¿Podemos adelantar la Segunda Venida?. Marcos Blanco

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¿Podemos adelantar la Segunda Venida? - Marcos Blanco

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una violación homosexual múltiple con los dos ángeles (que a ellos se les aparecieron como dos hombres). De allí que la “sodomía” se asocie a las relaciones homosexuales, ya sean consentidas como forzadas. Ezequiel menciona que Sodoma cometió “pecados detestables” (Eze. 16:49, 50), y lo hace empleando el mismo término que utiliza Levítico 18:22 para referirse a la homosexualidad.

      Hay una presión cada vez más fuerte por parte de ciertos sectores para naturalizar lo que, desde el punto de vista bíblico, es antinatural: las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. Romanos afirma que el hombre, al “cambiar” la verdad acerca de Dios por una mentira, también “cambió” el orden natural de la familia y el sexo: “Aun las mujeres se rebelaron contra la forma natural de tener relaciones sexuales y, en cambio, dieron rienda suelta al sexo unas con otras. Los hombres, por su parte, en lugar de tener relaciones sexuales normales, con la mujer, ardieron en pasiones unos con otros. Los hombres hicieron cosas vergonzosas con otros hombres” (Rom. 1:26, 27).

      El avance del marxismo cultural (o nueva izquierda), que impone una agenda feminista en la que se ridiculiza a quien cree en una idea bíblica de la familia, sumado al lobby de asociaciones de homosexuales y otros grupos de interés que luchan para imponer su ideología de género en escuelas y otros organismos públicos, hacen cada vez más difícil educar a nuestros hijos en los ideales de una familia bíblicamente definida.

      Sí, nuestras sociedades actuales cada vez se parecen más a los “días de Noé” y a los “días de Lot”. Pablo afirmó que en el período anterior al regreso de Cristo habría “tiempos muy difíciles” (otras versiones dicen que serían “tiempos peligrosos”). Además, afirmó que las ciudades estarían llenas de gente que “solo tendrá amor por sí misma y por su dinero. Serán fanfarrones y orgullosos, se burlarán de Dios, serán desobedientes a sus padres y malagradecidos. No considerarán nada sagrado. No amarán ni perdonarán; calumniarán a otros y no tendrán control propio. Serán crueles y odiarán lo que es bueno. Traicionarán a sus amigos, serán imprudentes, se llenarán de soberbia y amarán el placer en lugar de amar a Dios” (2 Tim. 3:1-5). En este contexto, se nos exhorta a alejarnos de “esa clase de individuos”, y a “permanecer fiel[es] a las cosas” que se nos han enseñado (vers. 14).

      Estamos viviendo en los últimos días. Nuestra sociedad cada vez se asemeja más a aquellas en las que Dios tuvo que intervenir para poner un límite al avance de la maldad, la violencia y la inmoralidad. Cristo está a las puertas. La pregunta es: ¿estás preparado? “Ustedes también deben estar preparados todo el tiempo, porque el Hijo del Hombre vendrá cuando menos lo esperen” (Mat. 24:44).

      Sí, Jesús está a las puertas. El tiempo es breve. El momento de cultivar nuestra relación con Jesús es ahora. Mañana puede ser demasiado tarde. Nuestra sociedad es cada vez más parecida a Sodoma y Gomorra. Cristo está a las puertas. La pregunta es: ¿Estás preparado?

      Lo que puede enseñarnos una higuera

      Jesús les dijo a los discípulos: “Ahora, aprendan una lección de la higuera. Cuando las ramas echan brotes y comienzan a salir las hojas, ustedes saben que el verano se acerca. De la misma manera, cuando vean que suceden todas estas cosas, sabrán que su regreso está muy cerca, a las puertas” (Mar. 13:28, 29).

      Evidentemente, la gran “higuera” de la naturaleza nos está diciendo a gritos que “el verano” se acerca. Sí, Jesús está a las puertas. El tiempo es breve. El momento de cultivar nuestra relación con Jesús es ahora. Mañana puede ser demasiado tarde. “Y, ya que ustedes tampoco saben cuándo llegará ese tiempo, ¡manténganse en guardia! ¡Estén alerta!” (Mar. 13:33).

