La consulta previa: daño inmaterial y reparación. Diana Carolina Rivera Drago

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LA REPÚBLICA Y LA HISTORIA RECIENTE

      Apenas entrado el siglo XIX, en el año de 1810 inició el proceso de independencia en Colombia, momento para el cual, lastimosamente, solo quedaban los pocos indígenas que lograron mantenerse en los resguardos y que han tratado de conservar su cultura y tradiciones hasta hoy. En 1498, a la llegada de los españoles los tayronas tenían una población de alrededor un millón de personas; sin embargo, con la conquista ésta se redujo sustancialmente, al punto en que actualmente se estima que sus descendientes ‘puros’ son máximo unos cincuenta mil39.

      Durante el siglo XIX, los arhuacos, así como los demás indígenas del país, permanecieron en el anonimato absoluto y fueron considerados animales, salvajes, seres sin alma e inimputables absolutos40. Lo anterior, pese a que ya desde el 2 de junio de 1537 el papa Paulo III, con motivo de la evangelización del Nuevo Mundo había emitido la bula Sublimis Deus en la que se prohibía la esclavización de los indios, se defendía la racionalidad de ellos en cuanto hombres, se declaraba que tenían derecho a su libertad y a disponer de sus posesiones y que además tenían el derecho a abrazar la fe, que debía serles predicada con métodos pacíficos, evitando todo tipo de crueldad41.

      Sin embargo, la situación de los indígenas siguió siendo la misma; de hecho, en ninguna de las constituciones políticas que rigieron a partir de la independencia, incluida la de 1886, se hace referencia alguna a ellos como sujetos de derecho. Durante la República los indígenas se mantuvieron completamente marginados, lo cual en cierta medida fue positivo para ellos, en cuanto a que pudieron recuperar gran parte de su espacio en las partes altas de la Sierra y empoderar su cultura; pero, por otra parte, en general, eran tratados con desprecio, y la actitud frente a ellos era la de oprimirlos para convertirlos con el fin obtener un Estado uniforme y poder acceder a sus territorios como podía hacerse con el resto del país42.

      A partir del año 1850 se dio inicio de nuevo a la invasión de la Sierra Nevada de Santa Marta, primero por exploradores antropólogos y luego por personas movidas por intereses religiosos y económicos (al punto que se crearon colonias agrícolas extranjeras aprobadas por el Gobierno). Poco a poco fue iniciando el proceso de “aculturación” con misiones religiosas que edificaban capillas y establecían escuelas, mediante colonos campesinos y con personas que se refugiaban en las montañas para escapar de las condenas que les habían sido impuestas por la comisión de delitos en las ciudades43; por otra parte, se produjo la expedición de la Ley 89 de 1890 cuyo título era precisamente: “La manera como deben ser gobernados los salvajes que vayan reduciéndose a la vida civilizada”, ya que éste era su objetivo; aunque, como se verá más adelante, terminó siendo la única herramienta con la que contaron por muchos años los indígenas para proteger sus territorios y la figura de los resguardos coloniales. En seguida se pondrán de presente algunos ejemplos que demuestran estos procesos de aculturación y abusos.

      Durante los años de 1912 y 1913 los iku solicitaron al Gobierno Nacional que les enviara un maestro que pudiera capacitarlos en temas de comercio ya que frecuentemente los comerciantes de la ciudad los estafaban y robaban durante las operaciones comerciales; así mismo, en el año de 1916 solicitaron también que se enviaran profesores de lectura, escritura y matemáticas. En su lugar, el presidente José Vicente Concha les envió un grupo de misioneros capuchinos provenientes del centro del país con quienes había firmado un contrato llamado “Convenio de Misiones”. En cumplimiento de dicho contrato, los capuchinos construyeron una escuela de grandes dimensiones44 y cuatro años después su función principal se convirtió en atropellar la cultura indígena45.

