El mediterráneo medieval y Valencia. Paulino Iradiel Murugarren
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Sin embargo, a esas alturas ya se estaba produciendo un leve cambio de ruta en el periplo historiográfico de la nave valenciana que capitaneaba Iradiel. El libro An Island for Itself de Stephan Epstein sobre Sicilia (1992) fue valorado muy positivamente por nuestro maestro. Tanto es así que se promovió un debate sobre este en la revista que dirigía (Iradiel, 1994). La edición castellana del otro gran libro de Epstein, Freedom and Growth (2000), por parte del Servei de Publicacions de la Universitat de València en 2009, con prólogo de Antoni Furió, demuestra la influencia de Epstein en la escuela de medievalistas valencianos con el núcleo fuerte de su teoría acerca de que la creación de los estados territoriales en Europa fue una precondición para el desarrollo de los mercados y, con ellos, para el crecimiento económico. Propuesta dinámica, atenta a la longue durée, que conecta el estudio de la sociedad y de las estructuras económicas regionales con los cambios institucionales, la historia económica y social con el análisis de las formas de poder. Son las nuevas orientaciones que asume Iradiel desde entonces y que confiesa en el primer párrafo del último trabajo inédito que publica en este libro sobre cómo definir y medir el crecimiento económico medieval: «La perspectiva es fundamentalmente anglosajona pero la argumentación es general para muchos historiadores de la época preindustrial y refleja ya desarrollos comunes de la historiografía europea».
De modo simultáneo, las publicaciones del Grupo Interuniversitario per la Storia dell’Europa Mediterranea de Pisa (Rossetti, Grohmann, Petralia, entre otros) –que se remontan al año 1984– habían influido con fuerza en la mente de Iradiel para poner en marcha los nuevos proyectos de investigación de los últimos tiempos sobre migraciones, elites, estructuras institucionales, redes económicas y funciones políticas. Se ha transitado en ese sentido desde cuál ha sido la contribución de los hombres de negocios a la idea de Europa en el Mediterráneo occidental durante la Baja Edad Media (Iradiel, 1995b y 2000), hasta el mundo de las elites y las identidades urbanas en la Corona de Aragón entre la Península Ibérica e Italia (Iradiel, 1995c, 1997a, 1998, 1999, 2001, 2003b, 2003c, 2004a, 2007b, 2007c, 2011b, 2012a, 2012b, 2012c y 2016). Su fascinación por la documentación notarial ha acabado convirtiéndole con el paso de los años en un gran experto en la materia, pues no solo ha publicado abundantes documentos notariales para apoyar sus argumentos en diversos trabajos, sino que ha elevado este tipo de fuente de derecho privado al rango de materia de primer orden para el futuro de la historia económica, siempre y cuando se contrasten sus informaciones con otros tipos documentales diferentes (Iradiel, 2011a).
Las últimas síntesis que ha elaborado sobre la economía de los países de la Corona de Aragón en la Baja Edad Media (Iradiel, 1996, 2004c, 2006a y 2007e) y los trabajos específicos sobre Valencia y el País Valenciano, centrados especialmente en el siglo XV, una especie de «edad de oro» (Iradiel, 2006b, 2007a, 2007d, 2009, 2010 y 2015) constituyen sin lugar a dudas todo un «modelo o marca Iradiel». Lo escribía hace poco Carlos Laliena intentando matizar esa visión optimista de la Corona de Aragón a finales de la Edad Media que proporcionan los estudios valencianos hasta el punto de preguntarse: ¿una edad de oro de su historia?: «... el mérito de haber renovado por completo el cuestionario historiográfico y, como consecuencia, el modo en que concebimos la evolución económica de la Corona de Aragón en la etapa bajomedieval, corresponde a Paulino Iradiel desde principios de los años ochenta del siglo pasado, en Valencia». Más adelante dice también: «La influencia de Iradiel no se limitó al círculo departamental valenciano, sino que se expandió a universidades italianas; a Zaragoza; en menor medida, a Barcelona; y, sobre todo, reverberó en el resto de la historiografía española, lo que constituye un logro notable...» (Laliena, 2016: 20-21).
