Tratado de las réplicas. Evagrio Póntico
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VI. VALORACIÓN DEL MÉTODO ANTIRRHÉTICO POR PARTE DE LOS PADRES
El método antirrhétiko tuvo siempre defensores y detractores. San Atanasio, por ejemplo, advertía acerca de la posibilidad de que este medio ascético pudiera convertirse en una práctica mágica. Señala que los israelitas echaban a los demonios con la sola lectura de las Escrituras, pero ahora algunos hombres han compuesto oraciones con palabras tomadas de otras fuentes y se llaman a sí mismos exorcistas. Los demonios, continúa Atanasio, se burlan de ellos pues el único modo de echar a los demonios es con las palabras de la Biblia[59]. Es decir, si bien existían prácticas supersticiosas que utilizaban frases al estilo de conjuros mágicos para alcanzar sus objetivos, ellas eran conocidas por los monjes y estaban advertidos de su ineficacia. Esto no implicaba, sin embargo, que no se siguiera valorando el uso de los textos de la Escritura como modo eficaz de mantener alejados a los demonios.
Isaías de Scete, que vivió pocos años después de la muerte de Evagrio, compuso también un tratado que tiene similitudes con el de Evagrio, lo que permite inferir que se trataba de una práctica que no solamente era apreciada por los monjes de Egipto, sino que también se continuaba escribiendo sobre ella[60].
Pero no era un método universalmente aceptado. Incluso, un texto del mismo Evagrio parece indicar que tenía sus detractores dentro mismo del monasterio de Scete. Irónicamente escribe:
Los padres de Scete, aún replicando a los pensamientos malvados, poseían una gran simplicidad y temor de Dios. Para la mayoría de nosotros, en cambio, este no es un método confiable porque el Malvado no es confundido por medio de una palabra. En efecto, cuando se transcurre el día en una conversación vacía, permanecemos extraños a la conversación con Dios, desde el momento en que nos entretenemos con el enemigo[61].
Otros autores, aunque no lo rechazan de plano, son prudentes y aconsejan ser cuidadosos en su aplicación. Juan de Gaza, interrogado sobre el tema, responde:
Hermano, las pasiones son aflicciones y el Señor no las ha eliminado, sino que dice: “Invócame en el día de la aflicción, yo te libraré y tú me glorificarás” (Sal 90, 15), de modo tal que, en toda pasión, no hay nada más útil que invocar el nombre de Dios. En cuanto a replicar, no es cosa de cualquier hombre, sino solamente de los poderosos según Dios, a los cuales los demonios están sometidos. Porque si alguno de los que no poseen esta potencia replica, los demonios lo toman a risa […] Lo mismo con apostrofar a los demonios, eso está reservado a los grandes, a aquellos que tienen el poder […], pero nosotros, los débiles, no podemos sino refugiarnos en el nombre de Jesús[62].
Juan Clímaco, por su parte, dedica uno de los capítulos de su obra La escala espiritual al discernimiento de los pensamientos, y allí hace referencia al método evagriano de las réplicas, y señala que se trata de un modo de luchar contra los demonios reservado a los que están más avanzados en la vida espiritual[63].
En la presente versión castellana hemos tenido en cuenta el texto siríaco editado por W. Frankemberg a partir de los manuscritos Berlín Staatsbibliothek Sachau 302 y British Library Add MS 14578, con referencia permanente a la traducción italiana de Valerio Lazzeri y la inglesa de David Brakke y, también, a la retroversión griega del mismo Frankemberg. Siguiendo a Lazzeri, hemos incorporado los aportes del MS Mingana 68 (Oxford, Bodleian Library, Lincoln College Gr. 17).
Para los textos del Antiguo Testamento hemos utilizado la versión española de la Septuaginta dirigida por Natalio Fernández, conservando sus características propias en cuanto a la denominación de los libros de los Reyes: I y II libro de los Reyes corresponden a los actuales I y II libro de Samuel, y III y IV de Reyes al I y II de ese libro[64]. Consignamos también la numeración de los salmos de acuerdo con los Setenta y, entre paréntesis, la numeración actual. Los textos del Nuevo Testamento los hemos tomamos de la Biblia de Jerusalén que reproduce fielmente el original griego.
Hemos agregado también al comienzo tanto la carta de Lucio solicitando la obra a Evagrio[65], como también la respuesta de este presentando su tratado[66].
[1] El texto de la Historia Lausica se encuentra en la Patrología Latina 34, 995-1260, y ha sido editado críticamente con introducción y traducción al francés: PALADIO, Histoire lausique, ed. Nicolas Molinier (Spiritualité Orientale 75), Abbaye de Bellefontaine, Bégrolles-en-Mauges, 1999. Sin embargo, el texto griego no está completo y es conveniente recurrir a la Vida de Evagrio, más extensa que la anterior y escrita por el mismo Paladio y conservada en lengua copta: Émile AMÉLINEAU, De Historia Lausica, quaenam sit huius ad Monachorum Aegyptorum historiam scribendam utilitas (Paris, 1887), 104-124. Hay una versión francesa en Quatre ermites égyptiens d’après les fragments coptes de l’Histoire Lausique, ed. Gabriel BUNGE y Adalbert DE VOGÜÉ (Spiritualité Orientale 60), Abbaye de Bellefontaines, Bégrolles-en-Mauges, 19944, 153-175.
[2] Cfr. W. LACKNER, «Zum profanem Bildung des Euagrios Pontikos», en Hans Gerstinger: Festgabe zum 80. Geburstag Graz, Akademische Druck, 1966, 17-29.
[3] Cfr. Antoine GUILLAUMONT, Un philosophe au désert. Évagre le Pontique, Vrin, Paris, 2009, 31.
[4] PG 37, 393B.
[5] SOZÓMENO, Historia eclesiástica, PG 67, 1384.
[6] Sobre Rufino, puede verse Francis Xavier MURPHY, Rufinus of Aquileia (345-411): His Life and Works, The Catholic University of America Press, Washington D.C., 1945.
[7] PALADIO, Histoire Lausique, 38, 3, 167.
[8] Sobre este tema puede verse Antoine GUILLAUMONT, «Le problème de la prière continuelle dans le monachisme ancien», en eds. Henri LIMET y Julien RIES, L’experience de la prière dans les grandes religions, Centre d’Histoire des Religions, Louvain, 1980, 285-294.
[9] Cfr. PALADIO, Histoire Lausique, 38, 13, 171.
[10] Sobre el estilo de vida de los monjes del desierto egipcio puede verse: Lucien Regnault, La vie quotidienne des Pères du Désert en Égypte au IV siècle, Hachette, Paris, 1990.
[11] Cfr. Evagrio Póntico, Tratado práctico 29, en Evagrio Póntico, Obras espirituales, ed. José González Villanueva y Juan Pablo Rubio Sadia, Ciudad Nueva, Madrid, 1995, 148.
[12] Cfr. Evagrio Póntico, Tratado práctico 94, 172; Evagrio Póntico, Antirrhêtikos, 8, 26, ed. por W. Frankenberg, Evagrius