E-Pack Se anuncia un romance abril 2021. Varias Autoras
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–Me alegra saberlo.
Las náuseas la habían debilitado mucho durante dos meses, y confiarles el grueso del trabajo a sus colegas de la oficina había causado estragos en sus nervios. Pero, lamentablemente, no le había quedado otra opción.
–La semana pasada volví a trabajar a la oficina, a media jornada.
–¿De verdad estás preparada para volver al trabajo? –sus ojos se iluminaron con un brillo protector. Agarró una silla de hierro y se la acercó.
Lauren lo miró con recelo antes de sentarse.
–¿Qué sabes de este embarazo?
–¿Eso importa? –Jason se quitó la gabardina y se la echó sobre los hombros.
La tela estaba impregnada con el olor familiar de su loción de afeitado mezclado con el calor de su cuerpo. Era una tentación demasiado poderosa y Lauren se vio obligada a devolverle el abrigo. No podía afrontar más obstáculos en su vida.
–Supongo que no… Lo que importa es que lo sabes.
Él se acercó y le clavó una mirada tan intensa que le provocó un estremecimiento por todo el cuerpo, semejante al que la había llevado a quitarse las bragas cuatro meses antes.
Se obligó a apartar la mirada, recordando las sensaciones que la habían arrojado a sus brazos la primera vez.
–Gracias por creerme.
–Gracias a ti por contármelo… salvo que no lo has hecho –la voz de Jason empezaba a teñirse de enojo.
–Te lo habría acabado diciendo –le aseguró ella. Antes de que su hijo se graduara en la universidad, al menos–. Aún me faltan cinco meses para dar a luz.
–Quiero formar parte de la vida de mi hijo. Empezando desde este momento.
–¿Piensas mudarte de nuevo a Nueva York?
–No –se subió el cuello de la gabardina hasta las orejas. El bronceado de su rostro era la prueba de lo bien que se había adaptado al clima soleado de California–. ¿Sería posible mantener esta conversación en tu apartamento, donde podamos entrar en calor?
Una sospecha asaltó a Lauren.
–No vas a mudarte a Nueva York, pero quieres formar parte de la vida del bebé… No estarás esperando que me vaya a San Francisco, ¿verdad?
El silencio de Jason lo dijo todo.
–¡No voy a ir a ningún sitio contigo! –exclamó ella–. Ni a mi apartamento ni a California. ¿Crees que voy a dejar la vida que tengo aquí, la empresa en la que me he volcado en cuerpo y alma? –como si quedara alguna empresa por la que velar, pensó, pero se calló prudentemente.
–Eso es –afirmó él exhalando una bocanada de vaho–. Quiero que vengas a San Francisco y que estemos juntos por el bien de nuestro hijo. ¿Qué es más importante para ti, la empresa o el bebé?
Lauren quería decirle, gritarle, que había antepuesto la vida de su hijo al futuro de su empresa. Y que volvería a hacerlo sin la menor duda. Lo único que lamentaba era no haber ahorrado un poco de dinero para contratar a alguien de confianza que atendiera el negocio, y así no tener que angustiarse por un presupuesto extremadamente ajustado y por la incompetencia de los trabajadores temporales.
–Jason, ¿a qué viene tanta prisa? –le preguntó, dirigiendo contra él gran parte del miedo y la frustración por su trabajo–. Tenemos mucho tiempo por delante para hablar de esto. ¿Qué está pasando aquí?
La expresión de Jason se tornó tan fría e impenetrable como el león de piedra de la fuente.
–No sé de qué estás hablando.
–Tiene que haber una razón para esa repentina necesidad de llevarme contigo –el viento aullaba con más fuerza, ahogando el ruido del tráfico–. ¿A tu madre la abandonó algún indeseable? ¿Te hizo daño alguna mujer?
Jason soltó una carcajada y sacudió la cabeza.
–Tienes mucha imaginación. Pero te aseguro que no he sufrido ninguno de esos traumas.
Su risa era tan contagiosa que Lauren tuvo que concentrarse en el asunto que tenían entre manos.
–No me has respondido del todo.
–No he venido a discutir contigo –se acercó a ella y su olor a océano y sol embargó sus agudizados sentidos de embarazada.
El calor que desprendía su cuerpo suponía un delicioso contraste con el frío invernal. Lauren quería acurrucarse contra su pecho y sentir sus fuertes músculos rodeándola.
La tensión sexual siempre había prendido rápidamente cuando estaba cerca de Jason, y más ahora que sabía hasta dónde podían llegar. Levantó las manos entre ellos y se detuvo a tiempo de no tocarle el pecho. Ni siquiera se atrevía a tocarlo para apartarlo de su lado.
–Vas muy rápido para mí. Necesito más tiempo para pensar.
–Como quieras, pero mientras estés pensando, ten presente esto –se metió la mano en el bolsillo y sacó un estuche negro de terciopelo. La tapa crujió ligeramente al abrirla y revelar un anillo de platino con un diamante engarzado.
Capítulo 2
Jason esperaba la respuesta de Lauren con el estuche de terciopelo en la mano. Le había costado encontrar una joyería donde lo atendieran después de cerrar, pero había conseguido el anillo a tiempo de tomar el vuelo nocturno.
La expresión de Lauren no invitaba a ser optimista, pero él estaba acostumbrado a superar todo tipo de dificultades. El viento agitaba las hojas secas a sus pies, ofreciendo una imagen muy distinta de la noche veraniega que habían pasado en la oficina de Lauren.
Alargó la mano con el anillo de compromiso. Sabía que estaba siendo impaciente, pero no había tiempo que perder.
–¿Y bien? ¿Cuál es tu respuesta?
–Espera un momento… –Lauren se apartó el pelo de la cara y respiró profundamente–. ¿Primero esperas de mí que me vaya a vivir a California y ahora me propones matrimonio?
–¿Te parece que esté bromeando? –preguntó él, levantando el estuche. El sol de la mañana se reflejaba en el diamante de tres quilates.
La bolsa de Lauren se deslizó por su hombro y cayó al suelo con un ruido sordo.
–¿De verdad piensas que voy a casarme contigo sólo porque estoy embarazada? ¿Pero en qué época vives tú?
La intención de Jason no era casarse, sino establecer un compromiso que acallara cualquier rumor y que también resultaría beneficioso para Lauren. Pero no creía que a ella le hiciera mucha gracia oírlo.
–Si el matrimonio te parece muy precipitado, podríamos conformarnos con un compromiso de prueba.
–¿Un