      Intentaron por todos los medios prohibir la difusión de esta cultura sobre todo utilizando a los niños, establecieron por ejemplo un régimen de terror en un internado que llamaban “orfanato” u “orfelinato” adonde llevaban a los niños más pequeños que reclutaban para convertirlos, cortándoles el pelo, quitándoles sus vestidos tradicionales, prohibiéndoles hablar su lengua y enseñándoles el español y la religión católica; se aprovechaban de los más pequeños porque los grandes escapaban fácilmente ya que eran obligados a realizar trabajos forzosos y a soportar torturas. Muchas familias escaparon de sus hogares internándose nuevamente en las montañas tal y como lo hicieron sus antepasados en épocas de la Conquista, esta vez para proteger a los niños y escapar del régimen de esta comunidad religiosa que había sido enviada por el propio gobierno, y para protegerse a sí mismos ya que se volvió frecuente el asesinato de los mamos. Muchos de los éxodos de la población por causa de la misión capuchina permitieron que ésta se apropiara de sus territorios46.

      Ya para 1925 los padres que se negaban a entregar a sus hijos a los sacerdotes eran castigados cruelmente y a todos los indígenas por igual se les amenazaba con cortarles las manos y quemar sus trabajos espirituales si llegaban a encontrarlos realizando sus pagamentos y sus ofrendas ancestrales47; los más perseguidos eran los mamos, a quienes encarcelaban, torturaban y asesinaban dentro de sus propios templos, que después eran quemados para acabar con la cultura de la comunidad.

      Muchos fueron los intentos que hicieron los iku para que los capuchinos fueran retirados de sus territorios, pero todos fueron en vano, hasta 1935 cuando, a escondidas, lograron reunirse, levantar un acta y enviarla a Bogotá para que allí se supiera lo que estaba sucediendo. Esto trajo un poco de tranquilidad, pudieron volver a realizar sus ritos y pagamentos pero los capuchinos siguieron allí y solo hasta 1983 la comunidad y sus autoridades se tomaron de manera pacífica la casa de dichos sacerdotes y éstos tuvieron que abandonar finalmente la zona después de haber dejado ya estragos irreparables48.

      En 1943 los políticos de Valledupar, los misioneros y el Ministerio de Agricultura expropiaron a los indígenas, sin indemnización alguna, de la mejor tierra de Nabusímake para construir una granja agrícola del Estado en la parte baja de la Sierra, obligando nuevamente a los integrantes de la comunidad a retirarse hacia las partes altas49.

      Aunado a lo anterior, el fenómeno de “aculturación” era constante mediante la imposición de planes estatales de salud, educación y asistencia social, siempre de manera inconsulta, además de la realización de proyectos de infraestructura en el territorio indígena, la intervención en el gobierno indígena sin previo consentimiento y los constantes sobornos por parte de los políticos hacia las autoridades tradicionales con el fin de convencerlos para lograr que el pueblo apoyara sus intereses50.

      De este periodo surgió la Liga de Indígenas de la Sierra Nevada, formada en 1944 con el fin de contar con un mecanismo organizado para empezar a defender sus intereses de manera más contundente, para lo cual contaron con la ayuda de los sindicatos campesinos de la Zona Bananera y de algunos caudillos campesinos y obreros. La primera sede de la Liga fue A’tikímuke, ubicado en cercanías de Nabusímake; sin embargo, poco tiempo después tuvo que transferirse a Jono’swi, lugar más remoto, dada la extrema persecución de los misioneros capuchinos apoyados por la fuerza pública, y, finalmente, se estableció en Simunurwa51, pero poco tiempo después dejó de funcionar porque las presiones fueron demasiado fuertes y los objetivos demasiado difíciles de cumplir52.

      En 1962 el gobierno impuso la construcción de una torre de televisión en el cerro Alguacil, sitio sagrado para ellos y al que denominan cerro Inarwa, que significa “padre de los alimentos”. Allí se estableció además una base del Ejército para imponerles a los indígenas la obra y evitar perturbaciones53. También se construyó una carretera en territorio indígena que abrió el camino a la colonización masiva de los bunachi y que hasta hoy sigue siendo un perjuicio para el territorio indígena y sus habitantes, quienes tradicionalmente se ubicaban desde el nivel del mar hacia arriba y a raíz de estas invasiones han tenido que ir subiendo hacia partes más altas de la montaña, lo cual ha sido perjudicial para ellos desde todo punto de vista. Contra todo esto se reorganizó la Liga de Indígenas la Sierra Nevada que había dejado de funcionar ante la impotencia frente a las invasiones bunachi, y en

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