El lugar del testigo. Nora Strejilevich
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…muestran sus preferencias, apuestan, aplauden, animan a los jugadores, como si en lugar de a las puertas del infierno, el partido se estuviera celebrando en el campo de un pueblo (Levi, 1989: 40).
Agamben piensa que, aunque el partido parezca
una breve pausa de humanidad en medio de un horror infinito […] para los testigos […] este momento de normalidad es el verdadero horror del campo […] Representa la cifra perfecta y eterna de la zona gris […].[E]sa convivencia con el horror no les compete solo a las víctimas, […] es la vergüenza compartida de quienes, sin haber estado ahí, asistimos, no se sabe cómo, a aquel partido, que se repite […] en todas las formas de normalidad cotidiana. Si no logramos comprender este partido, si no logramos que termine, no habrá nunca esperanza. (2000: 25)
Lo que quiero hacer notar en estas páginas es que muchos de los jugadores (los vencidos de antemano) no solo comprendían entonces ese partido, sino que dedicaron su vida a contradecirlo, a contraponerle otra mirada.
¿A quién?
Según Ricardo Forster (2000), el receptor del testimonio espera una forma discursiva marcada por las estrategias a las que lo han acostumbrado los medios: que el testigo lo muestre todo, lo exponga todo, si es posible con una pizca de melodrama. Y eso es lo contrario de lo que el sobreviviente puede hacer (a menudo, incluso, su relato puede sonar distante y hasta desprovisto de emoción).
El conflicto entre testimonialista y audiencia se produce porque la hipótesis del pacto de verdad entre autor y lector –que se aplica al testimonio a partir de la teoría de Philipe Lejeune14– desconoce que no hay narración histórica que no interprete. El testimonio se basa en la memoria, y la memoria no es copia fiel, surge del presente y está contaminada por él. Pero sobre todo, en palabras de Rita Segato, hay que tener en cuenta que usamos el lenguaje de modo relacional: «Pensar que la gente busca informar con lo que dice es una falacia», dice en una de las tantas entrevistas en las que expone su pensamiento. El testimonio también es marcadamente relacional: no existe sin escucha, el «otro» atento es quien lo posibilita. Al sobreviviente que cuenta su historia le importa ser creído porque habla de un sufrimiento colectivo que se ignora o se evita enfrentar. Al contar su experiencia, insisto, busca reestablecer el vínculo con una sociedad de la que fue aislado y a la que aspira volver, por lo que le urge nombrar el daño. Le importa que lo que rememora sea admitido como real, aunque solo pueda ofrecer retazos de memorias olvidadizas. El tipo de relato que surge, con sus faltas de concordancia, sus grietas y agujeros, es un modo de recordar (Jinkis, 2011:90), un modo que se completa con el reconocimiento que depara la escucha. Solo una deposición judicial puede aspirar al artificio de la exactitud. La exigencia de precisión revela simplemente que el paradigma punitivo, el de la escena judicial, es el que modela las expectativas de una audiencia entrenada por los medios masivos de no comunicación.
Para concluir hay que puntualizar, como lo hace Jinkis, que
el primer sentido del testimonio es el de afirmar el acontecimiento […] El testigo es pues aquel personaje insalubre que rompe el silencio, es decir, que no solo ha sobrevivido al exterminio físico sino al exterminio de la palabra. (2011: 105)
Para el psicoanalista argentino este «salvataje de la palabra» lo realiza el testigo en sociedades donde las matanzas fueron acompañadas, junto a su negación sistemática, por la destrucción de archivos y documentos. Un borramiento de este calibre genera «una secuencia de acontecimientos de toda índole en cuya serie se pueden incluir los relatos testimoniales (no solo judiciales)…» (2011:80). El testimonio, en tanto efecto a largo plazo del exterminio, es parte de la serie, aunque la aspiración de la escritura testimonial que presento es salirse de ella, refutar sus lógicas, desafiarlas.
7 Citado por Feierstein en su estudio preliminar «Sobre la resistencia al silenciamiento y la deslegitimación de la voz del testigo» al libro Testimonio en Resistencia, de Philippe Mesnard (2011: 31).
8 Lenta biografía, novela de Sergio Chejfec donde la rememoración de un pasado atroz se transmite a través del silencio.
9 Agamben critica que este término le otorgue al exterminio el privilegio de la mística: «en el 386 de nuestra era Juan Crisóstomo afirmó que Dios es incomprensible, indecible, inenarrable e ininscriptible, y que afirmarlo es la mejor forma de adorarlo y glorificarlo. Decir que el horror es indecible o incomprensible es adorarle como a un dios, contribuir a su gloria, usar eufemismos…» (2000: 32).
10 Expresión que tomo de Estrin en Literatura rusa (2013: 125).
11 El movimiento de vecinos de Buenos Aires, Barrios X Memoria y Justicia interviene en el paisaje urbano colocando baldosas con los nombres de los desaparecidos (a quienes identifica como militantes populares) en el sitio en que vivieron, trabajaron, estudiaron o donde fueron secuestrados.
12 Todas las traducciones de libros publicados en inglés son mías.
13 En la entrevista a Derrida en Staccato, programa televisivo de France Culturel, 19/12/1997, el filósofo indica:
«Cuando digo “heme aquí” soy responsable ante el otro, el “heme aquí” significa que ya soy presa del otro («presa» es una expresión de Lévinas). Se trata de una relación de tensión; esta hospitalidad es cualquier cosa menos fácil y serena. Soy presa del otro, rehén del otro, y la ética ha de fundarse en esa estructura de rehén» (publicado en Derrida, J. ¡Palabra!…Edición digital de Derrida en castellano).
14 Ver capítulo «Un glosario sin definiciones», sección «Verdad».
Cuestionamientos
a la palabra del testigo
Giorgio Agamben:
en torno a la imposibilidad del testimonio
Si bien el filósofo italiano elabora conceptos claves para la comprensión de los dispositivos del campo, su lectura de ciertas afirmaciones de Levi lo lleva a poner en duda la posibilidad del testimonio. En nuestro medio, estos párrafos de Agambien se usan como martillo para aplastar al testigo.
La reflexión parte de este texto:
Hay [una] laguna, en todo testimonio: los testigos, por definición, son quienes han sobrevivido y todos han disfrutado, pues, en alguna medida, de un privilegio […] El destino del prisionero común no lo ha contado nadie porque, para él, no era materialmente posible sobrevivir […] El prisionero común también ha sido descripto por mí, cuando hablo de «musulmanes» pero los musulmanes no han hablado. (Levi, 1998, en Agamben 2000: 33)
El testigo habla por delegación en nombre