Más allá de la pareja. Eve Rickert

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Más allá de la pareja - Eve Rickert La pasión de Mary Read

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eligiéramos explorar primero el swinging y más tarde el poliamor.

      Cuando comenzamos nuestra relación Ray y yo, mi vida sexual con Peter mejoró dramáticamente durante un tiempo, para hundirse de nuevo. Después de que él hubiese estado con Clio y Gwen durante un año, finalmente nos sentamos y tuvimos La Conversación. Me había dado cuenta de que ya no sentía interés sexual por Peter ni lo había tenido desde hacía tiempo. La culpa por no ser capaz de darle los momentos de intimidad que yo pensaba que él se merecía, y su frustración cuando yo rechazaba sus avances, fue demasiado para mí. Si queríamos seguir como pareja, yo necesitaba el reconocimiento formal y mutuo de que el componente sexual de nuestra relación se había terminado. Me había dado cuenta, le dije, de que él podría no querer seguir siendo mi pareja y que yo aceptaría su decisión.

      Esa conversación nos hirió, a él y a mí. Peter necesitó tomarse un tiempo para pensar sobre mi propuesta. Al final, volvió y me dijo que todavía quería seguir siendo mi pareja. La transición no fue fácil, pero fue mucho más fácil que intentar mantener o revivir una relación sexual que ya no funcionaba, o que yo intentara seguir cargando con la culpa de no estar dando lo que pensaba que Peter se merecía. En definitiva, la conversación no inició realmente ningún cambio: hizo que lo que ya estaba sucediendo se hiciese visible y consensuado. Fue despuésde ese acuerdo cuando decidimos casarnos.

      Para aceptar su nuevo acuerdo y fraguar una relación que era de cariño, de apoyo mutuo y feliz, Eve y Peter tuvieron que hacer frente a una serie de creencias tóxicas muy arraigadas sobre el sexo y las relaciones:

      • Que le debes sexo a la persona con quien tienes una relación.

      • El deseo sexual es algo que puede ser ofrecido o denegado.

      • La falta de deseo sexual es, como mínimo, señal de que algo malo está pasando en la relación. En el peor de los casos, algo hecho con mala intención.

      El deseo no tiene un botón de encendido. No importa lo mucho que te pueda importar alguien, no importa lo mucho que desees cubrir sus necesidades, si el deseo sexual no está presente, no está presente. Sí, alguna gente puede trabajar sobre ello, y muchas diadas pueden atravesar momentos de escaso deseo, pero muchas no pueden y no pasa nada. A veces no te apetece, y a veces no deseas a la persona a quien se supone que debes desear.

      Nunca debes tener la obligación de tener sexo cuando no es lo que deseas. No creemos que sea algo que debas hacer para salvar una relación, para demostrar cuánto te importa alguien o para cubrir cualquier otra necesidad que tengas, sea económica, emocional o social. No desear a alguien físicamente no significa que no la ames. O que quieras herirle. O que te pasa algo malo. No es siquiera señal de que no eres compatible con esa persona. Simplemente significa que, por la razón que sea, tu cuerpo no está respondiendo. Y si no te apetece, por favor, no lo hagas.

      Muchas relaciones profundamente amorosas a largo plazo terminan volviéndose platónicas. Cuando nos pusimos a buscar estadísticas, encontramos que entre el 20 y el 30 por ciento de las relaciones no tienen sexo o es muy escaso (sus miembros tienen sexo menos de diez veces al año). Cerca del 5% de los hombres casados menores de 40 años son completamente célibes; A los 50 años, se incrementa hasta un 20%, y ese porcentaje sigue creciendo con la edad.

      Encontramos estadísticas sobre los «matrimonios sin sexo» en prensa y libros con títulos que dejaban claro cómo veían las relaciones: La decisión de continuar en una relación involuntariamente célibe, Reavivar el deseo: Guía para el sexo apasionado de una mujer cansada, Terapia de pareja y el Tratamiento de la disfunción eréctil. Es desafortunado que patologicemos algo tan normal y que asumamos que las relaciones sin sexo deben romperse. El poliamor permite la posibilidad de que mantengamos relaciones que nos importan y tener sexo cuando (y solo cuando) lo deseamos, porque lo deseamos y no porque debemos tenerlo por miedo a perder a alguien que nos importa.

