Tratado de las réplicas. Evagrio Póntico
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EVAGRIO PÓNTICO
TRATADO DE LAS RÉPLICAS
Introducción y notas de RUBÉN PERETÓ RIVAS
Traducción de JUAN HEIREMANS CORREA
EDICIONES RIALP
MADRID
© 2021 de la edición española realizada por
JUAN HEIREMANS CORREA y RUBÉN PERETÓ RIVAS,
by Ediciones Rialp, S. A.,
Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid
(www.rialp.com)
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Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN (versión impresa): 978-84-321-5409-6
ISBN (versión digital): 978-84-321-5410-2
ÍNDICE
I. CONTRA LOS PENSAMIENTOS DE GULA
II. CONTRA LOS PENSAMIENTOS DE FORNICACIÓN
IV. SOBRE LOS PENSAMIENTOS DEL DEMONIO DE LA TRISTEZA
V. CONTRA EL DEMONIO DE LA IRA
VI. CONTRA LOS PENSAMIENTOS DEL DEMONIO DE LA ACEDÍA
VII. CONTRA LOS PENSAMIENTOS DEL DEMONIO DE LA VANAGLORIA
VIII. CONTRA LOS MALDITOS PENSAMIENTOS DE ORGULLO
INTRODUCCIÓN
SEMBLANZA BIOGRÁFICA DE EVAGRIO PÓNTICO
La fuente principal que narra los aspectos más significativos de la vida de Evagrio Póntico es la Historia láusica de Paladio, escrita hacia 420 cuando el autor era obispo de Helenópolis, luego de haber pasado los años de su juventud en el desierto de Kelia, donde conoció y fue discípulo del mismo Evagrio[1]. A ella se suma la Historia de la Iglesia de Sócrates Escolástico y la Historia de la Iglesia de Sozómeno.
Evagrio nació en la zona del Helenoponto, en Asia Menor, en la ciudad de Ibora, en torno al año 345. Su padre era chorepískopos, es decir sacerdote auxiliar del obispo de la ciudad encargado de las iglesias rurales, y es probable que gozara de una posición desahogada la que le permitiera dar a su hijo una buena formación. Debido a que san Basilio Magno se había retirado junto a su amigo Gregorio de Nacianzo a una zona cercana a Ibora, Evagrio fue educado desde la infancia en oratoria, filosofía y otras artes liberales por estos grandes Padres Capadocios, y el mismo Basilio le confirió la orden clerical del lectorado[2].
En ese momento se produce un bache en la biografía de Evagrio, puesto que Paladio lo menciona nuevamente cuando ya se ha trasladado a Constantinopla junto a san Gregorio Nacianceno, quien había dejado su retiro en Seleucia de Isauria para ocupar la cátedra episcopal de la pequeña comunidad ortodoxa que existía en esa ciudad imperial de mayoría arriana. Guillaumont opina que, durante ese tiempo de silencio biográfico, Evagrio se habría dedicado intensamente al estudio, lo cual resulta muy verosímil si se tiene en cuenta la gran cultura que demuestra en sus escritos, en los que exhibe conocimientos de ciencias eclesiásticas, exégesis y teología, además de las disciplinas griegas clásicas como la gramática, la retórica y la filosofía[3]. Además, es probable también que haya contribuido activamente en la elaboración y redacción de algunas de las Orationes que Gregorio dirigía frecuentemente a su grey.
Evagrio permaneció junto a Gregorio hasta julio de 381 cuando, debido a las turbulencias suscitadas durante el primer concilio de Constantinopla, el Nacianzeno debió dejar su sede episcopal y retirarse a Asia Menor. Los dos estaban unidos no solamente por la relación maestro-discípulo, sino también por una profunda amistad. Si Evagrio consideraba a Gregorio su maestro, este lo tenía por una persona particularmente brillante para las disputas teológicas y la predicación, y por este motivo lo había ordenado diácono, a fin de que lo ayudara en las luchas doctrinales que continuamente se sostenían en Constantinopla. Este afecto amical ha quedado de manifiesto, entre otros testimonios, en el testamento de Gregorio, en el que escribe: «Al diácono Evagrio, que ha compartido conmigo muchas penas y preocupaciones, y que, en numerosas circunstancias, me ha dado pruebas de su devoción, le expreso mi reconocimiento delante de Dios y delante de los hombres»[4].
Evagrio permaneció en Constantinopla como ayudante cercano del nuevo obispo Nectario. Según testimonio de Sozómeno, se distinguía por la fuerza y convicción de su retórica, especialmente entre las personas de la alta sociedad, lo que provocó que, poco a poco, comenzara a caer en las vanidades del mundo. Dice su biógrafo que «era elegante y le gustaba vestirse bien»[5].
Pero, sorpresivamente, Evagrio huye de Constantinopla y se instala en Jerusalén en la primavera o el verano de 382. Allí fue recibido por Melania, una matrona romana que había fundado una comunidad monástica que daba acogida a los peregrinos y, también, por Rufino de Aquilea que presidía un monasterio masculino[6].
Según relata Paladio, durante los primeros tiempos en esa ciudad, su vida no cambió