Asumir para transformar. Claudio Rizzo
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2. “No importa lo que suceda, no permitiré la derrota”
Esta actitud promueve la posibilidad de seguir intentando y no darse por vencido. “Las armas de nuestro combate no son carnales, pero, por la fuerza de Dios, son suficientemente poderosas para derribar fortalezas”, 2 Co 10, 4. Para ello, es conveniente consultar a Dios, antes de cualquier emprendimiento a fin de que sea auténticamente voluntad de Dios lo que proyectamos y no “nuestros caprichos u obsesiones”. Cuando Dios bendice un proyecto, ni el desaliento ni la desesperanza advienen. La primera manifestación aprobatoria por parte de Dios es la “preservación de nuestra animosidad”, dado que desde el ánimo es que los proyectos son iniciados.
Tengamos en cuenta la vida de los santos, varones y mujeres, en los distintos modelos de santidad.
Nos preguntamos, nos respondemos:
ü ¿Te autocompadeces en relación a tu historia de vida? Hacerlo es bueno, instalarse no lo es.
ü La autocompasión permanente puede provocarte una cerrazón inconsciente de tu vida, algo así como si tu historia se sujetara solamente a una etapa de tu vida (especialmente niñez y/o adolescencia).
ü Cierra capítulos de vida, sabiendo que Cristo Jesús se entregó por vos. De no cerrar capítulos, tu vida no continúa, se quedó allí en el pasado. Al cerrarlos, tendrás presente y así “permitiré que Dios guíe lo que hago en el presente”.
ü Dios quiera, y vos también, que esta frase “No importa lo que suceda, no permitiré la derrota”, abra nuevos horizontes en tu vida.
“No hay mayor felicidad que la alegría del corazón”
Eclesiástico 30, 16b
4ª Predicación. “Nuestros desafíos en el proceso de conversión”. Pisco-teología de la conversión IV
“Dios nos reveló todo esto por medio del Espíritu,
porque el Espíritu lo penetra todo,
hasta lo más íntimo de Dios.
¿Quién puede conocer lo más íntimo del hombre,
sino el espíritu del mismo hombre?
1ª Corintios 2, 10-11a
La conversión, sin lugar a dudas, es en palabras sucintas, el encuentro divino-humano. Por un lado, a) lo religioso en el hombre y por el otro, b) el encuentro con Dios.
En lo referente al encuentro con Dios, Jesús la ejemplifica con la Parábola del Hijo Pródigo (Lc 15, 1-24) y que hace posible el nuevo nacimiento sobre el cual habló Nicodemo (Jn 3, 1-15). La conversión forma parte de la madurez cristiana.
De hecho, la madurez es un proceso a través del cual se aprende a conocer, nombrar, reconocer y ordenar los afectos, sin temerles.
En estos tiempos en los que encontramos muchos “tabúes” por una malformación, en varios casos, de la conciencia, hay personas que sienten algo así como rechazo hacia ciertos temas, como por ejemplo, “la madurez afectiva”. Ciertamente, creo que esto obedece a extremos a los que podríamos llamar “falso machismo” o bien un “laxismo” tal que el hombre demuestra no interesarse por temas como éstos. Indudablemente, esto equivale a tener cierta reticencia hacia el propio conocimiento, por miedo a auto descubrirse y encontrarse con un inconsciente dormido durante años.
La persona madura, acepta y no rechaza, evalúa y elige con libertad. Hace espacios, no se cierra, se da tiempo, tolera la frustración, acepta lo diferente. El maduro no se ata a los esquemas sino que los emplea hasta que ya no le sirven y es capaz de desprenderse de ellos y de evaluarlos, si cabe, con capacidad de rectificación. Es así que la persona madura se torna en agente de libertad para otros, dado que él es un hombre libre. No se crea autoimágenes, identifica su “yo real” y se mueve en ese plano distinguiendo su “yo ideal”.
Por eso, es ineludible sostener que el hombre maduro es responsable. En contraposición con la madurez está la inmadurez.
Quisiera tomar el lenguaje que San Pablo usó cuando se remitió a la “Inmadurez de los corintios”, tal como en encontramos en 1 Co 3, 1ss: “Por mi parte, no pude hablarles como a hombres espirituales, sino como a hombres carnales, como a quienes todavía son niños en Cristo. Los alimenté con leche y no con alimento sólido, porque aún no podían tolerarlo, como tampoco ahora, ya que siguen siendo carnales. Los celos y discordias que hay entre ustedes, ¿no prueban acaso que todavía son carnales y se comportan de una manera puramente humana?”.
Podemos ratificar entonces, que una persona madura es un “sobreviviente bendecido” porque va elaborando nuevas y/o renovadas actitudes. Entre ellas, hemos abordado Examinaré el futuro y permitiré que Dios guíe lo que hago en el presente y No importa lo que suceda, no permitiré la derrota.
Sigamos profundizando otras, en continuidad con las dos anteriores:
3. “Soy una persona afortunada a pesar de lo que he experimentado”
Recordemos que no en pocas ocasiones las personas se concentran en sus “pérdidas” en vez de en sus “logros”. Cuando esto ocurre, nuestra predisposición está enferma y la bendición de Dios merodea en nosotros y no somos capaces de detectarla.
Los “sobrevivientes bendecidos” siempre hacemos un inventario, por así decirlo figurativamente de aquello que tenemos en lugar de lo que no tenemos…
Pregúntate: ¿Qué tenés en tu vida?, ¿cuándo fue la última vez que hiciste un inventario? Advertir necesidades concretas es de gran ayuda. No obstante, cuidemos de que sean concretas y no imaginarias. Las concretas son reales.
4. “Aprovecharé cada oportunidad disponible”
Entiendo que más de una vez nos encontramos con personas desprovistas de su auto valía y es admirable observar que ellas buscan cualquier oportunidad para crear y crecer. Quizás cuanto más inválido sea alguien, más aprecia lo que puede experimentar.
Necesitamos ver la vida a través de ojos agradecidos y aprovechar las posibilidades que se nos presentan tales como, contemplar el amanecer de cada día, la capacidad o carismas de otros, las actitudes frente a la vida que otros toman, cómo decidieron vivir otras personas que nos han precedido o están cerca de nosotros. En todos estos casos y otros puntos de reflexión, el silencio será de gran ayuda. Permite volver al eje de nuestra centración, recuperar la paz y el bienestar que la mente y el alma necesitan imprescindiblemente para afianzar la Alianza con el Amado Jesucristo y por él con el Padre y el Espíritu.
Pregúntate: ¿Qué posibilidades tenés ahora que puedas aprovechar y utilizar para generar aún más esperanza para vos mismo/a?
5. “Puedo aceptar mis imperfecciones y aprender a disfrutar la vida y dar a los demás”
Démonos cuenta que “los sobrevivientes” no se afanan por el perfeccionismo; sí por la maduración. El perfeccionismo posee niveles de exigencia que muchas personas se los aplican sin conocerse a sí mismas. Cuando estos niveles no son los nuestros reales, perdemos el equilibrio y fácilmente nos neurotizamos. Exigirse más es bueno pero dentro de los límites a