Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego

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Memorias de Idhún. Saga - Laura  Gallego Memorias de Idhún

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saber –exigió.

      El joven le dirigió una mirada pensativa.

      —Bueno –dijo finalmente–. Intentaré explicarte algunas cosas –se sentó junto a él–. Supongo que querrás saber quiénes entraron la otra noche en tu casa, y por qué.

      Jack asintió.

      —En fin, es largo de explicar. Digamos que esos tipos van buscando... a gente muy especial. Gente que se les ha escapado de un... lugar. Del lugar de donde ellos vienen.

      Miraba a Jack con fijeza, esperando una reacción en él, pero esta no se produjo.

      —No... no lo entiendo –musitó el chico, confuso.

      Shail frunció el ceño.

      —¿De verdad... no sabes nada? ¿No tienes idea de dónde venían tus padres?

      —Mi padre era inglés, y mi madre danesa. ¿Te refieres a eso?

      Shail se acarició la barbilla, pensativo.

      —Qué raro... –murmuró–. No hablas el idhunaico ni sospechas por qué os han atacado. No puede ser que tus padres no te contasen nada. Y, sin embargo... Por otro lado, ellos... No, no es posible, ellos no cometen errores...

      Jack perdió la paciencia.

      —Por favor, cuéntamelo de una vez. Necesito saber qué ha pasado, ¿no lo entiendes?

      —Está bien, está bien. ¿Recuerdas a ese chico de negro?

      Jack se estremeció involuntariamente. «Te estaba buscando», susurró de nuevo aquella voz en un rincón de su memoria.

      —Veo que sí –comentó Shail–. Bien, pues él... se llama Kirtash, y es un asesino. Un asesino muy especial, es frío, despiadado y muy... poderoso.

      —¿Poderoso en qué sentido? –preguntó Jack, sintiendo un nuevo escalofrío.

      —No te lo puedo explicar, pero estoy seguro de que tú ya lo notaste. El otro, el mag... quiero decir, el de la túnica –rectificó–, se llama Elrion y hace poco que va con él. De todas formas es raro, porque Kirtash siempre actúa solo. Aunque creo que fue Elrion quien...

      Calló un momento.

      —¿... quien atacó a mis padres? –completó Jack en voz baja; sintió un nudo en la garganta y tragó saliva, tratando de evitar que las lágrimas aflorasen de nuevo a sus ojos.

      Shail asintió, pesaroso.

      —¿Pero quién querría...? –a Jack se le quebró la voz; hizo lo posible por acabar la pregunta y no lo logró; solo consiguió articular–: ¿Y por qué?

      Shail suspiró.

      —El lugar de donde venimos, Jack, está gobernado por unos... llamémoslos... individuos... a quienes no les gusta que se rebelen contra ellos. Por eso han enviado a Kirtash. Se dedica a ir por el mundo buscando gente... como nosotros. Gente... exiliada. Gente que ha escapado hasta aquí. Los busca, los encuentra... y los mata.

      Jack respiró hondo. Se imaginó al punto un país ahogado por unos dictadores que gobernaban con mano de hierro.

      —Pero mis padres... no pertenecían a ese lugar –objetó–. Me lo habrían dicho.

      —Puede que sí, o puede que no, Jack. Tal vez tengas razón y Kirtash y los suyos se hayan equivocado con vosotros. Pero me parecería muy extraño, porque ellos nunca cometen errores de ese tipo.

      Jack no dijo nada. Le costaba asimilar tanta información.

      —Nosotros somos... rebeldes –prosiguió Shail–. O renegados, como nos llaman ellos. Alsan y yo vinimos aquí para cumplir una misión, y nos tropezamos con Kirtash. Hemos intentado impedir que siga asesinando a nuestra gente, pero siempre se nos adelanta y... –ahora fue Shail quien se estremeció– no podemos luchar contra él. No tenemos los medios suficientes.

      —¿Qué...? No lo entiendo. Solo es un chico, y no será mucho mayor que yo. Bueno, tal vez uno o dos años mayor que yo, pero... sigue siendo un chico, y si está solo...

      Shail le dirigió una mirada inescrutable.

      —Kirtash no es lo que parece. Por lo que sabemos, tiene solo quince años, pero ha asesinado a incontables personas desde que está aquí.

      —Pero eso... no puede ser, es... absurdo.

      —Será o no absurdo, pero es la verdad. Créeme si te digo que nadie que se haya enfrentado a él ha salido con vida. Nadie.

      A Jack le pareció que Shail temblaba, y no lo consideró una buena señal. Recordó de pronto una cosa.

      —Pero nosotros escapamos. Kirtash tenía esa espada, iba a... –frunció el ceño–. Y yo me desvanecí, y de pronto estaba aquí...

      Shail parecía incómodo.

      —Escapamos –dijo ambiguamente–, sin enfrentarnos a él. Alsan no habría podido aguantar mucho tiempo, así que... tuvimos que huir.

      —¿Cómo?

      —Nos habría matado –prosiguió Shail, eludiendo la pregunta–. Ha sido entrenado para ser el mejor y el más despiadado asesino que jamás se haya visto. Es rápido, venenoso y mortal como un escorpión. Y muy discreto. Nunca deja huellas ni rastros de su paso. Es como la sombra de la muerte. Como el ángel exterminador de la Biblia.

      Jack respiró hondo. La cabeza le daba vueltas otra vez.

      —Debo volver a casa –pudo decir.

      —No, no debes. Si vuelves, Kirtash te encontrará y te matará. No le gusta dejar las cosas a medias. Aquí estarás seguro.

      Jack levantó la cabeza para mirarlo a los ojos.

      —¿Seguro? –repitió–. Pero si ni siquiera sé dónde estoy. Este es un sitio muy extraño...

      Shail esbozó una media sonrisa.

      —Este lugar es Limbhad. Fue construido por nuestros antepasados, hace mucho, mucho tiempo. Kirtash y los suyos no lo conocen. Es un refugio secreto.

      —¿Y cómo sabes que no os encontrarán?

      Shail se levantó con gesto serio.

      —Tenemos nuestros medios. No estamos tan indefensos como parece. Es solo que... –dudó antes de decir, en voz baja–: Es solo que Kirtash nos supera a todos. Me gustaría saber quién es él realmente –añadió como para sí mismo.

      Jack se recostó contra el respaldo de su asiento, un cómodo sillón, y cerró los ojos.

      —Estás muy pálido –dijo Shail–. Debes tratar de recuperar fuerzas...

      Pero Jack negó con la cabeza.

      —Se supone que mis padres habían huido de un lugar –dijo con lentitud–.

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