Asumir para transformar. Claudio Rizzo
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No pocas veces, sacamos enseñanzas de las experiencias de vida que hoy podemos llamar negligencias, frustraciones, incomprensión, dolor, etc., que son “a posteriori” fuentes de bendición. De ello podemos redimensionar nuevos valores, perspectivas más audaces de la vida, temple como para superar los desafíos, “piernas de gacela que nos permiten volar por las alturas” (Habacuc) – lo cual significa llegar a tener una visión más elevada-contemplativa de los hechos de nuestra existencia.
Así nuestras habilidades y nuestra relación con Dios, crecieron y fueron modelados por la presencia de estos acontecimientos, por ciertos, inimaginables.
Quisiera señalar un aporte psico-teológico bíblico, claramente distinguible. Hay varios casos en la Biblia que muestran que el estado espiritual de la madre influye sobre la posterior vida espiritual del feto. Una mujer estéril, la esposa de Manoa, recibe la revelación de que tendrá un hijo y que éste comenzará a salvar a Israel de los Filisteos, Jc 13, 2-5. El hijo nació y fue llamado Sansón y en él se cumplió la profecía.
Ahora podemos interpelarnos en ¿por qué Dios se reveló a la madre antes de la existencia histórica de Sansón?, ¿es que el conocimiento previo por parte de la madre y su expectación es un medio que Dios utiliza como elemento en la constitución del nuevo ser? ¿Cómo y cuándo comienza a actuar el Espíritu Santo en la nueva criatura? Si el estado fisiológico y psíquico de la madre afecta positiva o negativamente al feto, ¿no ha de influir también su estado espiritual?
Y siguiendo un orden cronológico, es significativo el hecho de que Lucas, quien nos presenta el relato más acabado sobre el nacimiento de Jesús, nos informa que la Virgen María pasó por una experiencia similar a la de la madre de Sansón.
El ángel le dijo: “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás por su nombre Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”, Lc 1, 31-33.
Un anuncio similar se hace a Zacarías, el padre de Juan el Bautista, cuya esposa era estéril y como en el caso de Sansón y de Jesús, el Señor, el anuncio se hace antes de la existencia histórica del instrumento humano que Dios se propone utilizar, Lc 1, 5-25; 57-80. Vemos que hay una influencia de la vida intrauterina de la madre en cada caso. Un impactante ejemplo de vida intrauterina es el que nos relata San Lucas en ocasión de la visita que María hace a Isabel, estando ambas encintas. Isabel dice a María: “Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que fue dicho de parte del Señor”, Lc 1, 44-45.
Es interesante señalar que en los tres casos hay una intervención divina que informa lo que la criatura llegará a ser antes de la concepción misma.
Tenemos otro caso en la Biblia en que la iniciativa no viene de Dios sino de la madre. Ana es una pobre mujer estéril que se siente irrealizada. Oró con tanta insistencia que Dios la tuvo por ebria, pero sale con la seguridad de que su oración ha sido escuchada y que será madre: “Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste”, 1 Sm 1, 18. Ella había hecho la promesa de dedicar su hijo a Dios, si se lo concedía (1 Sm 1, 11), el nombre Samuel significa en hebreo “escuchado del Señor” y Samuel fue un instrumento de Dios.
Es así que al hacer un análisis psico-teológico de la conversión, la definimos como un proceso de cambios actitudinales que marchan hacia su consumación. Este proceso podemos escudriñarlo desde dos elementos constitutivos del mismo: a) Lo religioso en el hombre y b) El encuentro con Dios como experiencia mística.
¿Quiénes sobreviven a esos desafíos aparentemente excluidos de la mirada de Dios, según nuestra posible percepción? Ante todo, debemos aclarar que aquellos que aún no entendiendo sobreviven en el Señor podemos llamarlos hoy “sobrevivientes bendecidos”. Estas personas tienen características en común:
1) Tienden a planear de antemano para poder enfrentar efectivamente las transiciones de la vida. Y lo pueden hacer porque perciben algo difuso debido a que sus sentidos internos se agudizan por su vida de fe verdadera. Planifican para hacer frente y persisten en ello. ¿Cómo ves tu futuro?
2) Cuando no es posible planear con antelación, aprenden de otros que han pasado por tiempos difíciles en la vida, ¿a quién recordaste en situaciones similares para apoyarte en su modo de proceder?
3) Encuentran formas saludables de expresar dolor, enojo y resentimiento. No embotellan sus sentimientos de dolor, ni se quejan y contagian con su incomodidad a los demás. ¿Cómo tratas tus sentimientos? ¿Sos enojoso/sa?
4) No viven independientemente. Han aprendido a sacar de sus propias fuerzas y dones y utilizarlos efectivamente; no obstante, pueden aceptar ayuda de los demás. También pueden expresar interés y afecto por los demás. ¿Quién es tu “holding”? = ¿En quién te sostienes/apoyas?
5) Tienen referentes/modelos a los que siguen. Ganan fortaleza interna al conocer de esas personas y de lo que han hecho. ¿Quiénes son tus modelos?
6) Son personas que desean aprender y crecer. Esperan continuar creciendo a través de sus vidas. ¿Cómo estás creciendo actualmente en tu vida? ¿Qué estás haciendo conscientemente para que tu aprendizaje continúe?
7) Aceptan responsabilidades para hacer que sucedan cosas en sus vidas. Enfrentan e intentan superar las dificultades. Evitan culpar a otros. ¿Qué has superado?, ¿qué estás superando?
Nos preguntamos, nos respondemos:
ü ¿Cuánto de hondo caló el término “sobreviviente” en esta reflexión?
ü ¿Cómo tener vida y “en abundancia” si no estamos en alianza con Dios?
ü La Gracia o bien llamada alianza es un encuentro de voluntades: la divina y la humana. En cuanto a lo que a nosotros concierne: ¿cómo contribuimos con Dios para permanecer en ese estado?, ¿priorizamos nuestras opciones por su Evangelio? Ya sea en lo vivencial (integrando valores), en lo cúltico (adorando a Cristo en el Altar), en lo ético (revitalizando el sentido de la vida), en lo afectivo (redimensionando el verdadero Amor de Dios) - que nos fue infundido en nuestros corazones (Rm 5, 5).
ü Si la conversión es un proceso actitudinal que marcha hacia su consumación: ¿qué actitudes nuevas has logrado incorporar en tu vida?, ¿recuperaste el gozo evangélico?, ¿la actitud servicial?, ¿desarrollas aún más tus capacidades constructivas tales como la tolerancia, la perseverancia, la comprensión, la fidelidad a las opciones que entiendes que debes hacer en tu vida cotidiana? Esta incorporación seguramente va a suscitar nuevos bríos en tu vida siempre y cuando la realices desde tu convicción y nunca como copia de lo que otros hacen. Si no hay convicción no hay verdadera opción. Las opciones a las que me refiero son actitudinales no ideológicas. Prioriza siempre lo carismático sobre cualquier ideología. Las ideologías no aseguran la continuidad de un cambio actitudinal. Sí lo hace la convicción.
“Hay dos cosas que yo te pido,
no me las niegues antes que muera,
aleja de mí la falsedad y la mentira;
no me des ni pobreza ni riqueza,
dame la ración necesaria”.
Proverbios