Su Lobo Cautivo. Kristen Strassel

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problema en pasar un buen rato con ellas, pero cuando la fiesta terminaba, el contacto también. Aunque hubiera conocido a Trina antes de ser capturado, no habría podido ser más que una noche de pasión.

      Seis meses de cautiverio habían bastado para cambiar la forma de pensar de este lobo. Las lobas de nuestra generación habían sido vendidas al mejor postor. Mantenidas en un cautiverio completamente diferente, las trataban como diamantes en bruto, celosamente vigiladas y expuestas ostentosamente por quienes podían permitírselas. Era una broma cruel, la forma en que esas jaurías paseaban a las niñas bonitas delante de nosotros y nos daban de hostias si solo tratábamos de jugar con ellas. Se reían de nosotros. Los chicos no tenían nada de especial, sobre todo los de clase trabajadora. Éramos tantos porque nuestros padres estuvieron intentando tener una niña hasta que ya no pudieron más. La paga valía la pena.

      Los lobos ricos no tenían que preocuparse apenas. Se habían aclimatado mejor a su lado humano. Tenían dinero, mujeres, y no les preocupaban la política ni la sangría de la clase trabajadora. Los ricos podían tener los medios materiales para sobrevivir, pero el resto de nosotros dependíamos de la fuerza y la astucia callejera. Los ricos podían quedarse con su dinero, no compraba la felicidad. La libertad era cara pero cualquiera podía disfrutarla.

      Quería una compañera.

      Quería dejar mi parte en el legado de mi manada, no iba a dejar que mi arduo camino se acabara ahí.

      Dallas fue inteligente al sugerir que hiciéramos equipo con los Lowe. Pero yo no podría dormir por las noches teniendo a Major de líder, y quería a Trina. Tendría que demostrar ser un alfa para estar con ella. Nunca habíamos tenido un alfa sin compañera hasta entonces.

      Y ella iba a ser mía.

      —No te vas a separar de mí, ¿verdad? —Trina me dio un beso en la cabeza cuando todo volvió a ser lo más normal posible. Parecía exhausta. Detestaba no poder hacer nada para ayudarla. Aquellas mujeres no estaban indefensas ni mucho menos, pero igual quería arrimar el hombro.

      Quedaba una semana para la luna llena. Una semana para poder ganarme el sustento, una semana todavía para poder besar sin dar un lengüetazo.

      —Eres como mi sombra1 —añadió.

      Ella no tenía ni idea de que ese era mi nombre. Me apreté contra ella. Pronto sería capaz de envolverla con los brazos y perderme en ese olor a tarta de manzana que me hacía desear mucho más que el postre.

      —Putos lameculos. Mira a los Channing, deseando hacerse amiguitos de las chicas del refugio —gruñó Major, mordisqueándome el cuello. Ladré, y conseguí que se pusiera contra el suelo y rodara. De ninguna manera. No me avergonzaría de Trina. Nosotros éramos cinco y había tres mujeres. Era lo suficientemente listo para hacer las cuentas. Y él tenía treinta y cinco años sin pareja, más números que no podía ignorar si quería ser considerado el líder.

      —Ese no va a hacer una mierda por ti. No somos más que problemas para ellos. Y cuando ella venga la mañana después de la luna llena y se encuentre a cinco hombres desnudos en jaulas para perros, ya no pensará que eres tan lindo. Saldrá corriendo y gritando.

      —Quiero que confíe en nosotros. —Me puse hocico a hocico con Major, mi respiración tenía un matiz áspero que no era del todo un gruñido. Cada día nos hacíamos más fuertes, y cada día él me cabreaba un poco más—. Así que cuando eso ocurra, no se asustará. Ahora Ryker también irá a por ella. Como alfa…

      —¿Qué coño sabes tú de ser un alfa? —Major me dio un empujoncito.

      Lo ignoré.

      —Como alfa, la protegeré. Nosotros la metimos en este lío y nosotros la vamos a sacar. Ella se la está jugando por cuidarnos. Nadie la ayuda con donaciones, solo le dejan sus problemas. Yo los resolveré.