      Eve y Peter se han enfrentado a críticas y malentendidos sobre su acuerdo, incluso de sus amistades más cercanas. Peter es, en todos los sentidos, un ser humano absolutamente maravilloso, y Eve se ha sentido más de una vez avergonzada ante sus amistades mutuas por denegarle relaciones sexuales a Peter. A ella le han hecho sentirse una desagradecida o le han hecho pensar que algo malo le pasaba por no desearle. Incluso le han dicho que su matrimonio no es «de verdad». (Una de sus amistades, con buena intención, comentó una vez: «Es tan adorable que todavía uses la alianza de bodas».) Si fuera así, entonces millones de parejas casadas no estarían casadas «de verdad».

      Lo único inusual en el caso de Eve y Peter es que acordaron mutuamente su situación y que han elegido hablar de ello abiertamente. Quieren contar su historia para que otras personas en la misma situación sepan que no les pasa nada malo, que no son un caso único y que sus relaciones siguen siendo legítimas y «reales».

      Definiendo qué es una relación

      ¿Qué es una «relación romántica»? ¿Qué diferencia una relación romántica no sexual de una amistad cualquiera? ¿Pueden tener relaciones románticas las personas arrománticas? No te rías, esa es una pregunta que les han hecho tanto a Eve como a Franklin.

      Wikipedia dice que las relaciones románticas se caracterizan por las emociones de amor, intimidad, empatía, aprecio y afinidad. Esa definición no es de mucha utilidad, porque la mayoría sentimos esas mismas emociones, aunque quizá en distinto grado, con nuestras amistades no románticas. La idea de que las relaciones se caracterizan por esas emociones es un buen punto de partida, pero al final, creemos que la definición de relación romántica depende de las personas involucradas.

      LA HISTORIA DE FRANKLIN

      Tuve una relación con Amber durante más de una década. Al comienzo parecía una relación convencional: convivíamos, compartíamos cama, nos sentábamos a cenar al final del día.

      Unos años más tarde, ella se mudó a otra ciudad para obtener su licenciatura en Neurobiología.

      En nuestra relación pasamos de convivir a relacionarnos a distancia, pero aún mantenía muchas señales convencionales propias de una relación romántica. Nos visitábamos a menudo, nos reuníamos cuando podíamos y seguimos siendo amantes.

      Menos de un año después, me mudé aún más lejos. Amber y yo mantuvimos una relación a distancia, pero se volvió más y más complicada. Ella estaba trabajando en su trabajo de fin de máster sobre bioinformática y estudiando Matemáticas Puras, por lo que su atención se concentró cada vez más en su trabajo académico, y cada vez tenía menos tiempo disponible para mantener una relación romántica, mucho menos una a larga distancia. Terminé acostumbrándome a verla menos a menudo: Dos veces al mes, luego una vez al mes y al final una vez cada seis semanas.

      Finalmente, Amber me contactó y me dijo que no le parecía posible que la parte sexual de nuestra relación pudiese continuar. Su trabajo académico estaba consumiendo su vida y su libido estaba sufriendo los efectos del estrés. Me comentó que temía que hablar francamente conmigo supusiera el final de la relación, pero que ella sentía la necesidad de descartar el sexo en la relación.

      Yo disfrutaba realmente siendo el amante de Amber, por lo que me dolió lo que me dijo. Pero realmente me dolió menos de lo que esperaba. Siempre he admirado a Amber, y creo firmemente en el trabajo que está realizando. También creo con la misma claridad que la sexualidad debe ser consensuada y yo no quiero tener una amante que no tiene el tiempo ni el deseo entusiasta de estar conmigo.

      Nuestra relación cambió sorprendentemente poco. Seguimos compartiendo la cama cuando nos íbamos a visitar, pero solo para acurrucarnos y dormir. Nos

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