Miradas de la vejez: calidad de vida, identidad, violencia y trabajo. María Montero-López Lena
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Discusión y conclusiones
Las personas mayores le otorgan un significado a la CV en la enunciación de un bienestar o estar bien a través del entrecruzamiento de dos vértices: uno material y físico y el otro simbólico. El primero, alude a la disposición de condiciones que les garantizan la autonomía y la independencia; y el otro, se refiere a la valoración y reconocimiento que reciben como personas y como adultos mayores y la confianza que sienten y brindan.
En lo que respecta a la autonomía y la independencia y desde el punto de vista de los derechos, se consideran conceptos interdependientes y términos que se suelen usar indistintamente en diversos ámbitos y marcos jurídicos. Mientras la autonomía consiste en la capacidad de ejercer la libertad de elección y el control sobre las decisiones que afectan a la propia vida, la independencia consiste en vivir en sociedad sin asistencia, o al menos con un grado de asistencia que no someta a las personas mayores al arbitrio de otros (Naciones Unidas, 2015). Como lo expresa Huenchuan (2012, 2014), desde una perspectiva de derechos humanos, la autonomía supone, por un lado, una dimensión pública que tiene que ver con la participación activa en la organización de la sociedad y, por otro, una dimensión personal que se expresa en la posibilidad de formular y realizar los propios planes de vida. En ambos casos, la autodeterminación y la libertad para decidir por uno mismo son la base de su ejercicio.
Se habla con naturalidad de vidas y personas independientes que pasan a ser dependientes, de personas autónomas que dejan de serlo, como es el caso de las personas mayores. Ellas a menudo son despojadas de manera arbitraria de su autonomía, es decir, de su capacidad de responder a sus propias necesidades, expresar sus deseos, tomar decisiones, optar entre distintas posibilidades y alcanzar sus metas, lo que limita cualquier posibilidad de mantener un control sobre sus vidas (Huenchuan, 2018).
En el escenario actual del envejecimiento poblacional, la capacidad de vivir de forma autónoma e independiente en la comunidad constituye un objetivo prioritario para la persona mayor y para la sociedad (Huenchuan, 2016, 2018). En palabras de las personas mayores, la calidad de vida se expresa, en primera instancia, en la posibilidad de continuar viviendo de esta manera: con autonomía e independencia.
El proceso de envejecimiento implica una serie de cambios que influyen en la calidad de vida de la población adulta mayor, cuando su entorno es discriminatorio y cuestiona las capacidades de las personas mayores, la calidad de vida se deteriora (CEPAL, 2017). Las personas mayores están expuestas a elevados niveles de exclusión por la falta de reconocimiento que las afecta y por la obstaculización que enfrentan para ejercer sus derechos y contar con oportunidades fundamentales (Huenchuan, 2013).
Así, desde la perspectiva de los participantes, la calidad de vida como bienestar desde una perspectiva simbólica, se conecta con la satisfacción y la necesidad de ser reconocidos y valorados, especialmente en su ámbito familiar, social y vecinal.
La marca cultural del lenguaje del déficit sobre la vejez se somete a una confrontación: desde la propia experiencia se ve como bienestar, pero a partir de la mirada ajena, sobre una otredad generacional, se señala un malestar de la vejez. Esta frontera entre la percepción individual y subjetiva de la propia experiencia, expresa la conciencia del ser y estar en el mundo y los imaginarios sociales que se trazan en la mirada hacia la otredad en los demás. En otras palabras, los relatos presentan un límite entre la propia condición y situación y la de otros adultos mayores. En las narraciones se encuentra una línea de referencia que distingue la percepción de la propia vejez de la de otros adultos mayores. Un asunto que pone un giro lingüístico en la enunciación de la vejez como situación individual a la de condición como categoría social. Además, existe una gran diferencia entre ser viejo y sentirse viejo. La valoración subjetiva sobre la experiencia de la propia vejez se distancia del señalamiento deficitario al significar el bienestar que se tiene. No desconocen los cambios que se dan con el envejecimiento, pero señalan la compensación de satisfacción y gratificación de su propia autonomía e independencia. Se encuentran narraciones que revelan la manera como las personas adultas mayores se saben a sí mismos, esta percepción está acorde y es coherente con el concepto de viejo que se maneja, la vejez es pérdida, deterioro, declinación; así, si estas condiciones no están presentes no se es viejo. En palabras de la vejez se relaciona principalmente con la enfermedad, la falta de capacidades, el deterioro y la finitud material.
