Alguien que te quiera con todas tus heridas. Raphael Bob-Waksberg
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Prólogo
Hay una tendencia hacia un tipo de refinado pesimismo que abarca buena parte del ánimo colectivo. O eso parece sugerir la proliferación de libros, series y películas que analizan los dilemas existenciales desde la melancolía dolorosa. Por supuesto, no es un tema reciente ni mucho menos novedoso: ya Gustave Flaubert comentaba en 1851 que «la tristeza es mejor compañera que la alegría forzada». Pero en la actualidad, esa notoria reflexión sobre el sufrimiento privado alcanza una nueva dimensión y quizás un lustre artístico desconocido. La tristeza se celebra, no se esconde. Y eso tiene sus implicaciones.
Algo semejante debió pensar el escritor y showrunner Raphael Bob-Waksberg (creador del ya icónico BoJack Horseman) cuando comenzó a recopilar los relatos de su libro Alguien que te quiera con todas tus heridas. Cada una de las historias es un recorrido por el dolor emocional moderno, que además Bob-Waksberg mezcla con una dosis de humor sardónico. El resultado es una compilación rica y variada de cuentos que abarcan lo que es, sin duda, un tránsito entre la juventud y la adultez, las grietas de la sensibilidad artística y, también, el agobio de la individualidad contemporánea. Todo bajo la notoria concepción del bien y el mal como hechos volubles de la naturaleza humana.
Bob-Waksberg no es filósofo ni pretende serlo. De hecho, Alguien que te quiera con todas tus heridas tiene todo el ritmo singular de un experimento narrativo que en ocasiones tiene puntos más bajos y otros de extraordinaria belleza. Entre ambas cosas, esta mezcla de poemas, cuentos y fragmentos de ensayos que el escritor recopiló durante años —y que una década atrás casi fueron el imprevisible obsequio a una mujer— es algo más que una mirada al mundo intelectual de un hombre con cientos de referencias distintas. Es un desgarrador diálogo interno, pero también una gran reflexión burlona sobre una época obsesionada con la visibilidad que a la vez intenta evitar mirar su propio sufrimiento demasiado de cerca. Con la misma ternura rota y afligida de la maravillosa serie animada de Netflix, Alguien que te quiera con todas tus heridas es un recorrido por todo tipo de lugares imaginarios que el escritor une bajo un único cariz: «Busco en el dolor algo más profundo que la belleza. También el dolor tiene sus matices de pura rebeldía» escribe, y es esa línea la que traza una hoja de ruta a través de todos los escenarios que Bob-Waksberg imagina para elaborar una percepción profunda sobre la vida, el futuro y su propia mente caótica.
En el libro hay mucho humor, algo que se agradece en mitad de los largos monólogos existencialistas de los personajes, que meditan sobre sus desgracias, esperanzas y terrores desde una mezcla afortunada entre la ciencia ficción y la realidad descarnada. Para Bob-Waksberg es de enorme importancia que el paisaje surrealista de su imaginación se entrelace con una percepción extravagante de la realidad. Hay algo conmovedor en la forma en que el escritor dota de sensibilidad a discusiones sobre el espacio profundo, primeras citas curiosas y postales atemporales, un recurso que Bob-Waksberg, veterano en la reflexión sobre el existencialismo silencioso, utiliza para brindar tridimensionalidad a su grupo de afligidos personajes. Una y otra vez, el escritor describe situaciones en apariencia cotidianas, entremezcladas con lo absurdo o lo directamente caótico. Al final, cada cuento tiene una conclusión de puro asombro o una deliciosa búsqueda de un sentido alternativo al obvio.
Como libro debut, Alguien que te quiera con todas tus heridas tiene el gozoso sentido de la experimentación de un texto que nació sin otro objetivo que armar un mapa de piezas sueltas que reflejen su trayecto intelectual. En cada relato hay pistas sutiles sobre la forma que en Bob-Waksberg analiza el dolor, el miedo y el sufrimiento. Hay muy poca vanidad en este recorrido a veces accidentado por escenas reales y dimensiones destartaladas, unidas ambas por un vínculo de pura sensibilidad. Desde descripciones detalladas de citas con todo el aire de una imagen televisiva estática hasta las narraciones formidables de latas que contienen una interminable colección de serpientes, el libro se sostiene sobre la imposibilidad. Lo hace, además, con una elegancia que el escritor utiliza para elaborar quizás varios de los nudos más desconcertantes de su historia.
