E-Pack Se anuncia un romance abril 2021. Varias Autoras
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Durante las semanas siguientes leyó los perfiles de los donantes, pero no esperó encontrarse con uno al que conociera… y al que hubiera amado. Sabía que tanto su futuro hijo como ella tendrían que enfrentarse a muchas preguntas sin respuesta. Ella se había criado sin conocer a su padre, debido a que su madre pudo, o no quiso, identificar al hombre que la había dejado embarazada.
–Renee, ¿estás bien?
–S-sí –tragó saliva y observó el arrugado rostro del hombre sentado frente a ella–. ¿Has dicho que tengo derecho a la mitad de las propiedades de Flynn?
–Así es.
El pulso se le aceleró por la excitación. La idea de tener un hijo de Flynn sin el consentimiento de éste era absurda, por no decir reprochable, pero estaba desesperada por ser madre y nunca se le ocurriría pedirle ayuda a Flynn. Lo más probable era que se hubiese olvidado de aquella donación que hizo en la universidad.
–Cuando Flynn estaba en la universidad –le contó al abogado–, hizo una donación a un banco de esperma. Si el banco aún conservara su… semilla, ¿sería posible que yo pudiera acceder a ella?
Su abogado tuvo el detalle profesional de no mostrarse sorprendido ni escandalizado.
–No veo ningún motivo por el que no podamos intentarlo.
–Entonces eso es lo que quiero. Quiero tener un hijo de Flynn. Y en cuanto me haya quedado embarazada, pediré el divorcio de una vez por todas.
Capítulo Uno
1 de febrero
Con el móvil aún pegado a la oreja, Flynn rodeó la mesa y cerró la puerta de su despacho para apoyarse contra ella. Nadie en la sexta planta de Maddox Communications tenía por qué enterarse de lo que la mujer al otro lado de la línea acababa de decirle, ni de la respuesta que él pudiera dar.
–Lo siento… ¿Le importaría repetírmelo?
–Soy Luisa, de la clínica de fertilización New Horizons. Su mujer ha solicitado ser inseminada con su esperma –la alegre voz femenina se lo explicó con una claridad irritante, como si estuviera hablando con un idiota. Y en aquel momento Flynn se sentía como tal.
¿Su mujer? Él no tenía mujer. Hacía mucho que la había perdido.
–¿Se refiere a Renee?
–Sí, señor Maddox. Ha solicitado su muestra.
Flynn intentó ordenar sus caóticos pensamientos para tratar de encontrarle sentido a aquella conversación de locos. Primero, ¿por qué Renee intentaba hacerse pasar por su esposa cuando llevaban siete años separados? Fue ella la que solicitó los papeles del divorcio en cuanto transcurrió el periodo de espera de un año. Y segundo, cuando él estaba en la universidad hizo una donación de semen a unos laboratorios por culpa de una estúpida apuesta. No hacía falta ser muy listo para relacionar las dos cosas.
–Mi muestra es de hace catorce años. Creía que ya la habrían desechado.
–No, señor. Aún es viable. El semen puede durar más de cincuenta años si se conserva en las condiciones apropiadas. Pero usted dejó estipulado que su esperma no podía ser utilizado sin su consentimiento por escrito. Necesito que firme un formulario para entregárselo a su mujer.
«Ella no es mi mujer», pensó, pero se lo guardó para sí.
Su empresa de publicidad tenía clientes extremadamente conservadores, quienes no dudarían en irse a la competencia si aquella historia salía a la luz. Maddox Communications no podía permitirse que sus negocios se resintieran en tiempos de crisis económica.
Paseó la mirada por el despacho, el último proyecto de decoración que había compartido con su ex mujer. Cuando Flynn se despidió de su anterior trabajo y se unió a la empresa de su familia, él y Renee eligieron la mesa de cristal, los sofás de color crema y la abundancia de macetas. Habían formado un buen equipo…
«Habían». En pasado.
Su intención era llegar al fondo de aquel asunto, pero de algo estaba seguro, nadie iba a aprovechar su esperma de hacía catorce años.
–Destruya la muestra.
–Para eso también hará falta su consentimiento por escrito –respondió la mujer.
–Mándeme el formulario por fax. Lo firmaré y se lo enviaré de vuelta.
–Muy bien, señor Maddox. Si me da su número, se lo haré llegar enseguida.
Flynn le dio los números de memoria mientras intentaba recordar todo lo que había pasado en torno a la ruptura. En seis meses había perdido a su padre, su carrera de arquitecto y a su mujer. Un año después de que Renee se marchara, Flynn recibió los papeles del divorcio, lo que reabrió la herida que nunca llegó a sanar del todo. Una furia ciega volvió a dominarlo, no sólo contra Renee por haberse rendido tan fácilmente, sino también contra él mismo por permitir que su matrimonio se echara a perder. No había nada que odiara más que el fracaso, sobre todo cuando era el suyo.
El fax emitió un pitido que alertaba de un documento entrante. Leyó el membrete y volvió a dirigirse a la mujer que estaba al teléfono.
–Ya ha llegado. Se lo enviaré en menos de un minuto.
Colgó y sacó las hojas de la máquina. Las leyó rápidamente, las firmó y las envió de vuelta.
Lo último que recordaba de los papeles del divorcio era que su hermano le había prometido enviarlos, después de que hubieran permanecido más de un mes en la mesa de Flynn porque éste no había tenido el valor de romper aquel último vínculo con Renee. ¿Qué había sido de esos documentos una vez que Brock se hizo cargo de ellos?
Un escalofrío le recorrió la espalda. No recordaba haber recibido una copia de la sentencia de divorcio… Y sus amigos divorciados le habían dicho que siempre se recibía una notificación oficial por correo.
Pero él estaba divorciado de Renee. Los papeles estaban en regla. El divorcio se había hecho efectivo… Entonces, ¿por qué ella le mentía a la clínica?
Se le formó un nudo en la garganta. Renee era la persona más sincera que conocía.
Agarró el teléfono para llamar a su abogado, pero se lo pensó mejor y dejó el auricular. Andrew tendría que rastrear la información hasta darle alguna respuesta, y a Flynn nunca se le había dado bien esperar de brazos cruzados.
Era mucho más rápido recurrir a Brock.
Abrió la puerta del despacho con tanta brusquedad que asustó a su secretaria.
–Cammie, voy al despacho de Brock.
–¿Quiere que lo llame a ver si está libre?
–No, no hace falta. Va a tener que atenderme