Neoliberalismo y globalización en la agricultura del sur de Chile, 1973-2019. Fabián Almonacid Z.
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La agricultura en la economía chilena post 1973
Son muchas las publicaciones que suman y suman en sus análisis sobre la economía chilena de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del presente. Salvo excepciones, no se trata de una visión exitosa u optimista de la misma, sino más bien, el extender una serie de cargos a lo no hecho o a los errores cometidos. Con todo, la mayor parte de las miles de páginas escritas se refieren a cuestiones macroeconómicas, a empresas y empresarios, al rol de los sucesivos Gobiernos, a sus políticas tributarias y de libre comercio, etc. Encontramos muy poco sobre la agricultura, o más bien, habría que entenderla especialmente por su incidencia en las relaciones importaciones-exportaciones, en el ya viejo tema de las ventajas comparativas, en las limitaciones u oportunidades respecto a los vaivenes del valor del dólar, etc., es decir, como una parte intrínseca y no aislada de la economía nacional. No señalo que no haya nada que encontrar respecto a análisis sobre el agro. De hecho este libro de Fabián Almonacid es una buena prueba en contrario, no solo por lo que expone, sino además por el actualizado estado de la cuestión relativa al tema. Me refiero, más bien, a la situación general.
Considero, por ejemplo, solo por motivos de espacio y por la credibilidad que tiene su autor, el buen análisis y diagnóstico ofrecido por Ricardo Ffrench-Davis al portal oficial de la Universidad de Chile en abril del 2019, en el cual, centrándose en su crítica a los proyectos de reformas tributarias del Gobierno, se centraba, además, en su libro Reformas económicas en Chile 1973-2017 (2018), que le han permitido afirmar que «el «mito» del milagro chileno en dictadura no es nada más que una «fake news»». Para el economista, es necesario modernizar desde abajo para evitar mayor antagonismo social, más conflicto y un no crecimiento. La visión de que todo lo deben hacer los privados y que las empresas públicas son malas es falsa; creer que todo lo pueden hacer las empresas públicas, tampoco resulta. En dictadura, Chile creció 2,9 por ciento por año, con salarios mínimos achicándose. Se trató de una economía que tuvo dos grandes crisis producidas por las reformas extremistas que hicieron: 1975 y 1982. ¿Fue mala suerte? No, «fue el endeudamiento externo y que se comieron la plata con reformas de libre mercado donde los incentivos estaban en especular y consumir, y eran malos para la inversión productiva». Con los primeros Gobiernos en democracia se creció al 7 por ciento durante nueve años aumentando los salarios y el empleo, pero ahí empezaron a haber renegaciones. Se dijo: “ya hicimos la tarea, ahora volvamos a lo que está haciendo el mundo”, y el mundo marchaba hacia el neoliberalismo.
Agrega Ffrench-Davis: “Luego, nos quedamos 5 a 6 años en recesión y ese fue un tremendo retroceso hacia las visiones neoliberales sobre el funcionamiento de los mercados”. En el primer Gobierno de Michelle Bachelet hubo un proyecto de generación de clusters (antes llamados complejos productivos). Era la CORFO de los años 1940: ENDESA, CAP, con generación de empresas a su alrededor generando valor agregado. Para Ffrench-Davis:
En ese primer Gobierno hubo un trabajo interesante de la CORFO, que se hizo junto a otras instituciones del Estado, en un proceso de regionalización con sustento productivo porque las regiones no pueden vivir de la generosidad del Estado. El sustento nacional es el desarrollo productivo, no hay combate a la desigualdad sin éste y no es sostenible si no es incluyente con las pymes. Los clusters tienen la ventaja de ser un esfuerzo de desarrollo productivo, pero hubo resistencias a estas propuestas. Gente en la centroizquierda que renegó y dijo que había que hacer esto con libre mercado, y al llegar el siguiente Gobierno lo tomaron al principio pero quedó trunco… Chile ha estado con una situación recesiva la mayor parte de los años entre el 99 y el 2019, produciendo menos de lo que somos capaces, lo que significa menos empleo y menos ingresos y utilidades sobre todo para las pyme que sufren mucho más (Ramírez, 2019).
