Ecos del misterio. José Rivera Ramírez

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Ecos del misterio - José Rivera Ramírez Ensayo

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Queda suficientemente propuesta en el siguiente esquema de la sátira:

      Crítica de la intervención prematura de los jóvenes en la vida pública (1-15) – Aplicación a nuestros maestros del “compromiso temporal”–.

      Censura del mezquino ideal de vida, propio de mujercillas incultas (16-19).

      Reproche del orgullo de casta (20-22).

      Reprobación de la tacañería del hacendado (29-32).

      Condenación del afeminamiento -que se manifiesta en la desnudez depilada de los hombres en los baños- y de la homosexualidad (33-41).

      Reprimenda a los que ocultan sus heridas morales, los ávidos de oro y los desenfrenados lascivos (42-50).

      Los consejos del autor: Constatación del desconocimiento propio como mal universal (23-24), y excitación a menospreciar el falso juicio ajeno, y a la consideración de sí mismo (51-52).

      Ut nemo in sese temptat descendere, nemo

      sed praecedenti spectatur mantica tergo! (23-24)31.

      Tecum habita: noris quam sit tibi curta supellex (51)32.

      SÁTIRA V

      Doctrina de la sátira: Expongo el esquema de Persio, con los dos aspectos entretejidos: visión del hombre tal como es, y tal como ser debería. Pueden destacar satisfactoriamente los matices, con la mera expresión de las ideas. Adicionaré conciso escolio.

      Arremetida contra la bambolla temática y expresiva en la poesía (1-20)

      Cuadro de su amistad con Cornuto.

      Intimidad: (21-29)

      Alusión a sus peligros juveniles y la educación recibida de Cornuto (30-40)

      Relación de su convivencia. Igualdad de horóscopo (41-51).

      Exposición de las diversidades de genio entre los hombres: propensiones a la avaricia - la mesa - la sensualidad - los deportes: vanidad de todo ello (52-61).

      Nuevo tránsito al tema de la amistad con Cornuto: estudio y dedicación al trato con los jóvenes (61-64). Exhortación a proseguir la doctrina de Cleante (id).

      Lamentación de la tendencia procrastinante de los jóvenes: vanidad de sus pretextos (65-72).

      Tema de la libertad: abarca todo el resto de la sátira (73-192).

      Exposición de la genuina naturaleza de la libertad, y refutación de la idea ordinaria acerca de ella (73-156; 174-179).

      Ni basta romper por un momento las ligaduras, sino que hay que mantener firme la decisión liberadora (157-174).

      La falsa libertad lleva a la superstición temerosa (180-188).

      Los amos de que hay que liberarse, son los amos interiores, idea muchas veces repetida, pero especialmente se refiere a la avaricia (110-113; 132-142) y a la lujuria (142-154; 162-173).

      Pero el vulgo se ríe de tales ideas (180-191).

      Hay alusiones anteriores a la lujuria (58) y a la avaricia (54-55).

      Acerca de la muerte cfr. 152-3.

      Esta es, sin duda, la más pulcra sátira de Persio. La ternura notable del relato de su amistad con Cornuto, y la valiente proposición del tema de la libertad, cuya substancia podríamos expresar en términos de Escuela, como la clara distinción entre la libertad a necessitate y la libertad a coactione. Persio ve mucho más perspicazmente que la mayoría de los cristianos modernos –al menos de los cristianos que se expresan públicamente–. La libertad es algo personal (y en eso estamos todo de acuerdo) de interior grandeza, que no puede depender, en modo alguno, de exteriores ceremonias ni intervenciones autoritativas.

      Al mismo tiempo Persio nos muestra su miseria, pues todo queda encerrado en la vanidad de una libertad sin esperanza. No existe, en absoluto, relación entre la libertad del hombre y su sometimiento a Dios.

      SÁTIRA VI

      La visión del hombre: Aparte algunas alusiones a la poesía de Baso, la sátira presenta al hombre avaro y al despilfarrador. En el tipo dilapidador se encuentra el lascivo y el entregado a los placeres de la gula. Hay una referencia aprobatoria a los versos que cantan amores juveniles, pero no precisa en qué consiste la honestidad de estos amores, ni de los poemas mencionados (5-6). Exhortación a socorrer al desvalido (27-33).

      Algunas alusiones a la avaricia: 14-19; 33-36; todo el tema del heredero (41-80).

      A la lujuria: 72-73.

      A la envidia: 13-14.

      A los placeres de la mesa.

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      Así el panorama humano que Persio nos señala, y que no resulta muy halagüeño, podría expresarse más o menos con estas palabras: la mayoría de los hombres son vanidosos, en su faena poética, grandilocuentes y falsamente magníficos, pero sobre todo en su vida misma, comienzan por desconocerse a sí mismos, y esto es fruto de una deliberada voluntad, pues ni siquiera lo intentan; ignoran, asimismo, la meta de su propio vivir, se contentan con la mentira que piensan por sí mismos o escuchan a los demás, prestos a adularles. Aman una libertad que se limita a no tener por dueño un hombre, que tenga el humano derecho de enviarles a un recado, increparlos o castigarlos; pero no son conscientes siquiera, de la multitud de amos interiores que les dominan, y les hacen errar de un lado a otro con órdenes contradictorias. Vacuas sus diversiones, su hambre de fama inmerecida, sus tareas. Son lujuriosos hasta el afeminamiento, aun en el sentido pleno de la homosexualidad. Son esclavos del ansia de oro, y por ella faltan a los deberes de la piedad y al amor al desvalido; tacaños, viven misérrimos a veces. Siervos del vino y de los alimentos; de la vanidad, de la alabanza ajena, del orgullo de casta; de la lascivia. Viven aterrados por la muerte. Y aun su religión está contaminada, pues es una urdimbre de supersticiones y de malos deseos, de lujos inútiles, como si quisieran sobornar a los dioses.

      Frente a esta pintura, que no es menos pesimista que la de S. Pablo en la epístola a los paisanos, y más o menos contemporáneos, de Persio, el satírico piensa, como Pablo, pero por motivos muy diferentes y mucho más rateros, en la posibilidad de una vida humana digna, que pocos alcanzan, basada en un conocimiento propio, en una atención a los demás, en un decoro austero, amor a la verdad, sinceridad en su trato con los dioses –en que no introduce nota alguna de intimidad ni amor– honradez sexual, seria y perseverante labor por dominar los amos interiores. Se mueve en el cerrado ámbito angosto de lo meramente humano, y no abre, en la muerte, ventana ninguna a posibles infinitos. Es, en una palabra, un estoico bastante pesimista, respecto de las realizaciones de su escuela.

      Algunas notas más precisa este bosquejo de síntesis, y sobre todo acerca del estilo literario, sugerente de ciertas mejoras en el propio mío. No obstante, por el momento, voy a abandonar a Persio (debo también concluir el análisis gramatical) para terminar la lectura del cuaderno de notas de Maritain.

      IV. DÉCIMO JUNIO JUVENAL

      Día 3 de julio de 1967

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