¿Podemos adelantar la Segunda Venida?. Marcos Blanco

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¿Podemos adelantar la Segunda Venida? - Marcos Blanco

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R. Walton, Advent!: World Events at the End of Time (Washington, DC: Review and Herald, 1986), pp. 49-66.

      18 Douglass, ibíd, p. 30.

      19 Douglass, Faith: Saying Yes to God (Nashville, Tennessee: Southern Publishing Association, 1978), p. 89.

      20 Eric Claude Webster, Crosscurrents in Adventist Christology (Berrien Springs, Michigan: Andrews University Press, 1992), pp. 350, 351.

      21 “Douglass encontr´´ó que la humanidad de Jesús es la llave que puede abrir las puertas de todo el edificio teológico” (Webster, ibíd., p. 427).

      22 Woodrow Whidden sostiene que lo que se ha dado en llamar la “Teología de la Última Generación” se desarrolló a partir de la teología del pastor reformado Edward Irving (1792-1834), que luego hizo su entrada en el Movimiento Adventista a través de E. J. Waggoner. Pero, quien finalmente le dio forma a esta teología fue M. L. Andreasen, en su ahora bien conocido libro El Santuario y su servicio (1937). Andreasen sostenía que el pueblo de Dios sería una demostración al Universo de que se pueden guardar los Diez Mandamientos, y que la expiación de Cristo no fue finalizada en la Cruz, sino que será finalizada cuando la última generación demuestre que puede vivir una vida de perfecta obediencia. Para esto, véase Woodrow Whidden, “What is Last Generation Theology?”, en Jiří Moskala y John Peckham, God’s Character and the Last Generation (Nampa, ID: Pacific Press, 2018), pp. 23-43. Herbert Douglass sencillamente aplicó estos conceptos teológicos a su comprensión de los eventos del fin y, específicamente, al asunto de la demora de la Segunda Venida. Whidden afirma que los dos teólogos modernos “más influyentes” que continuaron con las ideas de Andreasen son “Herbert E. Douglass y C. Mervyn Maxwell” (p. 36).

      23 Douglass, The End: Unique voice for Adventists About the Return of Jesus (Mountain View, California: Pacific Press, 1979), p. 65.

      24 White, Palabras de vida del gran Maestro, p. 69.

      25 Webster, Crosscurrents in Adventist Christology, pp. 350, 351.

      26 Hans K. LaRondelle, Perfection and Perfectionism: A Dogmatic-Ethical Study of Biblical Perfection and Phenomenal Perfectionism, Andrews Universtity Monographs, vol. 3 (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1971); Norman R. Gulley, Christ Our Substitute (Washington, DC: Review and Herald, 1982); “Model or Substitute? Does it Matter How We See Jesus?”, serie de seis artículos en la Adventist Review, 18 de enero de 1990, pp. 8-10; 25 de enero de 1990, pp. 12-14; 1° de febrero de 1990, pp. 19, 21, 22; 8 de febrero de 1990, pp. 16-18; 22 de febrero de 1990, pp. 8-10; Edward Heppenstall, Salvation Unlimited: Perspectives in Righteousness by Faith (Washington, DC: Review and Herald, 1974); Heppenstall, The Man Who is God: A Study of the Person and Nature of Jesus, Son of God and Son of Man (Washington, DC: Review and Herald, 1977); John Peckham, “The Triumph of God’s Love”, en Jiří Moskala y John Peckham, God’s Character and the Last Generation (Nampa, ID: Pacific Press, 2018), pp. 271-286.

      27 Dado que Douglass enmarca su escatología en el contexto de la Teología de la Última Generación, parece caer en varios de los desequilibrios teológicos de este movimiento a la hora de elaborar su concepto acerca de la demora de la Segunda Venida. Acerca de estos problemas teológicos que presenta la Teología de la Última Generación, ver Jiří Moskala, “The Significance, Meaning, and Role of Christ’s Atonement”, en Jiří Moskala y John Peckham, ibíd, pp. 195-203.

      28 Branson, Pilgrimage of Hope, p. 12.

      29 Herbert Douglass, Why Jesus Waits (Washington, DC: Review and Herald Publishing Association, 1976), p. 45.

      30 Ver Quintin Betteridge, “A Critical Appraisal of the Hermeneutical Horizon of M. L. Andreasen’s Postlapsarian Christology” (Tesis de Maestría, Newbold College, 2018), p. 16.

      31 Douglass, Faith: Saying Yes to God, p. 89.

      32 Raúl Kerbs, “Observaciones epistemológicas e históricas preliminares sobre la relación fe–razón desde una perspectiva cristiana adventista”, Enfoques, N° 4 (1994), pp. 38-48.

      Énfasis en la providencia divina

      El 30 de mayo del año 70 d.C., el ejército romano, encabezado por el futuro emperador Tito, lograba penetrar la muralla exterior de la ciudad de Jerusalén, tras haberla sitiado durante meses. Después, los zelotes, refugiados dentro de las murallas del Templo, eran derrotados y la ciudad caía en manos romanas. El historiador Flavio Josefo afirma que más de 1.100.000 judíos perecieron y cerca de 100.000 fueron tomados cautivos. En la ciudad de Roma se encuentra el famoso Arco de Tito. Allí, en el pilar meridional, se halla una representación en bajorrelieve de los cautivos judíos encadenados y los soldados romanos cargando el candelabro de siete brazos del Templo. Ahora bien, mientras que los judíos morían de hambre, eran decapitados y capturados, los cristianos de Jerusalén escapaban.

      ¿Cómo salvaron su vida? Muchos años antes de la destrucción de Jerusalén, Jesús había predicho los terribles eventos que seguirían a su muerte. La señal sería ver la ciudad rodeada por el ejército romano. Las instrucciones y las advertencias fueron claras: “Por tanto, cuando en el lugar santo vean la abominación desoladora, de la que habló el profeta Daniel (el que lee, que entienda), los que estén en Judea, huyan a los montes; el que esté en la azotea, no baje para llevarse algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. Pero ¡ay de las que en esos días estén embarazadas o amamantando! Pídanle a Dios que no tengan que huir en invierno ni en día de reposo” (Mat. 24:15-20, RVR).

      Tras unas revueltas originadas por los zelotes (que habían tomado la fortaleza de Masada), Cestio Galo sitió y atacó Jerusalén con treinta mil hombres. Ingresaron en la ciudad, pero no en el Templo. Aparentemente, la ciudad y el Templo caerían de un momento a otro. Pero, sin razón evidente, las tropas se retiraron repentinamente. Esto posibilitó que los cristianos tomaran seriamente las advertencias de Cristo y huyeran hacia la ciudad de Pella, más allá del Jordán.

      Las profecías bíblicas se han cumplido tal como se habían predicho. Y, como cristianos, tenemos la certeza de que podemos confiar en la palabra profética más segura, ya que se ha cumplido todo lo que Dios anunció a través de sus profetas.

      Increíblemente, ni un solo cristiano pereció entonces. Cuando Tito llegó, todos los cristianos habían huido, alertados por la profecía de Jesús. En el año 70 d.C., el Templo de Jerusalén fue totalmente destruido, en cumplimiento de la

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