Tratado de las réplicas. Evagrio Póntico

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Tratado de las réplicas - Evagrio Póntico Neblí

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de la persona, obtener el consuelo del alma en el momento de la tentación y el recuerdo de las virtudes opuestas a los logismoi[23]. La condición para que fuera efectiva es que debía aplicarse inmediatamente después de la aparición de la tentación y de ese modo «…los pensamientos sucios no permanecerán en nosotros, […] manchando al alma y sumergiendo al alma en la muerte del pecado»[24]. La necesidad de la prontitud en repeler el ataque de los demonios se justificaba en un texto del libro del Eclesiastés (8,11) que dice: «Que no se ejecute en seguida la sentencia de la conducta del malvado, con lo que el corazón de los humanos se llena de ganas de hacer el mal». El predicador se lamenta debido a que, a menos que el mal sea rápidamente rechazado, el hombre se confirma en la intención de obrarlo. Es por eso que Evagrio urge a que la antirrhesis sea practicada inmediatamente que aparece la tentación.

      La práctica antirrhétika era un recurso conocido en el siglo IV. Evagrio hace alusión a ella en varias de sus obras alentando al lector a utilizarla como lo hacía, por ejemplo, David:

      Los salmos son, para Evagrio, el ejemplo más claro de la técnica que debe ser utilizada en la lucha contra los demonios. David es presentado como un guerrero que conoce esas artes y nos enseña a utilizarlas, pues no se trata de un combate físico, sino que se libra en el mundo de los pensamientos y de las palabras.

      Más importante aún que David está el ejemplo del mismo Jesús quien, al ser tentado en el desierto, respondió a Satanás con palabras de la Escritura: «Y acercándose el tentador le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Él respondiendo dijo: Escrito está: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios» (Mt 4, 1-11). Es esta la primera tentación que relata Mateo en su evangelio, y allí se ve que el modo que tiene Jesucristo de enfrentar al demonio es replicando a su tentación con palabras de la Escritura, en este caso a Deuteronomio 8, 3. Y de un modo similar reacciona ante las dos tentaciones siguientes, cuando responde con frases de Deuteronomio 6, 16 y 6, 13.

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