La consulta previa: daño inmaterial y reparación. Diana Carolina Rivera Drago
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En cuanto al trabajo de campo, éste resultó un poco más complejo pero fascinante. La investigación práctica es maravillosa porque se trata de descubrir un mundo hasta ahora oculto, que depara muchas sorpresas y cambios inesperados en la metodología. En muchas ocasiones se tiene concebido un plan o ruta y éste termina modificándose durante su transcurso. Las hipótesis y suposiciones con las que se inicia terminan siendo descartadas o simplemente se convierten en información complementaria ya que el trabajo que se lleva a cabo en un contexto real permite el descubrimiento de escenarios, situaciones y características que no habían sido concebidas en la teoría. Por eso solo la conjunción entre estos dos elementos permitió un análisis completo del tema objeto de estudio, siempre de la mano de los iku y sus enriquecedoras experiencias.
Durante las diferentes visitas y estadías en la Sierra Nevada de Santa Marta se utilizó la observación participante dentro de la etnografía3 como metodología de trabajo, y solo cuando se logró obtener la confianza de la comunidad se realizaron entrevistas y se consiguieron documentos fundamentales para la investigación. Al principio, durante las primeras estancias parecía imposible obtener cualquier tipo de información relevante ya que era posible solo observar y sentirse observado, casi que hasta el punto de creer que los demás pueden leer lo que uno está pensando mientras uno no logra comprender absolutamente nada.
Por fortuna, con el paso del tiempo se crean vínculos y la comunicación empieza a fluir de mejor manera, sin que nunca se extinga la sensación de sentirse observado y verse reflejado en una sonrisa casi imperceptible que parece significar desconcierto en cuanto a que alguien externo pretenda comprender su mundo y crea que puede hacer algo para mejorarlo, mientras el externo por su parte siente que quienes lo observan probablemente pueden adivinarlo todo, lo que está pensando y lo que le depara el futuro. Gracias a esta conjunción de factores, que al principio asustan y hacen pensar que el trabajo será imposible, se van tejiendo lazos, mochilas y la metodología adecuada marcada por los tiempos y espacios de esta maravillosa cultura donde la quietud y la paz acompañadas del trabajo en comunidad y la solidaridad son los caminos que van trazando el porvenir de sus miembros.
Por último, quisiera agradecer profundamente a los profesores Michele Graziadei y Juan Carlos Henao por la inspiración, la motivación, la paciencia y el apoyo; a la comunidad arhuaca y especialmente a Gelver, Anita, Noel, Julio Alberto, Jairo, Jeremías, Hermes y José María por la confianza y por compartir un pedazo de su historia conmigo; a la profesora María Cecilia M’Causland por su invaluable aporte y por compartir conmigo sus conocimientos; a mi hermano por su incondicional apoyo; a mis grandes amores Alberto y Luciana y a todos los demás que estuvieron acompañándome en este proceso.
La Sierra Nevada es casa sagrada, aquí comenzó la familia humana, ella es el Padre y la Madre1.
Resulta complejo llegar a comprender el verdadero significado y valor que tiene el territorio para la comunidad indígena arhuaca; se requiere como mínimo un profundo acercamiento a su cultura, a su religiosidad y a sus máximas autoridades, pero además se requiere compartir con ellos su día a día y sus costumbres y tradiciones tales como el tejido de la mochila y el uso del poporo2. Sólo así será posible entender la importancia y necesidad imperiosa de proteger su derecho al territorio ancestral como único mecanismo para preservar su propia existencia en el futuro.
Por esta razón, para adelantar este trabajo, además de la investigación teórica fue fundamental la realización de un estudio de campo bajo la guía y orientación de sus líderes, con el fin de exponer sus características y rasgos distintivos, comprender su cosmovisión, la imagen que tienen de los bunachi3, y analizar cómo debe actuar el derecho cuando se trata de asuntos que les conciernen. Con base en ello, en este capítulo se hará un breve recuento de su historia, sus características y cultura, así como de su situación actual en Colombia y los principales conflictos y problemáticas a los que se enfrentan. Existe detrás de cada comunidad una historia milenaria que representa su razón de ser, su identidad, su realidad y su sentido de pertenencia, una historia que se ha desconocido y que se seguirá desconociendo si se sigue imponiendo la visión bunachi del mundo.
No resulta nada difícil desde la ciudad proferir opiniones sobre desarrollo e inversión en los campos que traerían enormes beneficios económicos al país, ni criticar el hecho de que aquellos no puedan llevarse a cabo o concretarse rápidamente dados los “obstáculos” que se presentan por la presencia de comunidades indígenas que, precisamente, habitan en aquellos lugares que representan el “progreso”. Sin embargo, basta una mínima aproximación real a sus tierras y a su cultura para abrir los ojos y empezar a comprender que aquello que para la mayoría representa el progreso y la civilización no necesariamente lo es para las culturas indígenas; que no siempre el interés general debe prevalecer sobre el interés particular, que un modo de vida no pesa más que otro y no puede imponerse, que no todos conciben el mundo de la misma manera y que aquello que para la mayoría significa el transcurrir normal de la vida para otros es casi inimaginable.
La Sierra Nevada de Santa Marta se conoce por la belleza de sus paisajes, el azul de sus cielos y la pureza de sus aguas; desde sus valles, picos, ríos y colinas el mundo se observa de otro modo: los colores muestran todas sus tonalidades en cada una de las expresiones de la naturaleza mientras el tiempo adquiere una trascendencia distinta, porque aquí no apremia; desde el amanecer hasta la puesta del sol ningún ruido se escapa pues todos indican algo importante y la vida transcurre a través de un contacto inescindible entre el hombre y su entorno, donde más allá de la distancia física, que no es mucha, los no indígenas se encuentran increíblemente lejos4.
En este contexto, Nabusímake y los demás parajes de la Sierra florecen entre el verde de los pastos, las montañas, los variados cultivos que sirven de sustento a sus habitantes, los riachuelos cristalinos y, allí, su gente vestida de blanco cuidando el corazón de la Tierra5.
Hombres y mujeres que conservan no solo la pureza de sus rasgos físicos sino además sus tradiciones y su forma de entender y vivir la vida y que a pesar de ello se han integrado al mundo bunachi pero no para acogerse a él sino para comprenderlo y, desde la comprensión, identificar la mejor manera de preservar su cultura6. Por ello, para poder comprender sus dinámicas en necesario conocer tanto su contexto histórico como su simbología, filosofía y espiritualidad.
Los arhuacos se han visto obligados a abrir más de lo que hubieran querido sus fronteras económicas y sociales, lo cual los ha llevado a tener que soportar grandes cambios dentro de su sistema cultural, sus costumbres, sus productos y su sistema económico, político y social tras el ingreso cada vez más frecuente de los bunachis; sin embargo, son una comunidad que mantiene sus tradiciones, en gran medida gracias al respeto que aún conserva la figura del mamo como autoridad suprema encargada de velar por el territorio ancestral y todo lo que dentro de él se encuentra7. Los mamos son los grandes protectores de la Tierra y, con ella, de sus habitantes humanos y no humanos y de los lugares sagrados que permiten la comunicación constante con los dioses. La violación de estos lugares y el apoderamiento por parte del Estado o de los particulares del territorio que originariamente ha sido de propiedad indígena implicarían la lenta desaparición de la cultura. Por esto, dichas violaciones deben evitarse y aquellas que ya fueron cometidas deben repararse de tal manera que dicha reparación consista en un verdadero resarcimiento de los daños ya causados, con el fin de evitar consecuencias futuras irreparables8.