Redes sociales, cultura y poder. Larissa Adler-Lomnitz

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Redes sociales, cultura y poder - Larissa Adler-Lomnitz

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nunca se olvida cuando alguien ha aceptado un favor importante y luego olvida retribuirlo; sin embargo, ocurre muy raras veces”. El principio tácito del “compadrazgo” está contenido en el dicho “hoy por ti, mañana por mí”.

      A pesar de su importancia, el elemento de reciprocidad no se menciona abiertamente. Por otra parte, cuando una persona nunca está en situación de reciprocar, deja de recibir favores. La persona experimentada en el “compadrazgo” tratará de pedir favores con moderación, ya que de lo contrario acumulará obligaciones que tendría que pagar en cualquier momento. La presión moral para satisfacer este tipo de solicitudes reciprocas es muy fuerte aun cuando su cumplimiento pueda acarrear grandes sacrificios personales: esto se atribuye a una tradición de caballerosidad. Una relación establecida de “compadrazgo”, no perdurará a menos que ambos socios intercambien favores de vez en cuando. Si se quiere mantener la relación es necesario activarla periódicamente aunque sea con pequeños favores. Al solicitarlos se le quiere demostrar al amigo que siempre se está dispuesto a hacerle un servicio en cualquier momento.

      La reciprocidad no incluye regalos tangibles, y excluye en forma específica cualquier pago en dinero y otras compensaciones materiales. Ofrecer tales compensaciones sería considerado como una ofensa personal entre iguales. Al solicitar la devolución de un favor anterior, se acostumbra mantener ciertas reglas de cortesía que evitan molestias mutuas. Por ejemplo, la solicitud de un favor se insinúa o se sugiere bajo la forma de un consejo, para darle al amigo la oportunidad de proponer el servicio deseado en sus propios términos y como si proviniera de él. Se evitará pedir favores que puedan arriesgar la posición del “compadre” o exponerlo al ridículo. Sin embargo, muchos favores caen en categorías moralmente indefinidas y no es fácil saber hasta qué punto pueda infringirse algún escrúpulo o principio del amigo. Como dijo un informante: “hay favores que no se hacen por ningún motivo, ni siquiera por amistad”.

      En resumen, el problema de calcular las posibilidades de reciprocidad en una relación de “compadrazgo” requiere mucho tacto y criterio. El “compadre” cuyos recursos y conexiones son inferiores a los propios no debe ser exigido más allá de sus recursos pero siempre debe dársele la oportunidad de reciprocar. De lo contrario su orgullo le impedirá solicitar nuevos favores hasta que el “compadre” no haya cobrado los favores anteriores. Por otra parte, a un compadre poderoso no se le debe molestar con solicitudes triviales: sus servicios deben ser adecuados a su rango.

      Estas reglas de reciprocidad están sujetas a variaciones dependiendo del grado de confianza, o distancia social que existe entre los “compadres”. Entre parientes muy cercanos el intercambio de favores es natural y no hay problemas de reciprocidad o de etiqueta. Algo semejante ocurre entre amigos muy íntimos. Hay favores que se piden más fácilmente a un amigo cercano que a un pariente. En este respecto resulta interesante anotar que los niños chilenos de clase media y alta usan el apelativo “tío” o “tía” para los amigos de sus padres. En esta forma se otorga al amigo un estatus honorario de pariente.

      En todos los casos se considera esencial que exista su sentimiento de amistad y de simpatía mutua para una relación de “compadrazgo”. De todas maneras la categoría de “amigo” contiene muchas gradaciones de distancia social. A un amigo íntimo se le piden consejos de índole personal que no se consultarían con un amigo más reciente o menos cercano. A medida que aumenta la distancia social se refuerza también la obligación de reciprocar, hasta llegar a un nivel de alejamiento social en el que se exige abiertamente el pago o la devolución del favor.

      5. ¿QUIÉNES SON LOS “COMPADRES”?

      El “compadrazgo” es esencialmente una relación personal entre individuos que se consideran de igual nivel social. Según un informante los “compadres” se recluían entre “parientes, miembros de un mismo partido político, amigos, conocidos de un mismo nivel social, amigos de amigos, compañeros de trabajo, miembros de una logia masónica, o en general, gente que comparte las mismas aspiraciones intelectuales, una misma ideología política, o intereses similares en la vida”. Esta enumeración comprende a personas que se consideran iguales en el plano de la ideología de amistad de la clase media.

      Cabe preguntarse entonces por qué se limita el “compadrazgo” a la clase media chilena. Esto se entenderá mejor si se comparan los tipos de servicios que cada clase social puede ofrecer y las expectativas de retribución que cada favor trae consigo. La clase media está en posición de ofrecer “favores”, es decir servicios de naturaleza burocrática, comercial o profesional que no son parte de sus deberes normales. Un miembro de la clase obrera no podrá retribuir con el mismo tipo de favores ya que su trabajo manual es todo lo que puede ofrecer. La clase alta, por su parte, aunque posee numerosos recursos que la clase media estaría interesada en adquirir no está dispuesta a intercambio ya que ello implicaría bajarse de categoría y reconocer una igualdad social con la clase media. En cambio el sector intermedio de la clase media alta, contiene miembros originalmente de clase alta que sí están dispuestos a reconocer tal igualdad social.

      La existencia del soborno implica la ausencia de cualquier tipo de relación personal, o de la mera posibilidad de tener amigos en común. Los casos de soborno o de cohecho se limitan principalmente a ciertos contactos entre la clase alta y la clase media, o también, entre distintos miembros de la clase media siempre que no lleguen a conocerse mutuamente. Este último caso se presenta por ejemplo, en la obtención de permisos de salida del país por intermedio de ciertas agencias de turismo, en que el cliente nunca llega a tener conocimiento personal de los arreglos que se hacen entre la agencia y el funcionario público que otorga el permiso.

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      Figura 1: Modelo ideal para el intercambio de servicios entre un miembro de la clase inedia (ego) y otro individuo perteneciente a cualquiera de las tres clases sociales chilenas. El pago por un servicio asume la forma de un sueldo, o de honorarios profesionales.

      La institución de “compadrazgo” puede interpretarse como una expresión de solidaridad para la supervivencia del grupo social. La clase media carece de medios de producción y no realiza trabajo manual. Su principal recurso consiste en el control de la administración pública y privada, y en la manipulación del proceso administrativo que es necesario para el beneficio de sus miembros. Para ello se requiere de un sistema tácito de ayuda mutua. Este sistema tiene ciertas similitudes con el nepotismo. Sin embargo, el número de los parientes y compadres rituales es insuficiente para satisfacer las necesidades que tiene el individuo de aumentar su radio de acción social. El miembro de la clase media debe encontrar el mayor número de amigos con colocaciones estratégicas en los distintos niveles de la administración pública y privada: es absolutamente necesario, entonces, extender la red de parientes incorporándole

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