Pasquines, cartas y enemigos. Natalia Silva Prada
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le han llamado por escrito y de palabra perro mulato mal nacido hombre vil y bajo de poca suerte y calidad y reo de fe y que le habían de echar una cadena al cuello como a perro y hacerle guardar sus guerras y continuando su mal intento y luego unos meses después le atribuyeron como autor de unos libelos, no siendo así sino al contrario.165
En estas acusaciones están presentes una gran cantidad de expresiones de la existencia de una enemistad manifiesta: la injuria degradante usando palabras graves, la amenaza de provocarles un gran mal y la acusación de la publicación del libelo infamatorio en contra del grupo del capitán Mendoza. Juan Sánchez, defensor de Moreno, pedía para los ofensores que este “grave y atroz delito”166 fuera digno de “punición y castigo”.167
El libelo infamatorio —del cual no aparece un traslado o transcripción— que había aparecido fijado en “la ceiba de la plaza desta dicha ciudad”168 en el año 1623 fue el detonante de esta “guerra” entre dos facciones de la corporación capitular. El alguacil menor Francisco del Álamo fue quien encontró la injuria pegada al árbol y por ende el primero que lo “vio, leyó y quitó”,169 pero no lo quiso romper a pesar de las advertencias que muchas personas que allí estaban le hicieron. A pesar de esto, Moreno y su grupo se quejaban de que este oficial no había sido ni siquiera llamado a declarar a los tribunales de justicia.170
La Real Audiencia no parecía comprender muy bien lo perjudicial de juzgar este caso a través de autoridades regionales como el gobernador de Santa Marta, Antonio Maldonado de Mendoza, pues los lazos clientelares del grupo ofensor llegaban hasta allá. En el proceso de revocación de esta decisión y a favor de su parte, Sánchez expuso el concepto de enemistad mediante su expresión contraria, la amistad íntima, la cual era perjudicial a su parte:
Demás de que el dicho mi parte tiene por odiosos y sospechosos todas las justicias de aquella ciudad y su distrito por ser íntimos amigos de los dichos acusados y en particular el teniente de la dicha ciudad que es íntimo amigo de los dichos reos y come y bebe continuamente con ellos el cual dicho teniente es así mismo pariente del gobernador de Santa Marta por todo lo cual el dicho mi parte recusó a todos los sobredichos y yo en su nombre.171
El grupo de querellantes había intentado que las partes acusadas renunciaran al pleito, “componiéndose”, pero ante la resistencia fueron hechos presos por más de un mes y les fue enviado un pesquisidor especial. El grupo de Moreno se resistió a ser juzgado por los partidarios del gobernador e incluso por el juez pesquisidor, don Pedro de Silva, y su escribano. En su defensa también argüían que el grupo de Mendoza tenía enemigos más poderosos que ellos. Al final, en mayo de 1623, el juez pesquisidor informaba que soltaba de prisión a Moreno y que las partes habían decido “componerse amigablemente”.172 Menos de un año después el pleito se mantenía vigente, como lo hemos visto en las peticiones de 1624, y los acuerdos amigables seguían contaminados por la enemistad capital de los afectos al gobernador de Santa Marta: “Somos nos los dichos acusados sus enemigos sin dar la causa de la dicha enemiga habiendo otras muchas personas con más fuertes y legítimas causas que les han dado para que lo sean como lo son y han sido”.173 En otra parte del proceso decían de forma similar, “sin que obstase la enemiga que los dichos querellantes dicen que les teníamos”.174
En este capítulo hemos visto aparecer los conceptos de enemigo y enemistad capital (llamada también mortal y ‘enemiga’) en tres espacios y momentos clave: la esfera jurídica, específicamente en la defensa de un reo, el ámbito epistolar propiciado por choques jurisdiccionales entre autoridad civil y autoridad eclesiástica y en las escrituras subversivas, manifestaciones a su vez de pleitos entre dos grupos de poder civil y dirimidos asimismo en ámbito judicial. Estas situaciones nos permiten visualizar que el uso del concepto no estaba reducido al espacio jurídico, sino que hacía también parte de la vida social y de la vida política de diversas realidades territoriales, y en los casos aquí tratados, de las gobernaciones de Cartagena y de Santa Marta. En el próximo capítulo veremos amplificarse las circunstancias en las que la enemistad capital tenía lugar, así como los recursos de los cuales podían valerse los vasallos de la corona para denunciar las consecuencias, sobre todo políticas, del choque de voluntades.