Si se puede definir en pocas palabras en qué consiste el «modelo Iradiel», según Laliena, radicaría en reconocer la preeminencia de la reordenación de los sistemas agrarios y de la jerarquización de las redes urbanas como factores clave en la estructura económica de la Corona de Aragón presentando una evolución clara:
la Corona de Aragón atravesó una etapa de enormes dificultades a mediados del siglo XIV, que tuvo como aspecto más dramático la caída demográfica. Pero la recuperación se inició en los años finales del siglo y se prolongó con diferencias regionales durante el Cuatrocientos, apoyada en el dinamismo urbano de las grandes y medianas ciudades que participaron en procesos de integración económica tanto a escala regional como internacional (Laliena, 2016: 31).
Esa dinámica general es de amplio consenso entre los historiadores de la Corona y constituye uno de los principales resultados generales obtenidos del grupo de trabajo de Iradiel que él prefiere llamar «quizás mejor escuela valenciana para el estudio de la sociedad y de la estructura económica regional» (Iradiel, 2011a).
Al final de uno de los trabajos sobre la peste que también se incluye en este libro lo recalca en comparación con los otros países de la Corona de Aragón:
En el caso valenciano, la situación parece mucho más optimista: pese al impacto del morbo y de sus consecuencias demográficas, económicas e institucionales, la imagen de una economía expansiva y de una sociedad proyectada hacia una mítica «edad de oro» resulta ponderadamente confirmada por los estudios de historia de la población, de los mercados, del comercio o de la actividad productiva (Iradiel, 2006a).
Las fórmulas que lo explican pueden ser varias desde la integración en la economía-mundo, pasando por el crecimiento polinuclear diverso pero complementario, hasta llegar a la idea fundamental de que «el elemento político e institucional jugó un papel determinante», tal y como se lee al final de una de las síntesis interpretativas sobre la economía de la Corona que también se vuelve a editar en el compendio de artículos que es este libro (Iradiel, 2004c).
Se comprenderá ahora por qué dijimos al principio de este escrito que el profesor Paulino Iradiel constituye una singularidad historiográfica. A la vista está que su vida académica ha sido de naturaleza internacional, porque se ha formado y vivido entre España e Italia, con un bagaje mediterráneo de primera magnitud. Pero tiene un mérito igual de importante si cabe. Es un navarro que estudió y ejerció como profesor universitario en Castilla para acabar dedicando su vida en Valencia a la historia de la Corona de Aragón. Deben de haber muy pocos medievalistas que hayan investigado las dos coronas y además vengan de un tercer territorio histórico diferente como es el antiguo Reino de Navarra. Acostumbrados como estamos a que continúe el diálogo de sordos que practican entre sí las historiografías de los reinos hispánicos o ibéricos o como quieran llamarse, resulta evidente que es todo un lujo esa amplitud de miras, con esa consciencia profunda que le hace entrar en debate continuo. La historia para él debe ofrecer respuestas complejas a problemas profundos, hipótesis e interpretaciones que nos ayuden a avanzar sobre ingentes masas de documentos de todo tipo. Un consejo suyo nos lo recuerda de nuevo:
convendría que las generaciones de historiadores más jóvenes, aunque no se sientan obligados a ningún tipo de observancia (marxista, idealista, positivista o de cualquier otro género), mantuvieran vivo el interés por la identificación de las estructuras y de sus correlaciones inestables que dan vida al equilibrio dinámico de las formaciones históricas (Iradiel, 2003a: 22).
En fin, sacamos a colación la última cita para consolidar más si cabe la idea central del presente ensayo: Paulino Iradiel, historiador crítico del medievalismo. Preguntaba Díaz de Durana a García de Cortázar en su entrevista cómo eran los medievalistas españoles a su juicio. Apoyado en una opinión dada en su día por Juan Ignacio Ruiz de la Peña sobre el predominio de publicaciones excesivamente localistas, de factura rápida y repetitiva, carentes de originalidad metodológica o teórica, contestaba así:
Si a esta opinión del