Redes sociales, cultura y poder. Larissa Adler-Lomnitz

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Redes sociales, cultura y poder - Larissa Adler-Lomnitz

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artículos teóricos: uno de ellos, sobre los vínculos horizontales y verticales en la estructura de la ciudad de México, y el otro, sobre lo que ella llamó “redes informales en sistemas formales”.[14] Un punto de partida en estos trabajos era la vieja tesis enunciada –entre otros– por Eric R. Wolf: cuando los sistemas formales políticos y económicos no son capaces de garantizar la seguridad y el bienestar, los miembros de cualquier sociedad recurrirán a redes de amistad, parentesco y patronazgo para solventar sus problemas.[15] Pero Larissa fue más allá: la propia formalización de la sociedad es la que produce la informalidad. Es decir: ningún sistema es capaz de funcionar a la perfección –porque, incluso, ningún sistema está exento de contradicciones–; por ello, a mayor rigidez en las normas, la necesidad de solucionar los problemas fuera de ellas será mayor. El caso extremo es el de la ex Unión Soviética, que trataba de crear una centralización todopoderosa y por tanto generó un verdadero sistema paralelo para que la gente pudiera transitar sin tropiezos excesivos por la vida cotidiana. Igualmente, el caso del compadrazgo chileno refería a un desfase entre el tamaño del aparato estatal y la insuficiencia de los recursos para hacerlo funcionar. En México, la ley y las garantías individuales constituyen un verdadero espacio ficticio: lo que permite a los individuos habitar un espacio inteligible y previsible –en los negocios, en los barrios populares, en la universidad, en la práctica profesional y, por supuesto, en la política– son las relaciones de confianza y lealtad, incorporadas en redes de lazos horizontales y verticales. No se trata simplemente de que la corrupción obstaculiza al sistema. Por supuesto, la corrupción existe en los tres casos mencionados; y en México el soborno abierto es no sólo una práctica frecuente sino un aspecto sobresaliente de la cultura nacional –como también lo era en la Unión Soviética. La corrupción, entendida como la privatización de las capacidades públicas, es parte de un proceso más amplio de informalización, y éste es a su vez el reverso de la medalla del propio sistema formal. Sin embargo, para no caer en la trivialización y hasta en la justificación de la bellaquería, es necesario destacar que, mientras más democrática e igualitaria sea una sociedad, las ineficacias del sistema podrán ser mejor resanadas y disminuirá la importancia relativa de la informalización.

      En fin: en veinte años, la obra de Larissa Lomnitz, que aquí he tratado de esbozar, ha abierto caminos inéditos para la antropología latinoamericana. Se ha atrevido a salir de los reductos indígenas y las comunidades campesinas para explorar e iluminar las clases medias, la ciudad, la universidad, las profesiones, los mundos de los grandes negocios, las redes familiares modernas, los partidos políticos e incluso el espacio cultural de la nación. Al rigor científico, al conocimiento de las teorías y la literatura empírica, ha unido una rara virtud: la intuición. Es además, una obra profundamente desmitificadora y crítica, pero sin retórica, sin aspavientos de radicalismo. Ha sido muy discutida y cuestionada, y lo seguirá siendo: es parte de su vitalidad. Su más reciente empresa es un estudio sobre Chile, donde replantea los previos hallazgos sobre el compadrazgo, además de abordar el problema de la transición democrática y el nacionalismo –que es explícitamente comparado al mexicano. Seguramente, causará nuevas polémicas y reafirmará el atractivo de quien es una de las presencias más dinámicas en las ciencias sociales de nuestra América.

      GUILLERMO DE LA PEÑA

      Centro de Investigaciones y Estudios Superiores

      en Antropología Social (Guadalajara)

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