Seducción: El diario de Dayana. Rafael Duque Ramírez
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El Diario de Dayana no solo goza de un alto contenido erótico, sino que por su riqueza literaria, nos permite analizar, degustar y disfrutarlo desde diferentes prismas. Gracias a ser un texto demasiado real o por el aporte de los testimonios, el autor logra elevar la temperatura del lector. Con un lenguaje sin disfraces ni tabúes, nos pasea por las perversiones íntimas de su paciente, incluyendo testimonios que nadie confesaría en un ámbito público. El lado oscuro del sexo, muchas veces se tilda de pornográfico. Hoy se cuestiona la censura o doble moral de las redes sociales como Facebook.
El Diario de Dayana nos comparte con lujo de detalles, esa sumisión que se da, que puede generar en violencia y hasta en la muerte, por esas prácticas sexuales extremas entre amantes. Inclusive, es un texto interesante para psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas y todos aquellos profesionales relacionados con la salud mental, así creamos que aun no estamos preparados para este tipo de testimonios. Hoy un niño o adolescente escribe sexo en google e inmediatamente, le abre las puertas a un paraíso o infierno de erotismo o porno.
El sexo tántrico o el tantra en general, exploraciones o masajes, nos pueden permitir descubrir la magia de los sentidos y lograr experiencias sexuales más satisfactorias o largas, incluso de horas. Es difícil catalogar que es perverso o depravado, cuando aun estamos en una etapa de liberación sexual. El erotismo, queramos o no aceptarlo, forma parte de la vida que todos debemos o deberíamos vivir, gozar y disfrutar. Una buena narrativa como es este texto, convierte el deseo en arte. Se necesita valor para narrar en momentos de manera explícita. Un texto erótico siempre se produce con un poco de timidez, como si estuviéramos sin querer, espiando una escena privada, íntima, por el ojo de una cerradura.
Después de disfrutar de este hermoso diario, solo resta desearles a esos ilustres lectores descocidos: ¡Felices orgasmos!
Héctor Julio Cediel Guzmán
El halo de mi respiración contrastaba con el vapor que emanaba de su cuerpo aun tibio, ensangrentado en el piso de aquel jardín. Contemplar el pasto enrojecido, me hizo pensar en la fragilidad de la vida.
Me acerqué al cuerpo, lo abracé y lo acompañé en su partida de este mundo, mientras le susurraba al oído:
–Te amo.
Besé sus labios fríos e inertes hasta cuando exhaló su último aliento. Me puse de pie. El frío del lugar me obligó a abrazarme a mí misma… Ante esa escena macabra, la oscuridad, el frío penetrante y el cuchillo teñido de rojo en mi mano, solo pude sonreír. Nadie se burlaría más de mí.
Lunes 10:00 de la mañana. Consultorio particular.
–Doctor Bustamante…
–Dígame Stella…
–La señorita Dayana llamó para cancelar la cita de hoy.
–OK gracias. ¿Dijo por qué?
–No, doctor.
–Está bien. Déjame ese espacio libre, hoy quiero almorzar fuera. Mejor aun, cancela las citas de la tarde.
–Como diga doctor.
Sentado y algo somnoliento, disfruto ese olor característico. Amo ese olor, a café recién hecho.
¡Me despierta y me centra!
No existía algo más delicioso que observar la ciudad desde la ventana de mi consultorio, bebiendo una deliciosa taza de café.
De repente, en la ventana principal apareció un precioso colibrí que por escasos segundos, voló ante mí, al otro lado del ventanal. ¡Inexplicable libertad! ¿Cómo es que esta preciosa ave, tiene la facultad de sostenerse en un mismo sitio solo con su vigoroso aleteo?
Pensé… Así somos los seres humanos. Podemos estar en un solo sitio y en seguida, movernos con gran velocidad. Esa fragilidad y al mismo tiempo esa fortaleza, me recordaron a Dayana, la paciente que acababa de cancelar su control.
No pude dejar de pensar en ella. Con solo imaginarla, me llenaba de múltiples sensaciones y por eso, le había pedido a mi secretaria que no pasara alguna llamada y cancelara las consultas del resto de la tarde. Con mi mente puesta en ella, me dirigí hacia la gaveta donde se archivan las historias clínicas de mis pacientes, y busqué la suya.
Dayana González fue tal vez, una de mis más queridas pacientes y cuando digo esto, me refiero a que su caso era fascinante e intrigante y se convirtió en un reto personal. El caso de Dayana me había dejado muchas enseñanzas y a la vez, había abierto una nueva puerta hacia una forma diferente de realizar un tratamiento psiquiátrico conductual con grandes resultados y cambios significativos, lo cual me permitiría publicar un texto sobre el nuevo enfoque para las personas con baja autoestima. Sin embargo, estaba haciendo esta revisión de su caso para remitirla a un colega cercano, porque yo no podría seguir atendiéndola.
Entonces, vinieron a mi mente, las imágenes de la primera vez que Dayana llegó a mi consultorio, de eso hace casi cinco años, cuando fue enviada directamente por el despacho judicial, con una orden de investigar la causa de sus trastornos depresivos e intento de suicidio.
Leí mi reporte:
Nombre: Dayana Aidé González Tique Edad: 27 años
Diagnóstico: depresión mayor, psicosis e intento de suicidio
Los hechos solo describían un intento de suicidio a los 17 años. En aquel entonces, su hermana la había encontrado inconsciente en el piso, con un frasco vacío de pastillas para dormir en la mano.
La joven fue hospitalizada y después del manejo agudo en cuidados intensivos, había salido para valoración psiquiátrica. Durante el interrogatorio, fue enfática en asegurar que no recordaba algo de lo sucedido, lo cual podría significar un síndrome de estrés postraumático. O tal vez, podría corresponder a la negación que hacía parte de su misma depresión. Aun con un espacio en su memoria reciente, le dieron de alta, con una orden para continuar un manejo por psiquiatría al cual nunca asistió.
Al presentar nuevo episodio de pérdida de memoria y encontrarla en el suelo de un primer piso al final del corredor, su compañero la recogió y sostuvo que se había puesto agresiva y había caído por la escalera.
En esta oportunidad, fue remitida a mi consultorio para manejo particular por psiquiatría, gracias a una red de apoyo. Su compañero sentimental rechazó el tratamiento y desapareció de su vida.
Dayana era una mujer joven, delgada y frágil, de cabello ondulado castaño oscuro con visos