Seducción: El diario de Dayana. Rafael Duque Ramírez

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Seducción: El diario de Dayana - Rafael Duque Ramírez

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no se aproveche de mí? Y… ¿Si no le gusto? Pero, ¿por qué no le gustaría, si soy más bonita que Juliana? Y… ¿Qué tal que me rechace por no saber besar? Y si… A lo mejor le gusta, ¿qué tal que quiera algo más?

      Duré casi dos semanas sin acercarme a mi primo, a pesar de vivir en la misma casa. Me sentía miedosa por él, y eso que él no sabía mis intenciones.

      –¿Qué te pasa Dayana? Me preguntó.

      –Nada, Martin, le contesté.

      –¿Por qué andas tan rara? ¿Te llegó el período?

      –No seas confianzudo, le dije, empujándolo.

      –¡Cuidado le tomo el pelo! Definitivamente, eres una niña todavía.

      Sus palabras fueron como un insulto para mí. Y le dije: vaya donde mi hermana Juliana que ella sí le da besitos.

      –¿Estás celosa, Dayana? ¿Quieres un besito? Me dijo, se me acercó y me agarró con fuerza de los brazos.

      –¡Suéltame! Le grité.

      Entonces, se me acercó más y me besó. Y metió su lengua en mi boca sin temor.

      Yo sentí ganas de vomitar, pero era mi oportunidad de aprender. Así que le respondí, él se detuvo y se fue. Me miró de forma extraña y me dijo:

      –¿Dayana usted es virgen?

      Yo lo empujé y salí corriendo. ¿Por qué sabría él eso? ¿Por qué pensaba que no lo era? Lo odié por ambas cosas.

      En la noche, Juliana entró en la habitación, con sus ojos cafés encendidos y derechito, me dio una cachetada sin medir su fuerza.

      –¡Perra, eres una perra! ¿Por qué te besaste con Martín?

      –Él fue el que me besó… Contesté.

      –No creo. ¡Eres una mosquita muerta! Me dijo, y me haló del cabello y me tiró al piso, mientras me decía desgarbada inmunda, solapada y muchas más groserías que no recuerdo bien.

      Esa noche, mi madre me molió a palo porque Juliana le contó que me había besado con su sobrino.

      No tuve tiempo de hablar ni explicar nada, porque me dio con el palo de la escoba hasta qué quedó exhausta, mientras me decía groserías

       CAPÍTULO V

       FIN DE UNA AMISTAD

       CINTA 3

      –Buenas tardes, Dayana.

      Quiero que me digas cómo estás hoy.

      –Cansada de tanta cosa.

      –¿Qué te molesta?

      –Mi vida, recordar que me maltrataban tanto en la casa. Eso no es bueno.

      –Está bien, hoy quiero que la sesión se centre en algo bonito que te haya sucedido. Empecemos. Hice el ritual de siempre y la llevé con la hipnosis a un nivel de subconsciencia.

      –Cuéntame sobre el muchacho que conociste en el colegio y te gustó.

      Sin escribir esta vez, Dayana empezó a hablar, del día siguiente de su golpiza. Fui al colegio y aunque, no conté lo que me había sucedido ni siquiera, a mi mejor amiga Liliana. Tenía pena de que se enteraran que me maltrataban en mi casa. Pero cuando estaba jugando voleybol y por accidente, mi amor platónico me vio uno de los moretones en la espalda, al rato, se me acercó y me dijo:

      –¿Dayana qué te pasó?

      –Nada, contesté muy tímida…

      –¿Por qué tienes un negro en la espalda? ¿Te golpeaste? ¿Te puedo ayudar?

      –Nadie puede. Contesté, mirando a lo lejos.

      En ese momento, Liliana mi amiga, lo llamó. Juan Diego, ven por favor. Mmmm así que se llama Juan Diego. ¡Por fin supe su nombre!

      Él se despidió y corrió a donde Liliana que lo había escogido para hacer un equipo y jugar voleybol contra el equipo donde yo jugaba.

      Juan Diego era alto, lo creía perfecto, aunque lo veía un poco torpe. Mi equipo ganó el partido y él no dejó de mirarme cuando estábamos jugando. Al final, se me acercó y me dijo:

      –El sábado vamos a ir al río con unos compañeros. ¿Te gustaría ir?

      –No sé, si me den permiso. Le dije con toda sinceridad.

      Él me miró con lástima y dijo, intenta. Y fue cuando Liliana dijo:

      –Yo sí voy.

      –Está bien, las espero. Dijo Juan Diego, mirándome cuando se iba. Liliana me miró y dijo:

      –Seguro no podrás ir. Y se fue.

      Ese día cuando llegué, hice mis tareas, arreglé mi cuarto, limpié la casa y hasta hice la comida.

      Cuando llegó mi mamá, le pedí permiso para ir al paseo. Pero solo me dijo:

      –Ni lo crea, Dayana. Usted está castigada, no se puede confiar en usted. Y ni hablar de su primo.

      Espero que no se estén viendo al escondido.

      –Pero mamá… Le dije.

      Ella levantó el brazo como si fuera a pegarme y dijo:

      –Ya dije que no.

      Me fui a mi cuarto y lloré toda la noche. Al día siguiente, cuando lo vi en el colegio, decidí volarme con él, sin importarme lo que me pasara.

      Ese sábado estuve desde temprano, haciendo los deberes de la casa. No quería llamar la atención. Juliana me quiso molestar desde por la mañana, pero no caí en su juego y después de hacer oficio todo el día, le dije a mi mamá que el periodo me había llegado y quería acostarme temprano. Por eso me fui y cerré la puerta de mi cuarto con llave. Estuve callada y a oscuras casi tres horas, hasta que todos se durmieron. Entonces, me puse unos jean, una camiseta y unos tenis. Había decidido ir al paseo.

      Caminé hasta la casa de Liliana, y le tiré una piedra a la ventana, pero nadie salió. Entonces, me fui hasta el cruce que llevaba al camino del río, y me encontré con varios compañeros del colegio. Se extrañaron de verme fuera de mi casa y al parecer, me veía bien sin el uniforme, porque algunos me halagaron, y me dijeron que me veía muy linda. Me sentí muy feliz. Entonces, me di de cuenta que todos miraban mis senos.

      Cuando llegué al cruce, me dijeron que estaban esperando al único carro que había para llegar hasta el río y se gastaba unos diez minutos en carro, y unos cuarenta minutos

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