Miradas de la vejez: calidad de vida, identidad, violencia y trabajo. María Montero-López Lena
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En lo familiar, se proyecta la CV en la vejez en tener reconocimiento, acompañamiento y la satisfacción del deber cumplido. La mirada hacia la trayectoria de vida y las evidencias que se identifican en el tiempo presente le dan contenido al cumplimiento de las reglas del sentimiento y los códigos emocionales que focalizan el lugar transitado en la familia. Finalmente, las personas mayores consultadas, ponen otro acento en la connotación de la CV en cuanto a la disponibilidad y acceso a recursos institucionales, de manera puntual a la atención en salud y a la atención a las personas mayores. Además, incluyen en sus relatos una expresión emocional sobre la CV referida a la capacidad de aceptar la vejez, la demanda de ser reconocidos y no excluidos, la manifestación de los miedos y temores y la consideración de una muerte digna.
Escenarios de interacción cotidiana
Desde los relatos aportados por los informantes se pueden marcar tres ejes de referencia sobre los entornos: el que alude a la casa y al hogar como un escenario cotidiano doméstico y privado; otro entorno de carácter institucional vinculado con prácticas participativas y, el último, a un marco más amplio de movilidad por la ciudad. Tres escenarios de interacción que se entrelazan en el funcionamiento de la vida cotidiana para las personas mayores participantes. Con relación al entorno físico, las personas identifican la casa y en ella la habitación propia, en esto coinciden hombres y mujeres de distintos estratos. En cuanto a los entornos sociales, conectados con escenarios públicos institucionalizados a través de programas, grupos de oración y gimnasio, se hace evidente el lugar que tienen éstos en la vida cotidiana de las personas mayores, al constituirse en un referente de satisfacción, de sentido de pertenencia y de validación de una utilidad social que gratifica su vida. Finalmente, la conexión con la ciudad les brinda arraigo, confianza y familiaridad.
Vida familiar: configuración del tejido parental, anclaje de convivencia y cuidado.
Con base en los relatos de participantes se describen dos dinámicas de convivencia familiar como panorama de su vida cotidiana: una desde la delegación de tareas y la otra a partir de acuerdos establecidos. Dos asuntos que expresan el paisaje que traen las transformaciones demográficas y los cambios en su vida familiar, con el envejecimiento poblacional y la amplia presencia de grupos poblacionales de adultos mayores.
La vida familiar para las personas adultas mayores ocupa un lugar central en sus relatos cotidianos; es el tema de conversación diaria, en torno a lo que hacen o han dejado de hacer. Expresiones que contienen movilizaciones emocionales de un recuerdo de su pasado y una adaptación a las realidades presentes. El desplazamiento o giro en sus capacidades, actividades y lógicas de vida asociado a las situaciones de salud o a la disposición de tiempo diario en su vejez, los enfrenta a un tiempo familiar de presencia o ausencia de sus parientes más próximos (pareja o hijos) y a la redefinición de acuerdos de convivencia, participación y cuidado. Es decir, la vida cotidiana de las personas viejas participantes presenta una relación directa con los movimientos de las redes parentales y sociales.
Cuando la pareja llega a la vejez, se evidencia una redefinición de convivencia, compartiendo más tiempo en el hogar y la participación directa de los hombres en la “domesticidad” a través de la compra del mercado, el pago de facturas y otras diligencias que mantienen su vinculación a espacios públicos; y la conservación del lugar de las mujeres en la preparación de alimentos, el cuidado y la atención del hogar. Y con relación a los hijos, quienes ya salieron del hogar parental, se conserva la práctica cultural filio parental de una línea de atención y comunicación generalmente diaria y de presencia directa en el ritual de una “comensalidad” en los fines de semana, especialmente los domingos.