      Preparación: más allá de los labios

      Como confesión cristiana, creemos en esta promesa de Jesús tan firmemente que se encuentra en el mismo ADN y nombre de nuestra iglesia: “Adventista del Séptimo Día”. Pero, surgimos no solo con el propósito de proclamar esta verdad sino también para anunciar que ese evento, que pondrá fin a la historia de pecado y sufrimiento de este mundo, se encuentra “a las puertas” (Mat. 24:33), ya que el mismo Jesús dijo: “¡Sí, yo vengo pronto!” (Apoc. 22:20).

      No obstante, esa proclamación, que tiene también una connotación de advertencia (“Teman a Dios, y denle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado. Adoren al que hizo el cielo y la tierra, el mar y los manantiales de agua” [Apoc. 14:7, RVC]), traspasa los labios del Remanente, el grupo a quien se le encarga esta tarea.

      Por ejemplo, lo que destaca el mismo contexto de Apocalipsis 14, donde aparece el triple mensaje angélico que proclama el remanente, es que su misión está teñida con su identidad. Este remanente puede hacer un llamado a adorar al Creador porque, entre otras cosas, observa el cuarto Mandamiento, que fue diseñado para recordar a Dios como tal: “Acuérdate de guardar el día de descanso al mantenerlo santo. […] Pues en seis días el Señor hizo los cielos, la tierra, el mar, y todo lo que hay en ellos; pero el séptimo día descansó. Por eso el Señor bendijo el día de descanso y lo apartó como un día santo” (Éxo. 20:8-11). Así, los que pertenecen al Remanente son “los que obedecen los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apoc. 12:17), definición de identidad que se vuelve a repetir en Apocalipsis 14:12.

      Sin embargo, más allá de esta definición que incluye la creencia en Dios como Creador y la obediencia a los Diez Mandamientos, incluyendo el cuarto, el apóstol Pedro indica que la autoridad para proclamar el pronto regreso de Jesús proviene del testimonio vivo de una vida santificada: “Dado que todo lo que nos rodea será destruido de esta manera, ¡cómo no llevar una vida santa y vivir en obediencia a Dios!” (2 Ped. 3:11). Así, “mientras esperan y aceleran la venida del día de Dios” (2 Ped. 3:13, BLP), los que pertenecen al Remanente deben llevar una vida que condiga con el mensaje que predican: “Por lo cual, queridos amigos, mientras esperan que estas cosas ocurran, hagan todo lo posible para que se vea que ustedes llevan una vida pacífica que es pura e intachable a los ojos de Dios” (2 Ped. 3:14).

      Porque la mera declaración de creencias, una mera expresión de “fe”, sin el respaldo de una vida transformada que se manifiesta en obras de servicio, evidencia una vida espiritual muerta: “Amados hermanos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe si no lo demuestra con sus acciones? ¿Puede esa clase de fe salvar a alguien? Supónganse que ven a un hermano o una hermana que no tiene qué comer ni con qué vestirse y uno de ustedes le dice: ‘Adiós, que tengas un buen día; abrígate mucho y aliméntate bien’, pero no le da ni alimento ni ropa. ¿Para qué le sirve? Como pueden ver, la fe por sí sola no es suficiente. A menos que produzca buenas acciones, está muerta y es inútil” (Sant. 2:14-17).

      Somos un pueblo que espera y apresura, un pueblo que anuncia y proclama, pero también un pueblo que vive su fe, que se santifica cada día y que muestra el gran amor de nuestro Padre en cada interacción con sus semejantes. Eso es creer y vivir la Segunda Venida.

      La batalla por el trono y el gran día “V”

      Durante el siglo XX, dos guerras devastaron el planeta. Debido a la cantidad de países involucrados y los millones de muertes que generaron, fueron llamadas “Guerras Mundiales”. La Primera y la Segunda Guerra Mundial fueron quizá los conflictos más terribles en la historia humana. Sin embargo, existe una guerra todavía más abarcadora que esas. Por su magnitud, debería ser llamada “la guerra universal”. ¿Cuándo comenzó esta guerra y qué está en juego?

      La Biblia nos revela que esta guerra comenzó en cielo, cuando Satanás quiso tomar el lugar de Dios (Eze. 28:14; Isa. 14:13, 14). Desde entonces, el Universo se encuentra en medio del gran conflicto entre Cristo y Satanás. El capítulo 12 del libro de Apocalipsis

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