1785 motivos por los que hasta un Noruego querría ser Español. José María Moya
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LA ESPAÑA DE MIS AMORES
Luis del Olmo
Periodista
Cada español lleva una España inserta en su corazón. Mi España es una gran familia a la que durante más de cuarenta años le he estado dando los buenos días. Cada mañana, cuando se abría el micrófono, mis primeras palabras eran estas: «Buenos días, España», y siempre he tenido la sensación de que nuestra querida España respondía al saludo.
Para los que estudiamos Historia en tiempos pretéritos, el concepto de España era tan indiscutible como inamovible. ¿España? España siempre había estado ahí. Estuvo cuando aún no se llamaba España, cuando se la conocía como Iberia, la tierra de los íberos, aquellos antepasados nuestros que se enamoraron de un río cántabro y lo consideraron como un dios, el dios Ibero, el dios Ebro. Nadie nos dijo en nuestros años escolares que el concepto de nación era demasiado alambicado en una época en la que aún no estaba claro ni siquiera el concepto de tribu.
España se ha hecho poco a poco, se hizo primero como territorio y se acabó de cohesionar como un todo, hasta llegar a ser una nación, pero tampoco una nación granítica y uniforme, sino una realidad más compleja.
Su unidad descansa precisamente en el reconocimiento de esta diversidad. La historia ha sido testigo. España ha ido construyendo su unidad respetando la identidad de todas sus partes.
Desde que está vigente nuestra Constitución, España ha protagonizado la mayor descentralización que se ha conocido en Occidente. Y lo hicimos sin rupturas, sin graves conflictos, con el consenso de toda la sociedad. Este fue nuestro auténtico milagro español. Muchos observadores pensaron que estábamos levantando castillos en el aire, nadie preveía que el modelo autonómico tuviera tanta aceptación.
La clave de la unidad, dentro de la diversidad, radica en el pacto y el consenso. No hay más horizonte que la convivencia, no hay más receta que la tolerancia. Pactar quiere decir ceder, negociar, quiere decir convivir. Y convivir quiere decir respetar la identidad en un marco de libertad y solidaridad. Pero también quiere decir aceptar la complejidad de la pluralidad, y aceptarla en todas las direcciones en las que esta complejidad se manifiesta. Y este no es un ejercicio fácil.
Lo importante no es perder el tiempo en intentar definir lo que somos. La verdadera definición es la de nuestros actos. Somos lo que hacemos.
Cuando realmente progresa la ciudadanía es cuando progresa y se hace mejor un país. Tengo fe en el futuro. La España de mañana será un país curtido, que ha sabido sacar lecciones de la crisis. La nueva España será un país respetuoso con el medioambiente, con un consumo sostenible, un país que posea los mayores índices de productividad y de competitividad de su historia, un país donde, en vez de grandes hazañas de conquistadores imperiales, abunden las hazañas cotidianas de anónimos conquistadores empresariales. La España que viene será la España hábil, creativa, dinámica, divertida y acogedora.
Es hora de afirmarnos como un pueblo abierto a todos los vientos de la historia con ciudadanos conscientes y orgullosos de su pertenencia. Lo nuestro es mucho más que un país, es un estilo de vida, lema de este interesante proyecto, 1785, cuya primera piedra es este libro que pone en valor todo lo positivo que hemos construido y que tenemos como sociedad.
Luis del Olmo
ESPAÑA: GANAR O PERDER
Raúl Peralba
“Gurú” sin pretensiones; pero muy vocacional
Tú mismo, tanto como cualquier persona en el universo,
te mereces amor y afecto.
Buda (563-483 a. C.)
¿Podríamos imaginar una gran empresa, institución o, incluso, un grupo familiar o de amigos en el que los miembros tuvieran mayoritariamente una “actitud de desaliento o pesimismo en cualquier propósito común”? El Dicc. de la RAE los definiría como “derrotistas”. ¡Sería una actitud muy poco inteligente!
Así pues si hacemos una analogía entre un país o una región y una “corporación” cuyos miembros son socios y empleados y su objetivo es aumentar el bienestar de todos ellos; no parece sensato pasarse el día despotricando ante propios y extraños sobre ellos mismos. Es como si los accionistas y empleados o miembros de ZARA, Mercadona, Iberia, Telefónica o los estudiantes de una universidad o escuela de negocios, se dedicaran a destacar lo negativo y ocultar lo positivo del grupo y/o de sus otros miembros. Precisamente, está demostrado que las que tienen mayor éxito son aquellas en las que sus miembros están orgullosos de formar parte del equipo y que lo manifiestan, siempre que tienen la ocasión, con entusiasmo y disfrutan poniendo en evidencia su pertenencia.
España ha sido siempre mucho mejor que la imagen que ha logrado proyectar. Las percepciones han estado y siguen estando por debajo de la “realidad real”. Somos los propios españoles los más derrotistas, es decir pesimistas en cualquier empeño con nosotros mismos. Lo corroboran estudios internacionales muy serios; España es una de los países más ingrato consigo mismo comparando con la imagen que tienen de nosotros en otros lugares. Y aun así también los extranjeros tienen una imagen de España bastante por debajo de lo que es el “producto” en la realidad real. Ya lo decía Nicolás Maquiavelo:” Pocos saben lo que somos; pero todos lo que parecemos”. Y lo que “parecemos” depende de nosotros y de nadie más.
¡Ese es el diagnóstico, nos hace falta el “médico” y el tratamiento!
No hay duda que España es uno de los países del grupo de los Top15 en base a valores objetivos (PIB, Inversión internacional, empresas globales, Export-Importación, etc.); pero nuestra imagen es percibida bastante más atrás de lo que nos merecemos, especialmente entre los líderes de opinión cuando hablan de nosotros desde la perspectiva empresarial.
Bastante trabajo tenemos si queremos mejorar esa situación para que nosotros mismos la compliquemos. Es claro que, lamentablemente, en nuestro país, por alguna razón inescrutable, no nos caemos bien a nosotros mismos y menospreciamos todo lo que tenga que ver con “España”; tanto los atributos valores y beneficios que la distinguen, como los símbolos que los representan. ¡Eso es lo primero que tenemos que corregir! De eso trata el Proyecto 1785.
Hay que aclarar primero que se trata de un problema muy complejo con muchas variables difíciles de controlar. Aunque es sorprendente ver con que facilidad “expertos” sin experiencia ofrecen análisis y respuestas aparentemente certeros, sobre algo tan complejo, con un reduccionismo conceptual y la temeridad intelectual de resumir el problema en unos rankings elaborados muchas veces con muestras, poco representativas, de individuos sin poder de decisión que no tienen ni idea del país sobre el que opinan. Los gobiernos y grandes empresas siguen financiando estudios que sirven solo a fines mediáticos, y no ayudan a tomar decisiones para mejorar la competitividad.
La referencia para recomendar o pedir algo o alguien es el ser ideal que cada uno construye en su mente y le asigna atributos, valores y beneficios que espera obtener. ¡Es la marca! Ese “Objeto, fenómeno o acción material que, por naturaleza o convención, representa o sustituye a otro” (Sic DRAE) Y la “marca-lugar” debe comenzar a construirse en “casa”. Tenemos que transformar 46 millones de derrotistas en 46 millones de optimistas convencidos.
Este es un asunto