E-Pack Bianca y Deseo julio 2021. Varias Autoras
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Beatrice entró sabiendo no solo lo que iba a decir, sino cuándo decirlo. Se permitiría una última noche con él, y luego se lo contaría.
Pero lo cierto fue que apenas había cerrado la puerta tras ella cuando lo soltó.
–Estoy embarazada, y sí, sé que tuvimos… que tuviste cuidado.
Tenía un vago recuerdo de haber apartado la mirada de la suya.
–Me he hecho tres pruebas, y… no, eso es mentira, me he hecho seis. Solo quiero que… que sepas que no quiero nada de ti. Iré mañana a casa a contárselo a mi madre y a mi hermana y voy a estar bien. No estoy sola.
Dante permaneció allí de pie sin moverse durante su exposición maquinal de los hechos. Extrañamente, el hecho de decirlo en voz alta había hecho que el secreto que guardaba le resultara un poco menos surrealista.
Beatrice creía estar preparada para cualquier reacción, la mayoría incluían ruido, pero no había contemplado la posibilidad de que Dante se girara sobre los talones y saliera por la puerta antes de que ella pudiera siquiera recuperar el aliento.
No sabía si transcurrieron unos minutos o una hora, pero cuando la puerta se abrió de nuevo ella no se había movido del sitio en el que estaba antes de su abrupta salida. Dante seguía un poco pálido, pero no tenía cara de asombro. Una expresión decidida como el acero le marcaba las líneas del rostro.
–Bueno, está claro que tenemos que casarnos. No necesito que mi familia forme parte de esto, es una de las ventajas de ser el repuesto. Carl se va a casar, y seguramente ni siquiera se den cuenta de lo mío. ¿Y tú?
¿Carl? ¿Qué tenía que ver su hermano mayor con aquello? Los pensamientos de Beatrice iban unos pasos más atrás de las palabras de Dante.
–Una gran boda, dadas las circunstancias, no es opción. Pero si quieres que tu familia más cercana venga, puedo arreglarlo. Tengo negocios que atender en la zona, así que ¿qué te parece Las Vegas la semana que viene?
Dante hizo una pausa, seguramente para tomar aliento.
–¿Estás de broma? La gente no se casa porque vaya a tener un bebé… vamos a olvidar lo que has dicho. Estás en estado de shock.
No pareció que Dante tuviera en cuenta su comentario.
–Puede que solo sea el repuesto, pero sigo siendo el segundo en la línea de sucesión al trono… mi hijo no cargará con el estigma de ser un bastardo. Créeme, lo he visto con mis propios ojos y no es algo bonito.
–Estás loco.
Dante tenía un argumento para todas las objeciones que le presentó. La más convincente fue que era lo mejor para el bebé, aquella nueva vida que habían creado.
Beatrice terminó por acceder, por supuesto. Decirle que sí a Dante era un hábito que tenía que romper si quería recuperar el control de su vida.
Y en cuanto a lo de la noche anterior… ¿cómo podía haber sido tan estúpida… otra vez? Y solo podía culparse a sí misma. Dante no tenía que hacer nada para que ella le siguiera como un perrito. Solo tenía que existir.
Y nadie había existido nunca tanto como Dante. Nunca había conocido a nadie tan vivo. Tenía una presencia electrizante, y exudaba una vitalidad desnuda que hacía que resultara imposible olvidarse de él.
Pero tenía que hacerlo. Tenía que dejar la noche anterior atrás y comenzar de nuevo. Las cosas se pondrían más fáciles. ¡Tenía que ser así! Pero primero, no podía huir y esconderse, o fingir que la noche anterior no había pasado. Tenía que aceptar que lo había estropeado todo y seguir adelante.
–¿Qué estás haciendo aquí, Dante?
–Tú me invitaste. Me pareció de mala educación…
–¿Cómo sabías dónde estaba?
Tras dejar a Dante, se mudó las primeras semanas con su madre, y luego ocupó el sofá de Maya hasta que apareciera un apartamento que pudieran pagar.
Dante arqueó una ceja y ella suspiró.
–De acuerdo, es una pregunta estúpida.
Había considerado la posibilidad de seguir insistiendo en que no necesitaba ningún tipo de seguridad, ni siquiera al ultradiscreto equipo de hombres que la vigilaban de dos en dos las veinticuatro horas del día, pero había aprendido que era mejor pelear las batallas en las que había una posibilidad de ganar.
–¿Sabes? Hubo un tiempo en que mi vida era mía.
–Volverá a serlo.
No como en el caso de Dante. El momento en el que su hermano renunció al trono fue el momento en el que supo que su vida había cambiado para siempre. Ya no era el príncipe playboy y el futuro padre por sorpresa. Era el futuro de la monarquía.
Beatrice frunció el ceño al escuchar aquello, pero la expresión de Dante no daba a entender nada.
–Una amiga de mi madre es la dueña de este sitio. Solíamos venir aquí cuando éramos pequeñas.
Dante levantó la vista de sus puños apretados al pensar en su futuro mientras ella recorría con la mirada las paredes de madera de la modesta cabaña de esquí.
–Ruth, la amiga de mi madre, tuvo una cancelación de última hora y nos ofreció la cabaña durante quince días a un precio casi simbólico. Maya está trabajando en unas ideas que tiene para una línea deportiva, y pensamos que la nieve podría inspirarla.
–Entonces, ¿el negocio va para delante? La industria de la moda es muy dura.
–Poco a poco –respondió ella bajando la mirada en gesto protector mientras Dante cambiaba de posición, provocando que se le marcaran los músculos del torso.
No le sobraba ni un gramo de grasa, y su complexión fuerte y de hombros anchos provocaría la envidia de muchos atletas profesionales.
Beatrice se habría retirado si hubiera un lugar al que retirarse. Pero ignoró el temblor de la pelvis y fingió que no tenía la piel de gallina, ajustándose la sábana una vez más.
–Sería mucho más rápido y fácil si le hicieras llegar al banco la noticia del acuerdo que vas a firmar. ¿Saben que vas a ser pronto una mujer rica?
Rica y soltera. Beatrice se negó a pensar en la sensación de vacío que le nació en el estómago.
–Y estaré encantado de hacerte llegar ahora mismo los fondos que necesitas.
Ella apretó los labios. Si la gente la llamaba cazafortunas no le importaba, siempre y cuando ella supiera que no lo era.
–No quiero tu dinero. No quiero nada…
«Quiero volver a ser la persona que era», pensó con tristeza, consciente de que aquello no iba a pasar. Solo había estado casada diez meses, y llevaba seis más separada, pero nunca podría volver a ser quien fue, y lo sabía.