Ecos del misterio. José Rivera Ramírez

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Ecos del misterio - José Rivera Ramírez Ensayo

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de molestias. Más o menos me he acostumbrado a la silenciosa y tímida presencia de las cucarachas, y uso de misericordia con ellas, aunque me culpo de haber aplastado alguna involuntariamente. Un periódico viejo, encontrado en una clase, me proporciona la posibilidad de vaciar, varias veces al día, el minúsculo cenicero, encerrando los restos en un trozo de papel, que luego tiro a una papelera del pasillo. Así me libro del espectáculo de montones de colillas, que me repugnan con su alusión cadavérica. He conseguido bajar la persiana lo bastante, para inutilizar cualquier intento de observación. Y poseo la manera de ordenar las ropas y los libros dentro de la vieja cartera, de forma que constituya un cojín aceptable, y me sitúe a la altura suficiente para escribir a máquina. Puede decirse que estoy bien instalado.

      Los seminaristas vienen con frecuencia, pero como son pocos me dejan algunos ratos de soledad cada día. No he tenido una sola visita; salvo la de D. Xavier, cuya compañía es de las pocas que positivamente deseo. Si no he avanzado en el análisis del pensamiento de Juvenal, es porque, con esta manía de plenitud, que me señorea desde mis más tempranas empresas, me he arrojado al quehacer de traducirlo todo. ¡Y son 3.836 versos! Al mismo tiempo, estoy estudiando la prosodia y la métrica latinas con la gramática de R. de Miguel. Afortunadamente quedan raíces en mi memoria, de los lejanos estudios comillenses, y la materia tampoco es especialmente ardua para mi temperamento. Así, espero salir de esta bendita ciudad, con la capacidad de gustar, otra vez, el verso latino.

      Quisiera hecer algunas observaciones sobre mi estilo, pero no tengo tiempo. He leído estos días “Las paradojas de Mr. Pond”, casualmente halladas en Pueyo, en una de mis rebuscas de clásicos latinos. Un libro en el estilo normal de Chesterton; es decir, un libro que me agrada profundamente. He comenzado la obra de Melo sobre la guerra de Cataluña... En este modo beligerante, que suele ser mi estilo personal, yo diría que prosigo la lucha en todos los frentes. E incluso que avanzo...

      Ensayemos, por segunda vez, los comentarios de Juvenal. Me queda poco más de media hora, pero el desayuno se abre sobre otro rato libre. Espero poder escudriñar la I sátira.

      SÁTIRA I

      La visión del hombre: La idea central es la forzosidad de la indignación, ante el espectáculo de la vida romana:

      Difficile est saturan non scribere; nas quis iniquae

      tam patiens urbis, tam ferreus ut teneat se... (30-1)34.

      Si natura negat, facit indignatio versus (79)35.

      Las vacuas declamaciones de los poetas, mayores o menores, reiterando siempre los mismos temas; la mujer deportista, que lanza la jabalina con el pecho desnudo; la insultante riqueza del advenedizo, que atraviesa la calle ostentosamente despreciando al pueblo; la figura del delator, lisonjeado por todos en fuerza del miedo; el eunuco que se desposa; el que se enriquece entregándose a una vieja, cuya matriz es el mejor camino para alcanzar la cumbre de las ambiciones. La herencia está en proporción al vigor sexual. El que lleva a la prostitución a su despojado pupilo, y se pavonea arrollando a la multitud con su rebaño de clientes; la nuera corrompida por causa de su avaricia; las desposadas ya impuras; el adúltero presumido (Así, hemos encontrado sobre todo: vanidad en los literatos - lujuria, y mezclada con ella, la avaricia).

      La mujer vestida de hombre; el amante que gasta sus dineros para deslumbrarla; el marido cornudo y alcahuete, que recibe los regalos del amigo de su mujer.

      La avaricia se manifiesta en el juego, y en la tacañería de los patronos con sus clientes. Las cenas patentizan la gula de los ricos y el hambre de los pobres. Una triste visión es la muchedumbre que se aprersura para cobrar la espórtula; y allí mismo tiene preferencia el más rico, aunque sea un miserable liberto.

