Del feudalismo al capitalismo. Carlos Astarita
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Ello se confirma por disposiciones similares de otros lugares.[133] Por estas acciones el comunal estuvo sometido a una permanente tensión entre tendencias apropiadoras («prado çerrado») y conservación de «bienes rrayzes comunes», y con ello se amparaba la estructura dual de propiedad.[134] Concluimos que las fuerzas que se oponían en las luchas por el espacio impedían que la estructura de propiedad deviniera una forma rígida (aspecto enfatizado en Luchía, 2002). Esa propiedad no puede percibirse más que como un resultado social promedio, sujeto a avances hacia la privatización y permanentes correcciones.
RÉGIMEN DE PRODUCCIÓN MERCANTIL SIMPLE
Los aspectos descritos de los caballeros villanos los acerca a campesinos enriquecidos, tanto por la contratación de asalariados como por el acaparamiento de tierras.[135] En algunos casos había incluso una proximidad de hábitat con los «hombres buenos del común», ya que podían vivir en el arrabal o en las aldeas.[136] Las disposiciones nos dan esta imagen, junto con una cierta precariedad de medios ¿De qué otro modo debemos interpretar las normas que contemplan la posibilidad de que las viudas o hijas de los caballeros se casen con pecheros?[137] ¿No debemos también leer en el mismo sentido el precepto que establece que muerto el caballo disponía su dueño de cuatro meses para reparar la pérdida sin que sus franquicias caduquen?[138] Esta cláusula habla de una relativa fragilidad, y de que no sería siempre sencillo reponer el signo del estatus. Otra prueba de la proximidad sociológica entre caballeros y campesinos ricos está en el surgimiento de un grupo de los segundos, entre mediados del siglo XIV y finales del XV, que disputaban el protagonismo.[139] Asimismo, consideremos sin prejuicios los mandatos taxativos sobre los requerimientos para ser incorporado a la aristocracia local: desde las primeras normas, el requisito era propiedad de casa poblada en la villa, caballo (a veces de poca valuación) y armas, por lo tanto, de medios cercanos a los del campesinado rico, y esto los diferenciaba de los milites per naturam.[140] Justamente por no tener una condición social inherente a su persona sino al estamento en su conjunto, debían demostrar periódicamente los caballeros villanos su pertenencia al rango privilegiado local mediante el alarde.[141]
Lo observado en la Extremadura Histórica se inscribe así en la problemática más abarcadora de comunidades que creaban estratificación social. Pero, a diferencia de lo ocurrido en otros ámbitos, esta diferenciación no se forjó en un proceso gradual sino por una expeditiva transferencia bélica de riquezas (producto de la frontera), y la doble marca genética, de campesino y de milites, quedó reflejada en actividades como la vigilancia de los términos concejiles que, siendo de origen y de carácter militar, se ligaba a labores productivas, y se superponía a actividades con una connotación plebeya como acompañar al ganado.[142]
Esta producción generaba un excedente (el ganado era esencial) cuyo comercio superaba los marcos locales, e incluía mercados y ferias.[143] Los privilegios políticos jugaron un rol, y en especial lo favorecía la exención tributaria a la circulación.[144] Esta producción que pasaba por el mercado, no significaba abandonar un objetivo de consumo; por el contrario, la realización comercial del excedente era el recurso para obtener bienes de uso destinados a alimentar los valores tradicionales y la economía del gasto, aspecto que asimila a los caballeros villanos a la nobleza y corrobora la dualidad de su cultura.[145] Esto exhibe un cierto paralelismo con la actitud de la alta burguesía comercial de Burgos, que buscó constantemente afirmar su prestigio a través de inversiones en tierras, asimilándose a la vida de la nobleza tradicional.[146]
Los caballeros constituían, pues, un enclave de «producción simple de mercancías» (según la terminología de Marx) o de «producción de mercancías precapitalistas» (siguiendo la concepción de Sweezy, 1982), en el interior de un espacio señorial. Esta heterogeneidad no tiene nada de extraño. Por un lado, responde a características que se constituyeron en la ocupación de tierras en la frontera. Por otro lado, fue un fenómeno paralelo a la coexistencia del feudalismo con campesinos tipo kulak, como los yeomen de Inglaterra, o con sistemas comerciales, que también se explican por un proceso sociogenético, como el que se dio en el siglo XII, en el camino de Santiago de Compostela, o luego en Sevilla.[147] Esto confirma que el sistema feudal otorgaba un lugar propio a otras esferas socioeconómicas con las que se ligaba funcionalmente.
Idealmente, cada caballero villano, como propietario independiente, se encontraba en situación potencial de alcanzar superiores niveles de acumulación. Pero esa hipotética prosperidad estaba impedida por reglamentaciones institucionales y condicionamientos socioculturales que obligaban a gastos políticos y de prestigio. La reinversión productiva estaba limitada a una reproducción simple que no alteraba las pautas tradicionales de la economía, como lo muestran las compras de tierras, y con esta fijación de las actividades se fijaba un nivel estacionario de las fuerzas productivas y una relativa homogeneidad social. La misma trashumancia, implementada por los concejos, que presupone el espíritu cooperativo en la cabaña, alentaba la igualación.[148] Una búsqueda similar de homogeneidad entre el grupo dominante se daba en la reglamentación de las aguas, en la construcción de molinos en las heredades,[149] o en impedir ventajas en la comercialización,[150] que se agregan a las ya vistas sobre contratación laboral o número de ganado. Ante estas limitaciones, es explicable la inclinación a romper la legalidad para buscar alternativas de desarrollo a escala superior. Incluso, en la apropiación de comunales se daba un proceso en cadena, por el cual, aquellos que no habían participado en esa práctica en cierto momento comenzaban a realizarla con el deseo de igualar a sus pares.[151]
En estos ejemplos se constata que las oportunidades del grupo se hallaban restringidas por el colectivo, es decir, por el concejo. Constituía este último la institución destinada a resguardar la condición de los caballeros, y otorgaba a éstos su fisonomía definible como algo distinto de un simple sumatorio de individualidades; era la instancia que estructuraba la clase de la misma manera que los pactos de vasallaje eran parte de las cualidades de la clase feudal. El concejo cumplía en este aspecto funciones equivalentes a la comunidad campesina o al gremio del oficio. La admisión controlada de nuevos miembros y el cierre de la institución nos acerca al mismo tipo de estipulaciones que tenían las corporaciones de artesanos, basadas en el criterio inclusión/exclusión y en exigencias de pertenencia.
De esta manera, si bien el acaparamiento de cargos (jueces, alcaldes, jefes de las milicias, etc.) por los caballeros convertía al concejo en órgano de dominio político en el ámbito comarcal (cuestión subrayada por todos los historiadores), era también una institución que superaba los marcos de la instancia política. Llegó incluso a ser un mecanismo integrador de la aristocracia local en su totalidad en situaciones más decididamente heteróclitas, cuando los mercaderes se incorporaron a los estratos superiores de las ciudades, en algunas regiones marginalmente y no tanto en