Ecos del misterio. José Rivera Ramírez

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Ecos del misterio - José Rivera Ramírez Ensayo

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a virtudes morales, no se suele apreciar, porque en el orden sexual no queda nada atractivo...

      En cuanto a mi poca simpatía por la juventud, creo que nace de que apenas hay tal juventud, sino que los jóvenes son, de ordinario –e inculpablemente en parte– adolescentes retrasados; se han quedado en la adolescencia, en esa postura inconforme, protestona, que tan mal sienta a todo el mundo, y que es característica del adolescente.

      Panecio contempla al hombre, desde el punto de vista estético: difiere de las bestias en su capacidad de apreciar y sentir la belleza.

      Contemplamos y realizamos la belleza más sublime, en la armonía de la conducta de la vida.

      Distinción de kalon y prepon: el primero, es todo cuanto está en la línea elevada del hombre; el segundo expresa, en lo conveniente, una medida o simetría especial con el aspecto externo, de una liberalidad no forzada y espléndida.

      El decoro moral irradia cuando interpretamos, libre y perfectamente, el papel que el ideal del hombre, del “ser hombre”, nos impone, no sólo en nuestros actos, sino también en nuestras convicciones más íntimas; no sólo en nuestras decisiones, sino también en todos los detalles del comportamiento exterior. Como la belleza corporal debe mostrar la salud, así la belleza moral debe ser manifestación de la virtud.

      El papel de la vida tiene hasta cuatro aspectos (naturaleza humana - persona particular - determinaciones circunstanciales independientes de nuestra voluntad - profesión aceptada); somos perfectamente bellos, cuando realizamos perfectamente los cuatro aspectos.

      La belleza es algo objetivo, seguiría siendo, aunque nadie la conociese ni alabase.

      Con la distinción del bien útil y honesto, Panecio se explica sobre la belleza. Y dice de ella, lo que se había dicho del bien. De modo que la belleza es lo laudable, lo deseable, lo grato, lo conmovedor...

      Y estoy muy de acuerdo con Panecio...

      Posidonio es, acaso, autor de algunas de las ideas atribuídas a Panecio. No es clara la distinción entre ambos. En todo caso, siguiendo a mi autor, anoto la división de las artes en cuatro grupos: las que proveen a las necesidades - las que proveen al mero placer - las que enjuician esto mismo: las artes liberales - las facultades morales.

      La conciencia estética de los sentidos se basa en la adecuación y simpatía entre el objeto y el sujeto. La finalidad suprema del arte es el arte de vivir, de ser feliz y realizar la belleza en el comportamiento.

      A los estoicos, el arte de la palabra les parece el supremo, porque la palabra es la expresión más directa del logos. El arte de las formas racionales o lógicas del pensar es la lógica: y consta de dialéctica y retórica (mano abierta y cerrada de Zenón). La retórica se emparenta con la dialéctica y, a la vez, por otros aspectos, con la música, danza, etc. Pero, para el sabio, el ideal es una retórica muy cercana a la dialéctica. Son en gran parte rigoristas: “elocuencia es, en primer lugar, el uso espontáneo de la palabra adecuada para designar a cada objeto”.

      Al mismo tiempo, algunos por lo menos, utilizan la poesía (comparación de la trompeta: Cleantes).

      Para Aristón de Quíos, el Calvo, la primera finalidad de los poetas es pedagógica y ética; esto se logra por la explicación del contenido; pero intrínseca es también la belleza de la forma, que emana, no sólo del lexis, sino también de la música que el oído experimenta, gracias a un juicio sensible. Pero este juicio sensible, para ser perfecto, debe proceder de la educación y el ejercicio del gusto.

      Posidonio define la poesía: “la creación de un poema lleno de discreción y la revelación de la significación más profunda de las cosas, en una imitación de todo lo divino y humano... el poema mismo es una lexis (forma verbal) métrica, rítmica, oratoria, que, por su esplendor decorativo, se alza por encima de la prosa puramente racional”.

