¿Podemos adelantar la Segunda Venida?. Marcos Blanco
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Esta es solo una muestra de una de las profecías bíblicas que se han cumplido tal como se había predicho. Y, como cristianos, tenemos la certeza de que podemos confiar en la palabra profética más segura, ya que se ha cumplido todo lo que Dios predijo a través de sus profetas. Sin embargo, algunos consideran que el hecho de que algo esté profetizado implica que Dios es el ejecutante y única causa de esas profecías, sin ninguna participación humana.
Varios autores han tratado de resolver el asunto de la demora de la Segunda Venida al enfatizar este concepto de la soberanía y el preconocimiento de Dios, colocando sobre él la responsabilidad del momento de la Segunda Venida. Entre ellos, Arnold Wallenkampf es quien más ha desarrollado esta posición.33
No existe demora
Para responder a la cuestión de si se puede adelantar o demorar la Segunda Venida, Wallenkampf resalta la soberanía absoluta de Dios con respecto a la parusía. Su postura es clara: “Ni por un momento debemos pensar que tú o yo podemos cambiar lo que Dios ha establecido y diseñado”.34
En primer lugar, Wallenkampf intenta brindar una visión alternativa a algunos textos bíblicos. Tal es el caso de 2 Pedro 3:12: “Esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán desechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán” (RVR). Lo que más le preocupa a Wallenkampf de este texto es la noción de “apresurar” la Segunda Venida. Al hacer el análisis, el autor menciona que esta tiene dos sentidos: transitivo o intransitivo. En el primer caso, el verbo speudo se podría traducir como “acelerar”, y la segunda posibilidad sería “acelerar hasta” o “profundo anhelo”.35 Wallenkampf afirma que esta palabra, en el texto de 2 Pedro, tiene más bien la connotación de algo que se anhela profundamente y no el sentido de apresurar la Venida.
Es patente que la posición de Wallenkampf no deja el más mínimo lugar para la actividad humana en la determinación de la fecha del regreso de Jesús. Es más, llega a declarar que pensar que “seres humanos pecadores sean capaces de atar de manos al Omnipotente al punto de impedirle llevar a cabo sus planes” es “el colmo de la arrogancia”.36 Creer que el ser humano puede desempeñar algún papel importante en este sentido37 sería caer en “la blasfemia”.38 Dios es soberano, y por eso ha determinado la hora.39
Dentro de esta postura, pensar en una demora es ilógico. La demora es una prolongación del tiempo más allá de lo previsto, lo que da a entender que se fracasó en cumplir con un plazo estipulado por anticipado. Pero si Dios, en su absoluta potestad, ha fijado la fecha para su segunda venida, no es coherente pensar en una demora, ya que el momento de la Segunda Venida es potestativo de Dios (Hech. 1:7).
Wallenkampf dialoga con la postura opuesta –la así llamada “escatología de la cosecha”, que se analizará en el siguiente apartado–, que afirma que la actividad humana puede marcar una diferencia en la fecha de la Segunda Venida. En este contexto, afirma:
“Pero, aun cuando hagamos lo mejor de nuestra parte, nuestros esfuerzos no determinan el momento en que habrá de realizarse la cosecha de este mundo ni el regreso de Cristo. Al igual que la cosecha del grano de este mundo, la maduración que culminará en la cosecha espiritual de este mundo depende de las fuerzas que están fuera del control humano.40
Puede verse claramente que, en la postura de Wallenkampf, todo el acento está colocado en las acciones y los planes divinos, negando rotundamente la participación del hombre tanto en las actividades que anteceden a la Segunda Venida como en la determinación de la fecha de este evento.