105 Algunos estudiosos coinciden en que el “acto” inaugural de esta subdisciplina es su artículo Lucien Febvre, “La sensibilité et l’histoire: Comment reconstituer la vie affective d’autrefois?”. Annales d’histoire sociale, n.o 3 (1941): 5-20, aunque a este primer llamado le preceden trabajos como los de Jacob Burckhardt, Die Cultur der Ranaissance in Italien (Basel: Schweghauser, 1860) y Johan Huizinga, Herfsttij der Middeleeuwen. Studie over levels en gedachtenvormen der veertiende en vijftiende eew in Frankrijk en de Nederlanden, 1919 (El otoño de la Edad Media fue publicado en español en 1930), en los que se apela a sentimientos/emociones como el amor cortés, la pasión por la fama, la ambición, la maldad o la venganza en el libro de Burckhardt o al miedo, el deseo de venganza, la ira o la crueldad en el de Huizinga. El libro de Lucien Febvre publicado un año después del artículo citado da cuenta ya de las posibilidades del estudio de las emociones en la historia. Véase Lucien Febvre, El problema de la incredulidad en el siglo xvi: la religión de Rabelais. 1.ª ed. 1942 (Madrid: Akal, 1993).
106 Jan Plamper, The History of Emotions. An Introduction (Oxford: University Press, 2015).
107 Philippe Ariès, L’Enfant et la vie familiale sous l’Ancien Régime (París: Plot, 1960); Edward Shorter, The Making of the Modern Family (Nueva York: Basic Books, 1975); Jean-Louis Flandrin, Familles: parenté, maison, sexualité dans l’ancienne societé (París: Hachette, 1976).
108 Investigadores con reconocimiento internacional de la talla de Javier Moscoso incluso han llegado a afirmar que las emociones entendidas como construcciones culturales son ya parte de un programa de investigación parcialmente agotado, tanto desde la teoría como desde la historiografía. Moscoso señala un nuevo camino vinculado a la filosofía de la historia y relacionado con la exploración de las experiencias emocionales. Para Moscoso, el callejón sin salida de la historia de las emociones puede ser superado en la medida en que este tipo de historia se haga de forma explicativa, política y en clave comparada. Véase Javier Moscoso, “La historia de las emociones, ¿de qué es historia?”. Vínculos de historia 4 (2015): 15-27. Consultado el 6 de noviembre de 2019. DOI: 10.18239/vdh.v0i4.147.
109 Existen numerosas reflexiones sobre los recorridos y derroteros de esta subdisciplina histórica. Entre los más recientes y enfocados específicamente en la disciplina histórica se encuentra el de María Bjerg, “Una genealogía de la historia de las emociones”. Quinto Sol 23, n.o 1 (2019): 1-20. En América Latina ya se cuenta con un libro pionero en el área dirigido por María Eugenia Albornoz Velásquez titulado Sentimientos y justicia. Coordenadas emotivas en la factura de experiencias judiciales (Santiago de Chile: Acto Editores, 2016).
110 Justo Donoso, Diccionario teolójico, canónico, jurídico, litúrjico, bíblico, etc., t. 4 (Valparaíso: Imprenta y Librería del Mercurio, 1859). Donoso referencia once pasiones: amor, odio, deseo, aversión, gozo, tristeza, audacia, temor, esperanza, desesperación y cólera.
111 Hago derivar este término del de “emocionología”, acuñado por Peter N. y Carol Sterns en 1985 y que se refiere al conjunto de códigos y reglas que determinaban las experiencias subjetivas o los estándares colectivos emocionales de una sociedad. La definición exacta de emocionología que proporcionan los Stearns es: “Las actitudes o estándares que una sociedad o un grupo dentro de dicha sociedad mantiene hacia las emociones básicas y su adecuada expresión; los modos en los que las instituciones