Retrato de la Lozana Andaluza. Francisco Delicado

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Retrato de la Lozana Andaluza - Francisco Delicado

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qué priesa os dais, y no mirais que esta otrie en pasatiempo si no vos, catá que no soy de aquellas que se quedan atras, esperá besaros he, ansí, ansí, por ahí, seréis maestro, ¿veis cómo va bien? esto no sabiedes vos, pues no se os olvide, sús, dalde maestro que aquí se verá al correr desta lanza, quien la quiebra, y mirá que por mucho madrugar no amanece más ahína; en el coso te tengo, la garrocha es buena, no quiero sino vérosla tirar, buen principio llevais, caminá que la liebra está echada, aquí va la honra.

      Ramp. Y si la venzo, ¿qué ganaré?

      Loz. No cureis, que cada cosa tiene su premio, ¿á vos vezo yo, que nacistes vezado? daca la mano y tente á mí, que el almadraque es corto, aprieta y cava, y ahoya, y todo á un tiempo. A las clines corredor, agora, por mi vida, que se va el recuero. ¡Ay amores, que soy vuestra, muerta y viva! quitaos la camisa, que sudais; ¡cuánto tiempo habia que no comia cocho! ventura fué encontrar en hombre tan buen participio, á todo pasto, este tal majadero no me falte, que yo apetito tengo dende que nací, sin ajo y queso que podria prestar á mis vicinas. Dormido se ha, en mi vida vi mano de mortero tan bien hecha, ¡qué gordo que es! y todo parejo, mal año para nabo de Xeres, parece bisoño de frojolon; la habla me quitó, no tenía por do resollar, no es de dexar este tal unicornio. ¿Qué habeis, amores?

      Ramp. No, nada, sino demandaros de merced que toda esta noche seais mia.

      Loz. No más, ansí goceis.

      Ramp. Señora, ¿por qué no? ¿falté algo en la pasada? emendallo hemos, que la noche es luenga.

      Loz. Disponé como de vuestro, con tanto que me lo tengais secreto. ¡Ay qué miel tan sabrosa! no lo pensé, aguza, aguza, dale si le das que me llaman en casa, aquí, aquí; buena como la primera, que no le falta un pelo, dormí por mi vida, que yo os cobijaré; quite Dios de mis dias y ponga en los tuyos, que cuanto enojo traia me has quitado; si fuera yo gran señora, no me quitára jamas este de mi lado, ¡oh pecadora de mí! ¿y desperteos? no quisiera.

      Ramp. Andá, que no se pierde nada.

      Loz. ¡Ay! ¡ay! ¡así va, por mi vida, que tambien caminé yo! allí, allí me hormiguea, que, que, ¿pasaréis por mi puerta? Amor mio, todavía hay tiempo; reposa, alza la cabeza, tomá esta almohada; mirá que sueño tiene, que no puede ser mejor, quiérome yo dormir.

      Auctor. Quisiera saber escribir un par de ronquidos á los cuales despertó él, y queriéndola besar, despertó ella, y dixo: ¡Ay señor! ¿es de dia?

      Ramp. No sé; que agora desperté, que aquel cardo me ha hecho dormir.

       Loz. ¿Qué haceis?.. y cuatro, á la quinta canta el gallo, no estaré queda, no estaré queda hasta que muera; dormí que ya es de dia, y yo tambien matá aquel candil que me da en los ojos, echaos y tirá la ropa á vos.

      Auctor. Allí junto moraba un herrero, el cual se levantó á media noche y no les dexaba dormir, y él se levantó á ver si era de dia, y tornándose á la cama, la despertó, y dixo ella: ¿De dó venis? que no os sentí levantar.

      Ramp. Fuí allí fuera, que estos vecinos hacen de la noche dia, están las cabrillas sobre este horno, que es la punta de la media noche y no nos dexan dormir.

      Loz. ¿Y en cueros salisteis? frio venis.

      Ramp. Vos me escalentaréis.

      Loz. Sí haré, mas no de esa manera, no más, que estoy harta y me gastaréis la cena.

      Ramp. Tarde acordaste, que dentro yaz que no rabea; harta me decis que estais, y parece que comenzais agora, cansada creeria yo más presto que no harta.

      Loz. Pues ¿quién se harta que no dexe un rincon para lo que viniere? por mi vida, que tan bien batís vos el hierro como aquel herrero, á tiempo y fuerte, que es acero; mi vida, ya no más, que basta hasta otria dia, que yo no puedo mantener la tela, y lo demas sería gastar lo bueno; dormí, que almozar quiero en levantándome.

      Ramp. No cureis, que mi tia tiene gallina y nos dará de los huevos, y muncha manteca y la calabaza llena.

      Loz. Señor, sí diré yo, como decia la buena mujer despues de bien harta.

      Ramp. ¿Y cómo decia?

      Loz. Dixo harta de duelos con muncha mancilla; como lo sabe aquella, que no me dexará mentir.

      Auctor. Y señaló á la calabaza.

      Ramp. Puta vieja era ésa; á la manteca llamaba mancilla lobos.

      Loz. Luenga vala, júralo mozo, y ser de Córdoba me salva; el sueño me viene, reposemos.

      Ramp. Soy contento, á este lado y metamos la ilesia sobre el campanario.

      Auctor. Era mediodia cuando vino la tia á despertallos, y dice: sobrino, abrí, catá el sol que entra por todo, buenos dias, ¿cómo habeis dormido?

      Loz. Señora, muy bien, y vuestro sobrino como lechon de viuda, que no ha meneado pié ni pierna hasta agora, que yo ya me sería levantada sino por no despertallo; que no he hecho sino llorar pensando en mi marido, qué hace ó dó está, que no viene.

      Tia. No tomeis fatiga; andad acá, que quiero que veais mi casa agora que no está aquí mi marido, veis aquí en qué paso tiempo; ¿quereis que os la quite á vos?

      Loz. Señora, sí, despues yo os pelaré á vos, porque veais qué mano tengo.

      Tia. Esperá, traeré aquel pelador ó escoriador, y veréis que no dexa bello ninguno, que las jodías lo usan muncho.

      Loz. ¿Y de qué se hace este pegote ó pellejador?

      Tia. ¿De qué? de trementina y de pez greca, y de calcina vírgen y cera.

      Loz. Aquí do me lo posistes se me ha hinchado y es cosa sucia; mejor se hace con vidrio sotil y muy delgado, que lleva el vello y hace mejor cara, y luégo un poco de olio de pepitas de calabaza y agua de flor de habas á la veneciana, que hace una cara muy linda.

      Tia. Eso quiero, que me vecéis.

      Loz. Buscá una redomilla quebrada, mirá que suave que es, y es cosa limpia.

       Tia. No habréis, que si os caen en el Rastro las cortesanas, todas querrán probar, y con eso que vos le sabeis dar con ligereza, ganaréis cuanto quisiéredes, Dios delante; veis aquí do viene mi marido.

      Viejo. Estéis en buen hora.

      Loz. Seais bien venido.

      Viej. Señora, ¿qué os ha parecido de mi sobrino?

      Loz. Señor, ni amarga ni sabe á fumo.

      Tio. Por mi vida, que teneis razon, mas yo fuera más al propósito que no él.

      Tia. Mirá que se dexará decir; se pasan los dos meses que no me dice qué tienes ahí, y se quiere ahora hacer gallo, para quien no os conoce teneis vos palabra.

      Loz. Señora, no os altereis que mi bondad es tanta, que ni sus palabras, ni su sobrino no me empreñarán; vamos, hijo Rampin, que es tarde para lo que tenemos de hacer.

      Tia.

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