      Hay la mujer que asesina a su marido, y alecciona a otras esposas, sus indoctas parientas. Hay quienes se burlan del castigo, y desterrados gozan de la vida alegremente. Y de todo esto nada conviene decir, pues puede el acusador tropezar con un Tigelino, que lo condene a la muerte pública en el circo. Mejor es hablar de los muertos.

      En resumen: lujuria, (no aparece la homosexualidad), avaricia (muy ligada a la lujuria), gula, escarnio de la justicia; posibilidad de castigo para el mismo que intenta suscitarla.

      Para Juvenal la maldad ha alcanzado su cumbre:

      Et quando uberior vitiorum copia? quando

      maior auaritiae patuit sinus?... (87-88)36.

      Nil erit ulterior quod nostris moribus addat

      posteritas, eadem facient cupientque minores,

      omne in praecipiti vitium stetit (147-9)37.

      El crimen es premiado; probitas laudatur et alget (cfr.73-76)38.

      Algunos pensamientos capitales: La idea de jerarquía parece intensamente apreciada (109-110). A la muerte sólo se alude, o como fruto del crimen (la esposa envenenadora), o como sorpresa repentina, castigo –o mejor consecuencia– de la gula (141-45). No hay apenas alusiones religiosas, salvo para señalar que la riqueza aún no tiene templo como la Virtud, la Fe, la Paz... (110-115).

      SÁTIRA II

      La visión del hombre: Insinceridad, hipocresía de los fingidos virtuosos, que declaman contra los vicios que ellos mismos cometen; lujuria: afeminamiento, sodomía, hasta el extremo de las bodas entre hombres, celebradas ante amigos íntimos. El casado que abruma a su mujer de regalos, para que no proteste contra sus relaciones con el liberto; los hombres vestidos de mujeres, los perfumados, los que honran a la buena diosa con misteriosas orgías, de que están excluídas las mujeres. Los hombres están más corrompidos; no llegan a tales aberraciones ellas. El incesto del emperador, los abortos de su amante (¡y el mismo que promueve las leyes contra la lascivia!). El adulterio femenino. La corrupción es un contagio que cunde. Pronto se llegará a querer legalizar las uniones de los invertidos. Alusiones religiosas: culto a Cotito - culto lascivo; ofrendas al luperco, sacerdote de Fauno, para concebir; intervención de Lida; incredulidad respecto de la otra vida (149-58); degradación de los patricios: intervenciones en el circo. Corrupción de los prisioneros, los jóvenes se afeminan.

      Los pensamientos acerca de la religión y de la muerte, ya están expresados; él, por decirlo así, no declara su mente sobre el asunto, salvo la invocación a Marte, en que expresa su admiración por la paciencia de éste, ante los males de Roma (125-8).

      SÁTIRA III

      Sigo el orden –o el desorden– de la exposición de Juvenal. Peligros de la ciudad (6-9); recitación poética vitanda (9); quejas de los impuestos (15); alusiones a los judíos (13-14); suntuosidad (20); negocios ilícitos (29-33); promoción del vulgo (34-38); culpa de la Fortuna que juega con los hombres (39-40); adulación (40-41); astrología y agüeros, que sirven para prometer herencias a los hijos, anunciando la muerte paterna (41-43); alcahueterías y adulterio (44); complicidad en el robo (46); sólo es amigo el que posee secretos vergonzosos (49-58); afectación grecizante (58-64): defectos de tales personas: traer postitutas - pinturas: “inteligencia vivaz, audacia desvergonzada, palabra fácil y más precipitada que las aguas del Iseo”. Sabe de todo, tiene todos los oficios: capacidad de adulación, de fingir interés por los demás; representan en el teatro papeles femeninos, de mujeres desnudas, y efectivamente, hembras parecen; “toda Grecia es comediante”. El antigrecismo de Juvenal es notabilísimo, ancho y enardecido (65-106); son lúbricos, y nada escapa de su lascivia, la virgen, la esposa, el esposo joven, el hijo mozo, la madre de familia, y a falta de cosa mejor, perseguirán a la abuela. Un estoico delator mató a su amigo y, ya

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