Ante la muerte del cónyuge o salida de los hijos e hijas del hogar, se produce una ruptura en el ritmo de la cotidianidad familiar, al detonarse la configuración del hogar unipersonal por decisión o imposición. Respecto a la primera, la persona adulta mayor asume el vivir sola en su hogar. Una decisión que se encuentra asociada con su trayectoria de vida, su concepción y realidad presente de vida autónoma e independiente y confronta, desde esta decisión personal y subjetiva, la generalización cultural de la soledad y el abandono. Y con relación a la segunda por imposición, la muerte de la pareja y la salida o ausencia de los hijos e hijas también puede configurar la presencia de hogares unipersonales, marcados por la connotación emocional de débiles o inexistentes vinculaciones parentales. Además de relacionarse con equipajes culturales y emocionales de dependencia hacia las personas ausentes y de cierto sentimiento de victimización.
Un paisaje que permite vislumbrar una resignificación de las relaciones y vínculos emocionales y afectivos hacia y desde la persona adulta mayor. Los rituales de comunicación con una temporalidad diaria o permanente le brindan certeza y confianza para afinar el sentimiento de sentirse cuidado y conservar un lugar de atención entre sus redes parentales y sociales.
En otras palabras, a través de las narraciones de las personas mayores participantes en la investigación, se puede identificar un umbral de cambios en las condiciones y calidad de vida en la vejez. Los giros en la cotidianidad familiar por ausencia de figuras parentales próximas y significativas; la decisión o imposición de estilos de vida doméstica en el hogar compartido o no y el despliegue de movimientos emocionales importantes para garantizar, conservar, sostener o mantener sus condiciones de salud física, emocional y social.
Además, una cotidianidad marcada por la inclusión de la tecnología virtual. A partir del computador, su aprendizaje como mediador de la comunicación familiar y el uso del chat como dispositivo tecnológico, le presentan al adulto mayor una nueva lógica del mundo, a través de la descorporización de las relaciones, el acortamiento de las distancias, la presencia ausente de quienes están en otros lugares y las imágenes virtuales de sus próximos, conservan y mantienen el anclaje a la vida familiar. No obstante, enfrentar dificultades en la asimilación e interiorización de códigos de comprensión, vinculados a dichos procesos tecnológicos, reconocen con asombro la asistencia y participación de estos movimientos de la vida contemporánea.
Cuando los adultos mayores hablan de familia y vida familiar atraviesan asuntos como la maternidad, la paternidad y los enlaces intergeneracionales. Las dos primeras nociones expresan relaciones parento-filiales y desde las subjetividades enunciadas en las narraciones, movilizan una amplia emotividad y afectividad, relacionada con la distancia y la proximidad. Un tema que se constituye en la columna vertebral de su vida cotidiana. Las conversaciones en torno a la historia familiar expresan el reconocimiento del anclaje, la valoración de una trayectoria marcada por avances y retrocesos, el significado de la identidad y la perseverancia de la pertenencia.
Una voz que desde los adultos mayores enuncia su lugar como padre o madre con relación a sus descendientes, como también desde éstos hacia ellos mismos. Entrelazan su auto reconocimiento, con la responsabilidad, el sacrificio y la lucha que desplegaron para sacar a sus hijos adelante y la compensación que reciben en este tiempo, mediada por los cambios generacionales y con cierta añoranza entre la expectativa que tenían y la realidad que enfrentan.
Por otra parte, estos relatos ponen la proyección de la vida familiar como un escenario de enlace intergeneracional. El entrelazamiento que, a través de los procesos de crianza y cuidado, trenza los tiempos sociales y configura los umbrales donde se gestan los cambios y transformaciones de la sociedad. Los relatos de las personas consultadas incluyen la mirada de estos enlaces, señalando como puntos de descripción sus ideas sobre la transmisión de valores y conocimientos, la percepción sobre el tiempo actual y las opciones a las que se enfrentan. Estos relatos también consideran que los tiempos actuales los sitúan ante el desgaste de los valores, el señalamiento de la pérdida del respeto hacia las personas mayores, la debilidad de las normas sociales, la incertidumbre de la protección y seguridad familiar, el desorden de las buenas costumbres especialmente referidos al vestido, los comportamientos sexuales y las libertades de las mujeres.
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