Dilema de los innovadores (Nueva edición). Clayton M. Christensen
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De hecho, nunca en la historia de las actividades comerciales ha habido una industria como la de las unidades de disco de ordenadores, donde los cambios de la tecnología, las estructuras del mercado, el alcance global y la integración vertical hayan sido tan penetrantes, rápidos y continuos. Aunque este ritmo y esta complejidad deben de haber resultado una pesadilla para sus managers, mi amigo tenía razón en su consideración de que esta industria constituía un terreno fértil para la investigación. Pocas ofrecen a los investigadores las mismas oportunidades de desarrollar teorías que expliquen cómo diversos tipos de cambios pueden hacer que ciertas empresas tengan éxito mientras que otras fracasan, y para comprobar estas teorías a medida que el sector repita sus ciclos de cambio.
Este capítulo resume la historia de la industria de las unidades de disco en toda su complejidad. A algunos lectores les servirá sencillamente por el interés que les pueda despertar su análisis8. Pero el verdadero valor de comprender esta historia reside en que de su complejidad emergen algunos factores sorprendentemente simples y consistentes que han sido los que determinaron de manera reiterada el éxito o el fracaso de las mejores empresas de ese sector. Puesto esto en términos sencillos, cuando las mejores firmas tuvieron éxito, fue porque prestaron la debida atención a sus clientes e invirtieron agresivamente en las tecnologías, productos y medios de producción que satisficieran las necesidades de mediano plazo de sus clientes. Pero, paradójicamente, cuando en otra ocasión las mejores empresas fracasaban, era también a causa de las mismas razones, o sea porque nuevamente prestaron la debida atención a sus clientes e invirtieron agresivamente en las tecnologías, productos y medios de producción que satisficieran las necesidades de mediano plazo de sus clientes. Ese constituye uno de los dilemas de los innovadores: seguir a rajatabla la máxima de que los buenos managers deben mantenerse en estrecho contacto con sus clientes y sus necesidades puede constituir algunas veces un error fatal.
La historia de la industria de las unidades de disco provee un marco de referencia adecuado para comprender cuándo “mantenerse cerca de los clientes” puede ser un buen consejo, y cuándo no lo es. La solidez de este marco de referencia puede constatarse solo si se investiga cuidadosamente la historia de esta industria a través del tiempo. Algunos de los detalles encontrados se describen tanto aquí como a lo largo de todo el libro, con la esperanza de que los lectores que se encuentren inmersos en las condiciones particulares de sus propias industrias puedan emerger de su lectura mejor capacitados para reconocer cómo los éxitos y fracasos de sus propias empresas y de sus competidores pudieron haber respondido a los mismos patrones generales.
Cómo funcionan las unidades de disco
Las unidades de disco recuperan y graban la información que utilizan los ordenadores. Están compuestas de: cabezales de lectura-escritura montados en el extremo de un brazo que se desplaza sobre la superficie de un disco giratorio, más o menos de la misma manera que una púa y el brazo a la que esta se halla acoplada se desplazan sobre un disco fonográfico; cilindros huecos de aluminio o vidrio revestidos de material magnético; por lo menos dos motores eléctricos, uno que gobierna la rotación de los discos a ser leídos y otro que mueve el cabezal hacia la posición requerida del disco; y varios circuitos electrónicos que controlan la operación global de la unidad de disco y su interface con el ordenador. En la Figura 1.1 se aprecia la configuración de una unidad de disco típica.
El cabezal de lectura-escritura consiste en un minúsculo electroimán cuya polaridad cambia cada vez que lo hace la dirección de la corriente eléctrica que circula por él. Esa fluctuación de la polaridad, que responde a la secuencia de bits que generaron los datos presentes en la memoria del ordenador, se transmite, de acuerdo con las leyes electromagnéticas, a la pequeña porción de disco que va quedando en cada instante justo debajo del sitio por el que pasa en ese momento el cabezal.
Figura 1.1. Componentes principales de una unidad de disco típica
De esta manera se van generando, en invisibles pistas concéntricas que se hallan dispuestas sobre la superficie del disco, pequeños imanes cuya polaridad positiva o negativa responde fielmente a la de la corriente que circula por el electroimán del cabezal que, como dijimos, responde a su vez a la codificación binaria –1 y 0– de los bits de datos que originaron la corriente eléctrica. Las unidades de disco recuperan la información desde los discos esencialmente de la misma manera, pero el proceso es justamente el opuesto: los campos magnéticos que generan cada uno de los minúsculos imanes presentes en el disco representan, a medida que el cabezal se desplaza sobre ellos, un flujo magnético de sentido variable: este induce en el electroimán del cabezal, también debido a leyes electromagnéticas, una diferencia de potencial, o voltaje, que genera a su vez una corriente eléctrica que constituye una réplica exacta de la que circuló cuando los datos fueron grabados en el disco. Esto representa una “lectura” electromagnética del disco, mediante la cual los datos son recuperados.
Surgimiento de las primeras unidades de disco
Un equipo de investigadores de los laboratorios de IBM en San José, California, desarrolló la primera unidad de disco entre 1952 y 1956. Denominada RAMAC (siglas de Random Access Method for Accounting and Control [Método de Acceso Aleatorio para Auditoría y Control]), era del tamaño de un refrigerador doméstico grande, constaba de cincuenta discos de veinticuatro pulgadas (61 centímetros), y podía almacenar hasta 5 megabytes (MB) de información (ver Figura 1.2). La mayoría de los conceptos fundamentales sobre la arquitectura y las tecnologías de los componentes que constituyen la base de los diseños de las unidades de disco de hoy en día fueron desarrollados también en IBM. Estas arquitecturas y tecnologías incluyen las unidades de discos rígidos removibles (introducidas en el mercado en 1961); las de discos flexibles (1971) y la arquitectura Winchester (1973). Todas ellas tuvieron una influencia poderosa y decisiva sobre la manera en que los diseñadores del resto de las empresas del sector definieron lo que constituía efectivamente una unidad de disco y lo que esta debería ser capaz de hacer.
Figura 1.2. La primera unidad de disco, desarrollada por IBM
Fuente: Cortesía de IBM (International Business Machines Corporation).
A medida que IBM iba produciendo unidades de disco que satisficieran sus propias necesidades, fue surgiendo una industria paralela e independiente que comenzó a fabricar unidades de disco destinadas a dos mercados diferentes. Algunas firmas desarrollaron el mercado de las unidades compatibles (PCM, acrónimo de Plug-Compatible Market) en la década de los ’60, vendiendo clones de las unidades IBM a menor precio directamente a los usuarios de aquellas. Aunque la mayoría de los competidores de IBM en el mercado de los ordenadores (por ejemplo, Control Data, Burroughs y Univac) estaban asimismo integrados verticalmente en la fabricación de sus propias unidades de disco, la emergencia durante la década de los ’70 de fabricantes más pequeños y no integrados, tales como Nixdorf, Wang y Prime produjo un mercado de equipos originales (OEM, Original Equipment Manufacturer). Hacia 1976 ya se producían unidades de disco por un valor aproximado a los u$s 1.000 millones, de los cuales la producción de unidades cautivas representaba alrededor del 50 por ciento y los mercados PCM y OEM aproximadamente un 25 por ciento cada uno.
Durante los doce años siguientes tuvo lugar una notable historia de crecimientos rápidos, turbulencias de mercado y mejoras en el desempeño de los productos,