Dos ideas principales: la modernización debe producirse desde abajo. Aún cuando sea igualmente un ejemplo muy extremo, ha pasado con la educación: se comienza a invertir en los estudiantes de enseñanza universitaria y los pequeños y más jóvenes quedan soslayados: desastre completo. Con la agricultura, ¿hubo realmente modernización desde abajo? Sigue presente una real discusión respecto a la Reforma Agraria de 1967. De la nueva Reforma, tal como lo asevera y define Almonacid para referirse a la política del agro de la Dictadura, no hay duda alguna: la modernización desde arriba, excluyente de los campesinos (en extinción) y de los nuevos “trabajadores”, ¿asalariados? La segunda idea: Regionalización con sustento productivo. La globalización, con sus capacidades tecnológicas y la fuerza de sus capitales ha superado las viejas definiciones acerca de las potencialidades propias de una región: sus recursos naturales, su especialización productiva, las fuertes relaciones entre su población y su medio ambiente.
El libro de Fabián Almonacid es oportuno y necesario. Desde una perspectiva de historia regional, está inserto dentro de los amplios ámbitos de la historia nacional y de la historia global como procesos que comenzaron a cambiar, en muchos aspectos dramáticamente, a partir de los años 1960. Fue una ruptura entre el mundo que conocíamos y el que recién comenzamos a conocer. Una vez más, recuerdo un libro importante para mí como lo fue el de Peter Laslett, El mundo que hemos perdido, explorado de nuevo [1965] (Madrid: Alianza, 1987). De no todo lo que va acaeciendo tenemos conciencia real; a menudo, el mundo se nos cambia sin darnos cuenta de ello. Cuando lo hacemos, estamos en un mundo diferente al que conocíamos, pero también al que esperábamos. Entre las décadas de 1960 y 1970 y estas dos primeras del siglo XXI, las diferencias son radicales y, en muchos sentidos hemos perdido la memoria. Uno de los méritos de Almonacid es el ponernos en tres dimensiones que nos permiten recuperar nuestro sentido de lo que pasó y, al mismo tiempo, ojalá, poder vislumbrar una transformación que sí la entendamos y en la cual pudiésemos participar.
En la primera parte del libro, a través de análisis puntuales, pero igualmente relacionados entre sí, observa lo que antes de 1970 era impensable como proyecto agrícola, campesino y social. La imposición de un modelo que lleva hacia la (re) precarización de un sector de trabajadores que se ven representados en los llamados “parceleros de Valdivia”, en algunos momentos sin destino; en otros pequeños propietarios; enseguida, vendiendo sus propiedades. Fin de un ciclo. ¿Cómo interpretarlo? Neoliberalismo y crisis económica. Más aún, riqueza y pobreza; sobreexplotación de los nuevos trabajadores rurales, aparición masiva de temporeros e informales. La propiedad por el dinero de subsistencia. En conjunto, se trata de la visión pesimista de la agricultura regional, hasta el presente, inserta dentro de los contextos del neoliberalismo y la globalización. La historia social interrumpida en los proyectos del pasado. Culpabilidades compartidas; necesidad de análisis del pasado, no para volver a insistir en el mismo o en sus discursos, sino para superarlo.
No sé si la segunda parte del libro podría ser la visión optimista de la experiencia relatada. Si leemos traduciendo todo en términos cuantitativos, podría serlo. Si lo hacemos, sin olvidar la primera parte, entonces las dudas son mayores: el costo social del crecimiento económico. Especialmente para los últimos 30 años, se trata de las cadenas globales de valor de algunos productos, lo que podríamos ejemplificar en el llamado milagro de los arándanos. Pero no sería todo. Debemos pensar también en bulbos y flores; en la Unión Europea; en las potencialidades presentes y complementarias. Ya no hay una región puramente agrícola ni agro-lechera. Puede ser mucho más; más amplia, más diversa; incluso, más fuera de Chile que dentro del mismo. Pero…, Almonacid no deja pasar la oportunidad y presenta las expectativas, pero también los temores acerca de las debilidades estructurales internas de la región inserta en un mundo global que no las soluciona, sino que las ignora. ¿Cómo se entra efectivamente a una economía mundial del siglo XXI? Pareciera ser que hay solo una respuesta: estando en el siglo XXI. Por ejemplo, las reflexiones y el estudio del autor se cierran en la bioenergía y éstas consideraciones