizontes sería un