E-Pack Se anuncia un romance abril 2021. Varias Autoras
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–Hola, Flynn.
–Renee… ¿O debería decir «esposa»? –su voz grave y profunda hizo estragos en sus nervios–. ¿Desde cuándo lo sabías?
Por un momento pensó en hacerse la tonta, pero no tenía sentido.
–Desde hace unas semanas, tan sólo.
–Y, sin embargo, no me llamaste para decírmelo.
–Igual que tú tampoco me llamaste para decirme que no habías firmado los papeles del divorcio.
Él frunció el ceño ante el tono de insolencia.
–No fue eso exactamente lo que ocurrió.
–Cuéntame –lo apremió ella, pero entonces recordó que llevaba pescado y marisco en la furgoneta–. Si no te importa, sigamos con esta conversación dentro. Tengo que llevar la compra a la cocina.
Abrió la puerta trasera del vehículo y él se adelantó para sacar la nevera portátil. Al hacerlo la rozó con el hombro y la cadera, lo que le provocó a Renee un hormigueo instantáneo por todo el cuerpo. Igual que antes… Maldijo la reacción de su cuerpo y se dijo a sí misma que no significaba nada. Había superado la ruptura y todas las emociones que sentía por Flynn. Él se había encargado de ello al hacerle trizas el corazón. Lo único que albergaba hacia él era un profundo resentimiento.
–¡Sujeta la puerta!
La orden de Flynn la sacó de sus divagaciones. Cerró la furgoneta y recorrió el camino intentando ver el exterior de su casa a través de los ojos de Flynn. Él no había puesto un pie allí desde los primeros días de su breve matrimonio, cuando aquélla era la casa de la abuela de Renee. Desde entonces había hecho muchos cambios, y el retiro original se había convertido en un acogedor centro de trabajo.
Había plantado flores bajo los naranjos y limoneros, había construido una fuente y había colgado cestos de helechos y un columpio en el porche. El año anterior limpió a fondo los cimientos de piedra y pintó de verde esmeralda el saliente de la fachada. Pero la mayor parte de las reformas se habían realizado en el interior.
Abrió la puerta principal y condujo a Flynn a través del vestíbulo y del salón hasta la cocina, su obra maestra.
–Has ampliado la cocina –observó él.
–Necesitaba una cocina grande para mi negocio de catering, así que añadí el porche trasero y transformé su viejo dormitorio en despacho.
«Deja de darle explicaciones», se ordenó a sí misma.
Se calló y observó con orgullo los electrodomésticos profesionales, las grandes encimeras de granito y los relucientes armarios blancos. El sueño de todo cocinero… Su sueño. Algo que se le había negado siendo la mujer de Flynn.
–Muy bonito. ¿Qué te animó a abrir tu propio negocio?
–Era algo que siempre había querido. Mi abuela me animó a dar el salto antes de morir, hace cuatro años.
La expresión de Flynn hacía suponer que no se había enterado de la muerte de su abuela. Renee debería habérselo comunicado, pero bastante dolorosa le resultó la pérdida como para tener que enfrentarse a Flynn en el funeral.
–Lo siento mucho –dijo él–. Emma era una mujer extraordinaria.
–Sí que lo era. No sé qué habría hecho sin ella, y la echo terriblemente de menos. Pero sé que le habría encantado esto… Otra generación de mujeres Lander dedicándose a alimentar a las masas.
–Estoy seguro.
Se quedaron en silencio y Renee miró la butaca favorita de su abuela. Había días en los que sentía que su abuela velaba por ella, lo cual no era extraño. Emma había sido para ella una madre más que una abuela. Fue en quien se apoyó tras abandonar a Flynn, cuando llegó a aquella casa con el corazón destrozado, Emma la recibió con los brazos abiertos y le ofreció su casa todo el tiempo que fuera necesario.
–¿Dónde quieres que deje la nevera? –le preguntó Flynn.
–En el suelo, delante del frigorífico –metió rápidamente los diez kilos de gambas y los seis filetes de salmón en el enorme frigorífico Sub–Zero y se lavó las manos antes de volverse hacia él–. Bueno… ¿vas a decirme qué problema había en pegar en un sello en un sobre con los papeles del divorcio?
–Brock creyó que nos hacía un favor al darnos tiempo para que lo meditásemos con calma, y guardó los papeles en un cajón.
–¿Durante seis años?
–Y en ese cajón habrían seguido si no hubieras intentado hacerte con mi esperma –entornó la mirada y se apoyó con los brazos cruzados en la encimera–. Así que aún quieres tener un hijo mío…
El tono de su voz la hizo ponerse en guardia.
–Quiero tener un hijo –recalcó–. Y tú eras el único donante de semen al que conocía.
–¿Pensabas tenerlo sin decirme nada?
Ella puso una mueca.
–Puede que no fuera la decisión más acertada, pero después de examinar a los otros posibles donantes albergaba demasiadas dudas. Claro que ahora que te has negado tendré que recurrir a cualquier candidato anónimo.
Él la miró fijamente y sin pestañear.
–Eso no será necesario.
–¿Qué quieres decir?
–Renee… siempre he querido que tuvieras un hijo mío.
–Eso no es verdad. Te lo pedí hace siete años. Mejor dicho, te lo supliqué. Y tú te negaste.
–No era el momento. Intentaba adaptarme a mi nuevo trabajo.
–Un trabajo que odiabas y que te convirtió en un desgraciado.
–Mi hermano y la empresa me necesitaban.
–Y yo también, Flynn. Necesitaba al hombre del que me enamoré y con el que me casé. Estaba dispuesta a ayudarte a superar la pérdida de tu padre, pero no podía quedarme al margen y ver cómo ese trabajo acababa contigo. Renunciaste a tu sueño de convertirte en arquitecto y te convertiste en un extraño taciturno y reservado. No hablábamos ni hacíamos el amor, y apenas ponías un pie en casa.
–Estaba trabajando, no engañándote.
–Ver como nuestro amor moría fue más de lo que podía soportar.
–¿Cuándo murió?
–Dímelo tú –cuando Renee recurrió al alcohol para ahogar su desgracia supo que, por mucho que amara a su marido, acabaría igual que su alcohólica madre si no salía de aquella relación. Si permanecían juntos, Flynn acabaría odiándola igual que los amantes de su madre la habían ido despreciando a lo largo de los años.