      —Qué noble —se burló Major—. Puedes besarte con tu nueva novia humana mientras yo hago pedazos a Ryker. Así es como se resuelven los problemas.

      Me zambullí en el cuello de Major. Nunca escuchaba razones, la violencia era lo único que entendía. Recibiría el mensaje.

      —¡Chicos! —gritó Trina. Se puso rápidamente entre nosotros, mientras sujetaba un gatito en una mano con una botella en la otra. Se detuvo, mirando a Major—. ¡Basta! O tendré que meteros de nuevo en las jaulas.

      —No sé cómo vamos a hacer esto, Shadow. —Baron se interpuso entre Major y yo. Había estado toda la semana siguiendo a Kiera, la voluntaria de pelo corto que parecía haber sido una atleta. Major le empujó, pero él lo ignoró—. Todos debimos escapar aquella noche. Shea fue el más listo. Ellas van a enloquecer cuando nos transformemos.

      Tal vez debimos hacerlo. Habíamos ido de una cárcel a otra, y ahí no estábamos ayudando a nadie. Pero nadie quería escapar de Forever Home.

      —Shea huyó por lo que le hizo a Archer —refunfuñó Dallas, lamiendo su pata y mirando a Major. Pero no se separó de Lyssie. De los hermanos que me quedaban, Dallas guardaría rencor mucho más tiempo que Baron. Baron haría cualquier cosa por encontrar una solución pacífica todo esto.

      —Otra cosa que debemos arreglar cuando salgamos de aquí.— Me abalancé sobre Major otra vez—. Shea tiene que pagar por lo que le hizo a mi hermano.

      —Hizo lo que debía. —Major no se echó atrás—. Tú hubieras hecho lo mismo en el ring esa noche. Tú mismo lo dijiste. Y planeabas hacerme lo mismo a mí. ¿Buscabas una recompensa por tu cabeza? Porque ahora todos tenemos una, con Ryker desmadrado por ahí. No hay tiempo para jugar limpio, Shadow.

      Me di la vuelta. Que le jodan. Juntar a las manadas no sacaba a Shea de mi lista negra.

      Pero Major tenía razón sobre Trina. No se podía saber cómo reaccionaría a nuestra transformación. Cualquiera que hubiera pasado un tiempo en Idaho había oído hablar de los hombres lobo. Algunos ancianos del pueblo se referían a nosotros como «karma», porque nos encargábamos de problemas que ellos no podían. A menos que fueran los Lowe, que provocaban más. Pero ninguno de esos paisanos nos había visto en acción.

      No me sorprendió que los Lowe no se relacionaran con las mujeres. No era su estilo. Tenían una idea diferente de la libertad que mis hermanos y yo.

      Trina no nos trataba como animales salvajes. Nos respetaba más que algunos lobos de Sawtooth —especialmente Ryker, las lobas y sus compañeros—. Nunca nos facilitaron nada. No me quejaba, pero era agotador. Fue un alivio dejar de luchar por unos días, aunque solo fuera hasta la luna llena. A pesar de que hablaba con cada uno de sus huéspedes —así llamaba a todos los animales que se alojaban con ella en Forever Home— como si fuera su amigo, parecía algo personal. Ella pensaba cada palabra que decía. Con Trina no eran formas de hablar.

      Si tan solo fuera una loba. Pero entonces nunca la tendría. Era imposible de cualquier manera. Nunca me había molestado tanto antes de la captura. Me estaba dando cuenta de que mi tiempo venía con fecha de caducidad.

      Nos salvó la vida y yo haría cualquier cosa por ella. Al principio era una cuestión de principios. Pero se fue convirtiendo en un sueño. Una cara linda para no pensar en el horror de los últimos seis meses. De lo contrario, cada pensamiento acababa en un plan de venganza. Sin Trina, me volvería tan sediento de sangre como Major.

      Cuanto más tiempo pasábamos ahí, más me iba obsesionando. Trina me hacía querer más y darme cuenta de lo mucho que me faltaba

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