      Algunos estoicos, sin embargo, junto a los epicúreos, defienden la insignificancia ética y pedagógica del arte, que causa un mero placer, y es ocasión de la entrega al gusto puramente subjetivo; ya que cada uno capta, a su manera, lo dicho por el poeta.

      Diógenes de Seleucia se levanta en contra, y defiende el valor pedagógico de la música, que, por medio del melos y el ritmo, produce estados de ánimo, buenos y malos. Y es que el alma posee doble facultad de percepción, por una parte capta las propiedades sensibles, pero por otra las cualidades –también en el orden sensible– de medida y equilibrio. Y esta facultad más elevada puede ser adiestrada por medio del ejercicio.

      Crates de Malos aplica la doctrina a la literatura, pero partiendo de la necesidad de eliminar cuanto no cuadra en la lógica y moral. Y se constituye una escuela de filólogos, muy famosa, y muy severa, del tipo de Zoilo, uno de sus componentes. Pero personalmente Crates es mucho menos rigorista: la poesía es un arte autónomo, con su prepon interno. Hay algo que hace que la poesía sea poesía, y ello no es la lógica ni la ética. Las descripciones y sentimientos del poeta hay que captarlas sensiblemente; sólo así puede llegarse al contacto del Logos divino, presente en cada poema, por la clarividencia del poeta. El placer poético proviene pues, de la apreciación capacitada de la armonía (forma) verbal, métrica y rítmica, y del sentir los pensamientos del poeta (contenido); y en plano más elevado, el poema es entendido por otra inteligencia, distinta a la pura razón lógica; no se rechaza el logos, sino que descubre significaciones más profundas, ocultas bajo formas alegóricas.

      El alegorismo toma vuelos. El habla es una creación relacionada con la realidad de las cosas nombradas (importancia de la etimología); pero como también hay diferencias, hay que tener en cuenta no sólo la analogía, sino también la anomalía. “La alegoría es un medio para expresar o sugerir, indirectamente y en lenguaje figurado, la esencia de las cosas”. Se funda en la relación de simpatía que une todo.

      Los estoicos cambian el concepto de Aristóteles; para ellos los primeros, y en suma los más importantes poetas, son los teólogos. Sólo después viene la ínfima poesía que se ocupa en el hombre...

      II. MARCO VALERIO MARCIAL

      Día 2 de junio 1967

      Las 3,40. Terminé anteayer el primer examen general de los Hechos, con el estudio singular de los capítulos. Antes de emprender la segunda parte del trabajo, que ha de consistir en el ahondamiento de algunas ideas principales, y debido, sobre todo, a que he dejado las folias correspondientes a los primeros capítulos, inicio la diversión de registrar algunas impresiones concernientes a mis lecturas de clásicos. La Misa no va a celebrarse hasta las 9,45; ello me abre un panorama de casi seis horas, lo que me presta una dicha insólita. He seleccionado discos de Bach, (infortunadamente no poseo más que la obertura nº 2, tan delectable), de Chaikowsky, Dvorack y Beethoven. Me prometo una noche y un ingreso en el día, extremadamente gozoso. No tengo apenas molestias físicas, ni sueño. El domingo salgo para Malagón, y allí me consagraré a la tarea sobre el Espíritu Santo. Esta noche el programa comprende estudios clásicos –al menos escribiré las ideas suscitadas por la lectura de Marcial19– y un avance en la construcción de la doctrina de la contemplación de Raissa Maritain. Adelante joven.

      Desventuradamente sólo tengo la traducción, pues no he conseguido hacerme con el texto latino. He manejado además la obra de Lorenzo Riber, de grata lectura y valiosa para mis objetivos.

      Una primera consecuencia, de considerable gravedad, es la constancia de lo humano. Es decir, para un espíritu cultivado, Marcial no presenta novedad apreciable. Los defectos que él encontraba en Roma son los mismos, en lo psicológico y moral, que podría encontrar un satírico moderno. Los epigramas de Marcial, conforme

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