Concepción acerca del ser de Dios
Aunque Wallenkampf expresa sus presupuestos en términos simples, puede percibirse claramente una concepción atemporal para el ser de Dios.41 Para este autor, “Dios es mayor que el tiempo. El tiempo existe en Dios y no es que Dios viva en el tiempo.”42 Es más, considera que, aunque el ser humano fracciona su existencia en tiempos verbales –pasado, presente y futuro–, “no ocurre lo mismo con Dios. Para Dios no hay diferencia entre el pasado, el presente y el futuro”;43 es decir, “el Eterno mora en un eterno presente”.44 A esto, agrega: “En realidad, el tiempo no pasa, siempre está allí. El paso del tiempo es tan solo una ilusión”.45
Como puede verse, Wallenkampf concibe el ser de Dios en términos de atemporalidad. En su postura, Dios está más allá del tiempo y no experimenta el flujo de futuro, presente, pasado.
Omnisciencia y providencia divinas
En la postura de Wallenkampf, la providencia y la omnisciencia divinas parecen desempeñar un papel fundamental.46 Lo deja en claro al afirmar que:
“Dios, por medio de su providencia, preparará el momento de la Segunda Venida de Cristo. El Señor conoce el tiempo, y el regreso de Cristo tendrá lugar en el instante previsto en los concilios del cielo. Ni por un momento debemos pensar que tú o yo podemos cambiar lo que Dios ha establecido y diseñado”.47
En este sentido, se iguala la omnisciencia divina con el control absoluto o providencia absoluta del mundo:48 “El Señor es el autor y el amo del tiempo, él lo ve todo y lo controla todo”.49
La presuposición atemporal para el ser de Dios en Wallenkampf conduce a un concepto de soberanía absoluta de Dios en relación con los eventos de este mundo.50 Al comentar el relato bíblico de Jacob y Esaú, y la historia judía, el autor realiza una breve comparación con el tema de la parusía, destacando el pensamiento de que Dios debe manejar los tiempos y no el ser humano: “Esto evidencia que Dios tiene horarios que rigen tanto los sucesos diarios como los eventos históricos”.51
Como puede verse, Wallenkampf concibe el ser de Dios en términos de atemporalidad. En su postura, Dios está más allá del tiempo y no experimenta el flujo de futuro, presente, pasado. Creer que el ser humano pueda desempeñar algún papel es como una “blasfemia”.
Es más, para Wallenkampf, al sostener que Dios demoró la Segunda Venida por causa del hombre, “negamos de un golpe, tanto su presciencia, como su omnisciencia. Y al reflexionar de este modo rebajamos a nuestro omnisciente Dios a nuestro propio nivel”.52 Es decir, la Segunda Venida tiene que suceder porque Dios en su omnisciencia ya lo previó.53 Se está aquí ante un futuro fijo, cerrado e invariable, determinado por la omnisciencia y la providencia de un Dios atemporal.54
Como puede verse, Wallenkampf concibe el ser de Dios en términos de atemporalidad. En su postura, Dios está más allá del tiempo y no experimenta el flujo de futuro, presente, pasado. Para él, pensar que “seres humanos pecadores sean capaces de atar de manos al Omnipotente al punto de impedirle llevar a cabo sus planes” es “el colmo de la arrogancia”. Creer que el ser humano puede desempeñar algún papel importante en este sentido, sería caer en “la blasfemia”.55 Dios es soberano, y por eso ha determinado la hora.56
Además, Wallenkampf no es el único teólogo adventista que sustenta esta línea de pensamiento. Gallagher no considera que los esfuerzos del hombre pueden ayudar a acelerar la parusía, ya que hacer depender este evento de los esfuerzos humanos sería de alguna manera “limitar la omnipotencia de Dios”.57 En este mismo sentido, para Kubo, Dios vendrá solamente cuando lo establezca él, y afirmar que “de alguna manera, por nuestros propios esfuerzos humanos, podemos hacer bajar a Cristo” es algo “blasfemo”.58
En resumen, para Wallenkampf “aun cuando hagamos lo mejor de nuestra parte, nuestros esfuerzos no determinan el momento en que habrá de realizarse […] el regreso de Cristo”. Así, la parusía “depende de fuerzas que están fuera del control humano”.59
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