Yo Soy El Emperador. Stefano Conti
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A pesar de la expresión curiosa del joven, la mujer coge el documento sin siquiera dignarse a mirarlo. También lo dejará de lado. Con un último asentimiento de condolencia, me despido del extraño grupo y me dirijo al tren.
Llego a casa alrededor de las 19:30, después de tomas el colectivo desde la estación de Sinalunga en Bettolle. Estoy feliz de estar de vuelta en la tranquilidad del pueblo en el que vivo desde que obtuve la beca de investigación en la Universidad de Siena.
Dejo la maleta y, de inmediato, bajo della vecina para recuperar mi gato. Lo había dejado con ella por estos días. Me abre la puerta un niño de unos 5 o 6 años.
«Hola, ¿está la abuela?»
El niño contesta: «¿Cómo se dice?»
Me quedo sin palabras.
«Mamá dice que siempre se tiene que decir por favor».
«Tiene razón. Entonces, niño hermoso, ¿está la abuela, por favor?»
«Pero, ¿cuál es mi nombre?»
De hecho, nunca lo he sabido. «¿Cómo te llamas?»
El pequeño torturador sonríe. «¡No te lo diré!»
«Dímelo, vamos».
«¿Y qué me das?» pregunta firme.
Y, luego, mis padres se sorprenden de que no quiera tener hijos. «¿Un caramelo?»
«Mamá dice que nunca debo aceptar caramelos de desconocidos».
«Pero yo no soy un desconocido. Vivo aquí arriba».
El niño extiende su mano derecha, le ofrezco un dulce de miel y menta que, afortunadamente, tenía en el bolsillo.
«Ahora, ¿me dices cómo te llamas?»
El niño cruza los brazos e inclina la cabeza hacia adelante.
«Gian…luca».
«Bueno Gianluca, ¿está la abuela?»
«Aunque no hayas dicho por favor» señala. «Pero, ¿cómo se llama mi abuela?»
Sabía que me iba a hacer esta pregunta, pero no recuerdo su nombre. «¿Federica?»
«No».
«¿Elisabetta?» adivino.
«Tibio» sonríe, contento por el nuevo juego.
«¿Elisa?»
«Caliente».
«Ahora escúchame bien. Querido Gianluca, ¿tu abuela Elisa está en casa… por favor?»
«No» y me tira la puerta en la cara.
Mientras me quedo confundido delante de la puerta, me acuerdo de una escena de Caro diario de Nanni Moretti. Él esta de vacaciones en la isla de Salina cuando llama a unos amigos; un niño, antes de pasarle la llamada a sus padres, lo obliga a imitar a varios animales. Por suerte Elisa había escuchado todo. «Francesco, bienvenido, ¿cómo le fue?»
«Fuera de unos retrasos burocráticos…»
Sonríe. «Pallino se ha portado bien. Aquí está. Míralo, te ha escuchado».
Un gato blanco regordete se asoma detrás de las piernas de la vecina y me saluda con u gemido, casi de reproche.
«Gracias una vez más, no habría sabido dónde dejarlo».
Regreso a casa con el gato en brazos. Después de una agradable cena, ambos nos vamos a dormir cansados. Estos días también habrán sido una aventura para él, en una casa que no es la suya.
Martes 20 de julio
«Bienvenido al trabajo, ¿fueron buenas las vacaciones?» pregunta el director en cuanto entro a la sucursal de Montepulciano Stazione.
Ah sí, no lo había dicho todavía. Después de dejar mi puesto como profesor en la universidad, terminé trabajando como agente bancario en ventanilla. No era lo mejor, ¡era un puesto fijo!
No le dije a nadie el motivo de mi viaje o, mejor dicho, los dos motivos: la búsqueda del profesor y del emperador.
«Todo bien… un poco cansado».
Es más difícil desenredar las preguntas de Vito Darino, el colega de la caja que está al lado de la mía. Como dicen por aquí “es un pez extraño”, por lo general apacible y manso, pero cuando se enfada un poco, se pone todo rojo, luego morado y, finalmente, se desinfla de repente. Está molesto con todo el mundo, convencido de que nadie entiende nada y, por eso, los ascendieron, mientras él se queda de por vida en el mismo puesto. Se define como “ single”, pero el término correcto es “solterón”. Creo que hace décadas no tiene pareja, siempre habla de mujeres, pero básicamente es un misógino.
«¿Te has divertido? ¿Has conocido alguna hermosa turquita?» Eso es lo primero que pregunta.
«No, he descansado». Nada más falso.
«También he visitado lugares turísticos».
«¿Dónde fuiste exactamente?» insiste.
Intento no ser tan preciso. «Bueno… a un sitio arquelógico. Sabes que es mi pasión».
«Claro, discúlpeme profesor» dice Vito con ironía.
«Después de todo», intento continuar, «he trabajado en eso durante diez años, hasta que empecé a trabajar aquí».
Vito aumenta la dosis fantaseando con improbables aventuras eróticas. «Entonces, ¿nada de mujeres?»
«¿Qué te puedo decir? Me van a empezar a gustar los hombres».
Descubrí que esta siempre es la forma más brillante para terminar la conversación.
Luego, pegado frente a la computadora, prendí el “piloto automático” de la rutina de caja. Algunas operaciones son largas y aburridas, otras son ligeras como los clientes. En cuanto terminan, olvido el número de cuenta y incluso la cara de la persona que tengo delante.
Esa misma tarde, antes de salir del banco, llega un correo electrónico del decano de la Facultad de Letras.
Estimdos y estimadas colegas,
Les informo que el funeral de nuestro ilustre profesor Luigi Maria Barbarino, fallecido prematuramente por un tráfico destino, se llevará a cabo el jueves 22 a las 16:30 en la Abadía de Poppi…
Jueves 22 de julio
El campo de Arezzo no es como el de Siena. Alrededor de la ciudad