Retrato de la Lozana Andaluza. Francisco Delicado

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Retrato de la Lozana Andaluza - Francisco Delicado

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me desperezaba, y me quisiera ir con alguno, sino que no me lo daba la edad; que un hijo de un caballero nos dió unas arracadas muy lindas, y mi señora se las escondió porque no se las jugase, y despues las vendió ella para vezar á las otras á labrar, que yo ni sé labrar ni coser, y el filar se me ha olvidado.

      Camisera. Pues guayas de mi casa, ¿de qué viviréis?

      Loz. ¿De qué, señora? Sé hacer alheña, y mudas, y tez de cara, que deprendí en Levante, sin lo que mi madre me mostró.

      Cam. ¿Qué sois estada en Levante? Por mi vida, yo pensé que veníades de Génova.

      Loz. ¡Ay señoras! contaros he maravillas, dexáme ir á verter aguas; que como eché aquellas putas viejas alcoholadas por las escaleras abaxo, no me paré á mis necesidades, y estaba allí una beata de Lora, el coño puto y el ojo ladron, que creo hizo pasto á cuantos grumetes van por el mar Océano.

      Cam. ¿Y qué os hizo?

      Loz. No me quirie que me lavase con el agua de su jarillo, y estaba allí otra abacera, que de su tierra acá no vino mayor rabanera, villana, traga-santos, que dice que viene aquí por una bulda para una ermita, y traye consigo un hermano, fraire de la merced, que tiene una nariz como asa de cántaro, y el pié como remo de galera, que anoche la vino acompañar, ya tarde, y esta mañana, en siendo de dia, la demandaba, y enviésela lo más presto que pude, rodando, y por el Dios que me hizo, que si me hablára, que estaba determinada comerle las sonaderas, porque me paresciera, y viniéndome para acá, estaban cuatro españoles allí cabe una grande plaza y tienien munchos dineros de plata en la mano, y díxome el uno: señora, ¿quiéresnos contentar á todos, y toma? Yo presto les respondí, si me entendieron.

      Cam. Por mi vida, ansí goceis.

      Loz. Díxeles: Hermanos, no hay cebada para tantos asnos; y perdonáme, que luégo torno, que me meo toda.

      Beat. Hermana, ¿vistes tal hermosura de cara y tez? Si tuviese asiento para los antojos; más creo que si se cura, que sanará.

      Teresa Hernandez. Andá ya por vuestra vida, no digais, súbele más de mitad de la frente quedará señalada para cuanto viviere; ¿sabeis qué podia ella hacer? que aquí hay en Campo de Flor munchos daquellos charlatanes, que sabrian medicarla por abaxo de la vanda izquierda.

      Cam. Por vida de vuestros hijos, que bien decis; mas ¿quién se lo osará decir?

      Ter. ¿Eso de quién? yo hablando hablando se lo diré.

      Beat. ¡Ay prima Hernandez, no lo hagais que nos deshonrará como á mal pan! ¿No veis qué labia y qué osadía que tiene, y qué decir? Ella se hará á la usanza de la tierra, que verá lo que le cumple; no queria sino saber della si es confesa, porque hablaríamos sin miedo.

      Ter. Y eso me decis aunque lo sea se hará cristiana linda.

      Beat. Dexemos hablar á Teresa de Córdoba; que ella es burlona y se lo sacará.

      Ter. Mirá en que estáis; digamos que queremos torcer hormigos ó hacer alcuzcuzu, y si los sabe torcer, ahí verémos si es de nobis y si los tuerce con agua ó con aceite.

      Beat. Vivais vos, que más sabeis que todas. No hay peor cosa que confesa necia.

      Sev. Los cabellos os sé decir que tiene buenos.

      Beat. ¿Pues no veis que dice que habia doce años que jamas le pusieron garvin ni albanega, sino una princeta labrada de seda verde á usanza de Jaen?