Pero, por supuesto, el cínico y pesimista creador de uno de los personajes emblemáticos de la nueva corriente del existencialismo televisivo tiene mucho más que mostrar como narrador que sorprendentes arcos narrativos. El libro tiene la singular capacidad de subvertir la tensión interna de cada relato y lo hace por la insistencia de Bob-Waksberg de encontrar significado en cierto aire onírico. «Es guapo, encantador y todo lo que decía ser en la web» comienza el libro. Se trata del monólogo interno de una mujer que acude a una cita a ciegas, luego de varias experiencias desagradables. Sentada a la mesa, la mujer sonríe y trata de no recordar todas las anteriores ocasiones en que alguien le obsequió una lata que, al abrirla, hizo saltar por los aires una serpiente con resorte. Espera, ¿qué? se pregunta el narrador, y de pronto todo el argumento se entrecruza con una misteriosa combinación de esa imagen instantánea —todas las veces en que soportó el sobresalto amargo de una lata con una desagradable sorpresa en su interior— y el más mundano asunto de no permitirse otra relación fallida. Para Bob-Waksberg contar una historia no es un hilo único de hechos: es también la fantástica capacidad del relato para ir y venir a través de las expectativas, los lugares oscuros y más brillantes de lo que desea contar. Y en Alguien que te quiera con todas tus heridas hay mucho de esa búsqueda pertinaz del significado oculto. Vulnerables, frágiles, feos y casi siempre desagradables, los personajes del escritor toman el rostro de la cotidianidad con una profundidad casi dolorosa.
El autor despliega una razonada percepción sobre lo moderno y también su inutilidad. No en vano, buena parte de los personajes pasan mucho tiempo en un análisis irónico de su vida, en mitad de angustias e inseguridades entre la autoconciencia y la indulgencia. Se burlan de sí mismos, se asombran por el tiempo que transcurre a su alrededor como un largo ciclo interminable. Pero también hay una agónica necesidad de brindar sentido al amor, la pena y la tragedia mínima. Entre tantas cosas, Bob-Waksberg trata de encontrar un equilibrio entre todas sus pequeñas grietas y dolores invisibles.
Lo mejor de este libro es su frescura y rebeldía: su autor no busca congraciarse con nadie y a lo largo de dieciocho historias deja bastante claro que tiene la confianza suficiente en su tono y manera de narrar como para tomar verdaderos riesgos narrativos. Hay monólogos intensos seguidos de cuentos muy cortos que luego se unen entre sí para elaborar una imagen engañosa sobre lo que somos, pero, sobre todo, la forma en que nuestra sociedad consumista y obsesionada con su arrogante petulancia se mira como objeto del deseo.
Claro está, Bob-Waksberg es un gran cínico y no deja de recordarlo. En «historias cortas» enumera todos los clichés y trampas de las relaciones actuales en cortísimos aforismos dignos de Twitter. Después, el escritor dedica tiempo y buen pulso a narrar «rituales matrimoniales». Hay perros parlanchines, repugnantes descripciones y miradas cuidadosas a comportamientos amatorios en universos alternativos. Pero, al final, este libro es un gran recorrido por la sensibilidad contemporánea, enlazada con los temas favoritos de Bob-Waksberg y también con la ternura de su empatía emocional. Porque este autor que disfruta de los juegos de palabras escatológicos o que se burla de la fealdad de personajes es también un gran romántico. Entre el interés emocional y un humor retorcido, Alguien que te quiera con todas tus heridas se obsesiona por lo marginal, lo desagradable y lo grotesco, pero también lo que habita en la esperanza luminosa de lo simple. La combinación hace de este libro inclasificable un recorrido intelectual entre el sufrimiento invisible y algo más humano. Un improbable equilibrio