De otro lado, la centralidad de la vida familiar de las personas mayores aún continúa vigente. El estudio SABE Colombia (2016) muestra que alrededor de una tercera parte de los ancianos vive en familias nucleares, igual proporción, en familias extensas, una quinta parte vive en familias compuestas y uno de cada diez adultos mayores vive en familias unipersonales. Estos hogares unipersonales merecen especial atención, es un indicador por excelencia de la tensión entre la individualización, la autonomía e independencia del espacio cotidiano y la dependencia de residencia y doméstica del grupo familiar. Alternativas que se producen ya sea por elección (decisión personal), por situación (separación, divorcio, muerte) o por condición (migración, desplazamiento, trabajo o educación).
Emerge un nuevo paradigma sobre la vejez que hace visible la paradoja social y cultural entre las viejas reglas del sentimiento de vulnerabilidad, déficit y pérdida hacia unas nuevas demandas sociales en torno al individualismo, la autonomía y la independencia. Un paradigma que enfrenta tensiones y conflictos, avances, retrocesos y escollos culturales, sociales, económicos y políticos por los contenidos de obligaciones, responsabilidades y decisiones que contienen. Una realidad que está presente cada día, con mayor fuerza para hacerse innegable e ineludible. Los acelerados cambios demográficos, que se traducen en la vida familiar, en la consistencia y garantía de redes parentales, sociales, vecinales e institucionales para el cuidado y auto cuidado de las personas que diariamente envejecen y con su proyección certera de ser viejas, ponen el lente al Estado y la Sociedad ante el compromiso de una vida digna y de construir una conciencia sobre el vivir, la finitud de la vida y el compromiso de su continuidad.
“La vejez es experimentar, adquirir sabiduría, amar y perder, y estar más cómodos en la propia piel, por mucho que se torne ajada. La vejez es muchas otras cosas. Para muchas personas tendrá que ver con los remordimientos, la preocupación, la acumulación de objetos y la necesidad. También puede tener que ver con el voluntariado, la comprensión, la guía, el redescubrimiento, el perdón y, cada vez con más frecuencia, el olvido” (Nussbaum y Levmore, 2017:11).
Agradecimientos
Este estudio se llevó a cabo gracias al patrocinio de Colciencias y el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia.
Referencias bibliográficas
Araujo, K. (2013). Artesanía e incertidumbre: el análisis de los datos cualitativos y el oficio del investigador. En: M. Canales (coord.) Escucha de la escucha. Análisis e interpretación en la investigación cualitativa. Santiago: Editorial LOM. Universidad de Chile.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2017). Derechos de las personas mayores: retos para la interdependencia y autonomía. (LC/CRE.4/3/Rev.1), Santiago.
Dulcey-Ruiz, E. (2013). Envejecimiento y vejez: categorías conceptuales. Bogotá: Red Latinoamericana de Gerontología-Fundación Cepsiger para el Desarrollo Humano.
Engler, T. (2002). Marco conceptual del Envejecimiento Exitoso, Digno, Activo, Productivo y Saludable. En: T. Engler y M. Peláez (eds.). Más vale por viejo. Banco Interamericano de desarrollo. Washington D.C., 2002.
Flick, U. (2004). Introducción a la investigación cualitativa. Madrid: Ed.