      Ter. Hermana, Dios me acuerde para bien, que por sus cabellos me he acordado que cien veces os lo he querido decir: ¿acordaisos el otro dia cuando fuimos á ver la parida, si vistes aquella que la servia, que es madre de una que vos bien sabeis?

      Cam. Ya os entiendo; mi hijo le dió una camisa de oro labrada, y las bocas de las mangas con oro y azul. ¿Y es aquélla su madre? más moza parece que la hija; y ¡qué cabellos rubios que tenía!

      Ter. Hi, hi, por el paraíso de quien acá os dexó, que son alheñados por cobrir la nieve de las navidades. Y las cejas se tiñe cada mañana, y aquel lunar postizo es; porque si mirais en él, es negro, y unos dias más grande que otros; y los pechos llenos de paños para hacer tetas, y cuando sale lleva más dixes que una negra, y el tocado muy plegado por henchir la cara, y piensa que todos la miran, y á cada palabra su reverencia, y cuando se asienta no parece sino depósito mal pintado, y siempre va con ella la otra Marirodriguez la regatera, y la cabrera, que tiene aquella boca que no paresce sino traga caramillos, que es más vieja que Satanas; y sálense de noche de dos en dos, con sombreros, por ser festejadas, y no se osan descobrir que no vean el ataute carcomido.

      Beat. Decime, prima; ¡muncho sabeis vos! que yo soy una boba que no paro mientes en nada de todo eso.

      Ter. Dexáme decir; que ansí dicen ellas de nosotras cuando nos ven que imos á la estufa ó veniamos; ¡veis las camiseras, son de Pozo Blanco, y baticulo llevan! Aosadas que no van tan espeso á misa, y no se miran á ellas, que son putas públicas; y cuando vieron ellas confesas putas y devotas ciento entre una.

      Cam. Dexá eso y notá que me dixo esta forastera que tenía un tio que murió con los callos en las manos, de la vara de justicia, y debia de ser que sería cortidor.

      Ter. Callá, que viene, si no será peor que con las otras que echó á rodar.

      MAMOTRETO VIII.

       Índice

      Cómo torna la Lozana, y pregunta.

      Loz. Señoras, ¿en qué hablais, por mi vida?

      Ter. En que para mañana querriamos hacer unos hormigos torcidos.

      Loz. ¿Y teneis culantro verde? Pues dexá hacer á quien de un puño de buena harina y tanto aceite, si lo teneis bueno, os hará una almofia llena, que no lo olvideis aunque murais.

      Beat. Prima, ansí goceis, que no son de perder; toda cosa es bueno probar, cuanto más, pues que es de tan buena maestra, que, como dicen, la que las sabe las tañe (por tu vida, que es de nostris). Señora, sentaos, y decínos vuestra fortuna cómo os ha corrido por allá por Levante.

      Loz. Bien, señoras, si el fin fuera como el principio; mas no quiso mi desdicha que podia yo parecer delantre á otra que fuera en todo el mundo de belleza y bien quista delante á cuantos grandes señores me conocian, querida de mis esclavas, de los de mi casa toda, que á la maravilla me querian ver cuantos de acá iban; pues oirme hablar, no digo nada; que ahora este duelo de la cara me afea, y por maravilla venian á ver mis dientes, que creo que mujer nacida tales los tuvo, porque es cosa que podeis ver. Bien que me veis ansí muy cubierta de vergüenza, que pienso que todos me conocen; y cuando sabréis como ha pasado la cosa, os maravillaréis, que no me faltaba nada; y agora no es por mi culpa, sino por mi desventura. Su padre de un mi amante, que me tenía tan honrada, vino á Marsella, donde me tenía para enviarme á Barcelona, á que lo esperase allí en tanto que él iba á dar la cuenta á su padre; y por mis duelos grandes vino el padre primero, y á él echó en prision y á mí me tomó y me desnudó fin á la camisa, y me quitó los anillos, salvo uno, que yo me metí

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