¿Podemos adelantar la Segunda Venida?. Marcos Blanco
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Pensativo, Daniells responde:
–Bueno, la sierva del Señor es directa en cuanto al pueblo de Dios. Incredulidad, mundanalidad, falta de consagración y contiendas. Esta demora es nuestra culpa… Bueno, mi culpa.
–Así es. Déjeme compartir algo que encontré, que ella escribió hace muy poco: “Si la iglesia de Cristo hubiese hecho su obra como el Señor le ordenaba, todo el mundo habría sido ya amonestado, y el Señor Jesús habría venido a nuestra Tierra con poder y gran gloria” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, pp. 587, 588). A esto lo escribió hace 36 meses; es decir, durante mi mandato como presidente. Es nuestra culpa. Le hemos fallado a Dios, hermano. Nosotros, como líderes, le hemos fallado a Dios. Debemos humillarnos. Debemos convertirnos en ejemplos vivientes de lo que puede llegar a ser un líder cuando Jesús vive en su corazón. Ya ni sé cómo orar sobre esto. ¿Cómo podemos rogarle a Dios que sacuda de nosotros esta demora e inactividad?
–No podría estar más de acuerdo. He estado experimentando en mi corazón la misma carga que percibo en usted. Busquemos la ayuda de Dios ahora mismo.
–¿Juntos?
–Sí, juntos.
En ese momento, Irwin exclama:
–Oh, hermano…
E inmediatamente, Daniells comienza su oración:
–Dios de gloria, has estado listo para venir por tanto tiempo. Y, aun así, nos has estado esperando. Por favor, perdónanos y ayúdanos como líderes a entregarte todo nuestro ser. Sabemos que somos responsables por este pecado. Cámbianos, ayúdanos a morir al yo y a vivir en ti, Dios. Por favor, toma hoy nuestra vida…
Este diálogo es la recreación dramatizada en un video creado por el Comité de Reavivamiento y Reforma de la Asociación General durante los cien días de oración que precedieron al Congreso de la Asociación General de 2015, en Texas. El contenido está basado en una carta de dos páginas publicada en el tomo 8 de Testimonios para la iglesia. La escena cambia a otra conversación entre Stephen Haskell y el expresidente de la Asociación General George Butler, cuando entran en el tabernáculo de Battle Creek. Dentro de la iglesia, con los hermanos reunidos, Haskell se acerca al púlpito, lee el Salmo 106, y expresa: “Hemos pecado, oh, Dios”. A esto le sigue otra oración, con Haskell diciéndole al Señor que no pueden continuar así.
En el video se señala claramente que Jesús no ha venido porque los miembros y los líderes de la Iglesia Adventista no se han rendido completamente a la dirección de Jesús ni han predicado el evangelio como deberían haberlo hecho. En realidad, este video evidencia una de las tres respuestas que los adventistas han dado a lo largo de los años a la “demora” de la Segunda Venida.
Respuestas al chasco de 1844
Como adventistas del séptimo día, hemos luchado por descifrar el enigma de la demora de la Segunda Venida desde al menos el 23 de octubre de 1844. Los primeros adventistas, que formaban parte del gran Movimiento Adventista conformado por cristianos de diferentes confesiones, esperaban que la Segunda Venida tuviera lugar el 22 de octubre de 1844. Habían proclamado que la Segunda Venida ocurría en ese día, con entusiasmo, esperanza y alegría. Pero, la alegría se había convertido en decepción, al ver que Cristo no regresó en esa fecha. Acerca de ese día, por ejemplo, Josiah Litch le escribió a William Miller: “Es un día nublado y oscuro aquí, el redil está disperso y el Señor todavía no ha venido”.1 Hiram Edson escribió también: “Nuestras mejores esperanzas y expectativas fueron destruidas, y un espíritu de llanto nos invadió como nunca antes habíamos experimentado. Ni la pérdida de todos los amigos terrenales puede compararse con esa experiencia. Lloramos y lloramos hasta el amanecer”.2
Pero, más allá de identificar bíblicamente el evento que había sucedido el 22 de octubre de 1844, mantuvieron su esperanza en un prontísimo regreso de Cristo a la Tierra. Sabían que el tiempo era corto y que estaban viviendo las últimas escenas de la historia de este mundo.
Y, aunque muy pronto después de ese día amargo se dedicaron a escudriñar las Escrituras en busca de una respuesta bíblica a su gran desilusión, esa fue la primera vez (de muchas otras) que los adventistas tuvieron que luchar con el concepto de la demora de la Segunda Venida.
Luego de ese gran chasco, el movimiento se dividió en diversos grupos. Por un lado, estuvieron aquellos que no pudieron soportar el Gran Chasco, perdieron la certeza de la Segunda Venida, y regresaron a sus antiguas confesiones o, sencillamente, se apartaron de la fe. Pero, de entre aquellos que mantuvieron la esperanza en el pronto regreso de Jesús, se pueden identificar tres grupos: el primero, bajo el liderazgo de Joshua V. Himes, interpretó que no había sucedido nada relevante el 22 de octubre de 1844, y que solo quedaba esperar a que ocurriera la Segunda Venida en alguna fecha futura no específica. Mantuvieron su sentido de urgencia, pero no consideraron que hubiera ocurrido algo relevante el 22 de octubre ni tampoco siguieron colocando fechas. Este grupo tomó su propio rumbo, para luego organizarse en Albany.
El segundo grupo ha sido identificado como los “espiritualizadores”, ya que interpretaron que el tiempo y el evento habían sido correctos, pero que esa Segunda Venida sucedida el 22 de octubre había sido “espiritual”, no concreta ni material. Este grupo se caracterizó luego por manifestaciones de fanatismo espiritual.
El tercer grupo seguía sosteniendo que la fecha del 22 de octubre había sido correcta, pero que se habían equivocado en la interpretación del evento que había tenido lugar en ese día. En otras palabras, había ocurrido algo ese día, pero lo evidente era que no había sido la Segunda Venida. Este tercer grupo finalmente llegó a convertirse en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Este grupo abordó el problema de la demora con una búsqueda intensa de la verdad en las Escrituras, hasta descubrir que lo que había sucedido era el paso de Cristo del Lugar Santo al Lugar Santísimo en el Santuario celestial, inaugurando una etapa de juicio en su ministerio sacerdotal.
Pero, más allá de identificar bíblicamente el evento que había sucedido el 22 de octubre de 1844, mantuvieron su esperanza en un prontísimo regreso de Cristo a la Tierra. La misma naturaleza del Juicio Preadvenimiento les indicaba que el tiempo era corto, y que estaban viviendo en las últimas escenas de la historia de este mundo. Fue precisamente esa expectativa de un pronto cumplimiento de la promesa de Jesús lo que ha llevado a los adventistas a preguntarse por la razón de una espera que no estaba prevista, por la dilatación del tiempo, por lo que muchos han interpretado como una “demora”.
Respuestas a la paradoja de la “demora”
A lo largo de la historia de nuestra iglesia, entonces, se han intentado dar al menos tres respuestas teológicas al problema de la “demora” de la Segunda Venida.
En primer lugar, están quienes afirman que Cristo no ha venido porque todavía el evangelio no sido proclamado a “todo pueblo y toda nación, tribu y lengua” (Apoc. 14:6),3 ya que la proclamación global del evangelio fue mencionada por Jesús como una de las señales y condiciones para la Segunda Venida: “Y se predicará la Buena Noticia acerca del reino por todo el mundo, de manera que todas las naciones la oirán; y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14).
En segundo lugar, se encuentran quienes afirman que Cristo vendrá solo cuando