Enigmas de las Américas. David Ramirez

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Enigmas de las Américas - David  Ramirez Enigmas de las Américas

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construir un paso artificial.

      Efectivamente, hasta la construcción del canal de Panamá, la ruta oficial del Darién no fue suficiente para la comunicación, y el estrecho de Magallanes siguió siendo demasiado peligroso; los viajeros se habían conformado con la única opción marítima viable, que era el cabo de Hornos, con sus consabidas limitaciones y dificultades. Sin embargo, aunque el soñado pasaje natural permanecía esquivo, “se escudriñaron de manera obsesiva todos los golfos y ríos del Nuevo Mundo para descubrir el inexistente estrecho marino natural que debía comunicar el Atlántico con el Pacífico” (Jaén, 2016, p. 67). La ilusión, la geografía conjeturada y la esperanza seguían apuntando hacia la posibilidad de un gran río, o al menos algún tipo de conexión fluvial, donde se pudiera construir un canal artificial que comunicara ambos océanos.

      La búsqueda del río comunicante de los océanos había estado presente desde el inicio de esta historia. En 1499, el mismísimo Américo Vespucio (1454-1512) zarpó de Cádiz junto con Alonso de Ojeda (1465-1515) y el famoso piloto Juan de la Cosa (1450-1510) a recorrer las costas de Venezuela, desde el lago de Maracaibo hasta el río Esequibo, con el anhelo de encontrar “el paso marino hacia la India y sus fabulosas riquezas” (Jaén, 2016, p. 74). En 1573, Domingo Teixeira publicó un famoso mapamunidi, que curiosamente nombra al Pacífico como Mar de Panamá, y, a pesar de evidenciar la ausencia de un paso natural marítimo, dibuja un gran río que, como una serpiente, atraviesa América del Sur, y deja la sensación de ofrecer la posible conexión fluvial entre ambos océanos. Estas especulaciones cartográficas mantienen, por cientos de años, viva la esperanza de encontrar un paso fluvial por el continente (Figura 2).

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      Figura 2. Planisphère, Domingo Teixeira, 1573, cortesía de la Bibliothèque Nationale de France

      Claramente, el descubrimiento del Pacífico, llamado Mar del Sur por los europeos, trajo una consecuencia inmediata: la obsesión por “la búsqueda del extraordinario accidente geográfico que facilitara la llegada a Oriente y que suponían se encontraba en alguna parte del nuevo continente” (Jaén, 2016, p. 78). Un río que conectara ambos océanos siguió siendo un enigma de la geografía especulativa, que se mantuvo vigente por muchos años más. A pesar de que los españoles optaron por el dificultoso paso por el Darién, encontrar un paso navegable siguió siendo un enigma geográfico por resolver. Con el paso del tiempo, encontrar un pasaje navegable que facilitara la comunicación y el intercambio con Asia se volvió un desafío para los imperios coloniales y para los comerciantes y autoridades coloniales, quienes, inspirados en un “whisful thinking”, exploraban la geografía en ambas costas del continente, desde el Ártico hasta el cabo de Hornos, en busca del río y sus afluentes que solucionaran esta prolongada búsqueda.

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      Figura 3.1. A mapp of all the world projected in two hemispheres in which are exactly described all the parts of the Earth and seas, de Sanson, N., y Berry, W., 1680, cortesía de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos

      Del viaje de Pedro de Texeira que inició en el primer tramo en el Atlántico y terminó en Quito existe un relato anónimo publicado en 1639, posiblemente de procedencia jesuítica, al igual que el informe del jesuita Cristóbal de Acuña (1641), titulado Relación del Descubrimiento de Río de las Amazonas y San Francisco de Quito y declaración del mapa que está pintado, que registra los hallazgos de Texeira y el “Nuevo Descubrimiento del Gran Río de las Amazonas”. Este viaje tuvo un gran impacto en la cartografía, y los famosos mapas de Nicolas Sanson d’Abbevielle (1600-1667), cartógrafo del rey de Francia, recogen la información de esta expedición (Fernández-Salvador, 2013, pp. 72-85) (Figura 3).

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      Figura 3. Detalle de A mapp of all the world projected in two hemispheres in which are exactly described all the parts of the Earth and seas, de Sanson, N., y Berry, W., 1680, cortesía de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos

      Es así como los artículos aquí presentados abordan la búsqueda del paso interoceánico a lo largo del continente bautizado como América, y dan cuenta de una competencia entre los imperios marítimos y los gestores americanos por encontrar la vía de comunicación más directa entre Europa, América y Asia. Esta búsqueda también incorpora, afortunadamente para los apasionados por los mapas, los enigmas de la geografía registrados en la cartografía. Los mapas, para entonces, fueron el resultado de la dinámica entre el imaginario medieval y la necesidad de encontrar un pasaje interoceánico, pues plasmaban tierras lejanas, islas fantásticas, hombres sin cabeza, animales fantásticos, monstruos marinos, peces voladores, paraísos perdidos y, por supuesto, el soñado paso, que forman parte de los coloridos repertorios y alegorías que acompañaban el sueño y la competencia por encontrar oro, plata, recursos y riquezas. La geografía americana está plagada de nombres que denotan estos imaginarios: Puerto Rico, Costa Rica, Castilla del Oro, Río de la Plata, El Dorado, costa de las Perlas, entre otros. Estos son muestra de la obsesión que dominó a las exploraciones por las Américas (Martín-Meras, 1996, p. 236). También estos artículos dan cuenta de cómo la geografía especulativa motivó a encontrar aquel esquivo paso que se soñaba fuera la llave para la globalización moderna.

      Los artículos aquí presentados analizan la búsqueda del paso interoceánico, como uno de los enigmas de las Américas que fue alimentado por la geografía especulativa, propia del imperialismo marítimo de la modernidad. Apuntan al impacto de la búsqueda de este ansiado pasaje interoceánico en la evolución cartográfica que registra la información de algunas expediciones que, con propósitos muy diversos, zarparon de distintos puertos americanos entre los siglos XVI y XIX, respondiendo a necesidades políticas, científicas y comerciales, cuyo elemento común fue buscar el tan esquivo y ansiado paso interoceánico. Este conjunto de artículos describe y analiza el registro de las exploraciones y expediciones que buscaron, no siempre con éxito, resolver este Enigma, pero sobre todo impactaron en la geografía y cartografía imaginada y real sobre los misterios que albergaba el continente. Se trata de historias sobre anhelos, deseos y especulaciones individuales y colectivas de descifrar los secretos de una geografía, inspirados en un “continuing hope that somewhere in the unexplored vastness of the southern ocean lay lands of unimaginable fruitfulness and wealth. It was part of a never-ending quest” (Williams, 1997, p. 70).

      La posibilidad de construir un canal interoceánico fue una de las fascinaciones del famoso expedicionario

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