Las Celebraciones Dominicales en ausencia de presbítero. Varios autores
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Este Directorio, preparado por la Congregación para el Culto Divino, fue aprobado y confirmado por el Sumo Pontífice Juan Pablo II el 21 de mayo de 1988, ordenando su publicación.
En la Sede de la Congregación para el Culto Divino, a 2 de junio de 1988, solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.
Pablo Agustín, card. Mayer, Prefecto
Virgilio Noè, Arzobispo tit. de Voncaria, Secretario
ORIENTACIONES GENERALES AL RITUAL «CELEBRACIONES DOMINICALES Y FESTIVAS EN AUSENCIA DE PRESBÍTERO»41
(Secretariado Nacional de Liturgia de la CEE, 1992)
l. En algunas circunstancias y lugares es difícil asegurar la celebración eucarística los domingos y fiestas de precepto. La falta de sacerdotes imposibilita que las parroquias más pequeñas y los centros de culto de población reducida puedan ser atendidos debidamente.
2. Dado que esta realidad pastoral puede darse en algunas diócesis españolas, ha parecido conveniente elaborar y publicar el presente libro de las Celebraciones dominicales y festivas en ausencia de presbítero, teniendo en cuenta las sugerencias del Directorio publicado por la Congregación para el Culto Divino.
3. Este libro está destinado a los diáconos, a los religiosos y religiosas y a los laicos, hombres y mujeres, designados por el párroco para dirigir las celebraciones dominicales y festivas faltando el presbítero. La decisión de establecer estas celebraciones es competencia del obispo diocesano, oído el parecer del Consejo presbiteral.42
4. La animación de las celebraciones dominicales y festivas en ausencia de presbítero por un diácono o por un laico, debidamente escogido y preparado, supone la observancia de las normas dadas por el obispo o por su delegado para estas celebraciones, y la actuación bajo la responsabilidad del párroco.
I. El ministro de la celebración
5. Siempre que sea posible, la celebración la presidirá un diácono. Este usará las vestiduras litúrgicas de su Orden, ocupará la sede presidencial, saludará al pueblo con la fórmula: «El Señor esté con vosotros», y lo bendecirá al final de la celebración.
6. Cuando es un laico el que dirige la celebración es conveniente que se revista de alba o de túnica únicamente, pero en todo caso usará un vestido digno. Para realizar su función, ocupará un lugar discreto en el presbiterio o en la nave, desde donde se le pueda ver y oír bien; pero se abstendrá de usar la sede presidencial.
Nunca usará la fórmula «El Señor esté con vosotros» u otro saludo propio del ministro ordenado, ni bendecirá al pueblo al final de la celebración. Al comienzo de esta, usará la fórmula de bendición a Dios, y para la conclusión implorará la bendición divina sobre toda la asamblea, tal como se indica en el lugar oportuno.
7. El que dirige la celebración aparecerá ante los fieles como delegado del sacerdote responsable de la parroquia o comunidad. Deberá hacerlo constar, si es preciso, al principio de la celebración.
El sacerdote responsable de la parroquia o comunidad deberá explicar a los fieles cuál es el cometido del ministro de la celebración, para evitar que este servicio pueda ser confundido con la presidencia sacerdotal de la Eucaristía.
8. El ministro de la celebración (o los posibles ministros que pudieran turnarse) deberá ser convenientemente instruido sobre el ministerio que se le confía y dispondrá del presente libro y del Leccionario correspondiente en su edición oficial o, en su defecto, de cualquiera de las ediciones de misales para fieles. Podrá usar también el Misal, el libro de la oración de los fieles y el libro de la sede, pero solamente para los textos que no sean el prefacio y la plegaria eucarística, y la oración sobre las ofrendas.
9. Al preparar la celebración, el ministro procurará distribuir adecuadamente algunas funciones, por ejemplo, para las lecturas, para los cantos, etc., y para la disposición y ornato del lugar.
Se encenderán las velas y las luces acostumbradas para otras celebraciones.
II. Desarrollo de la celebración
A) Ritos iniciales
10. Reunido el pueblo, el ministro se sitúa en su lugar, como se ha dicho antes (núms. 5 y 6).
Si el Santísimo Sacramento está reservado, hará previamente la genuflexión. Si no lo está, hará una inclinación, pero en ningún caso besará el altar.
Se puede cantar un canto apropiado al tiempo litúrgico para crear un clima festivo y de participación.
11. Terminado el canto, el ministro dice: «En el nombre del Padre, etc.». Todos se santiguan y responden: «Amén».
Luego el ministro, si es diácono, saluda a los presentes diciendo: «La gracia de nuestro Señor, etc.», u otro saludo litúrgico. Todos responden: «Y con tu espíritu».
Si el ministro es laico, saluda a los presentes invitándoles a bendecir al Señor con una de las fórmulas indicadas en el rito.
12. El ministro puede hacer una breve monición introductoria a la celebración y recordando a la comunidad con la que, aquel día, el párroco celebra la Eucaristía.
A continuación, inicia el acto penitencial, como se indica en su lugar o con cualquiera de las fórmulas contenidas en el Misal incluyendo las palabras conclusivas.
13. Luego el ministro dice: Oremos. Todos oran en silencio durante unos instantes. Entonces el ministro, sin extender las manos, dice la oración colecta del día. Cuando termina, el pueblo aclama con el Amén.
B) Liturgia de la Palabra
14. Terminada la oración, todos se sientan y el lector lee la primera lectura desde el ambón. Conviene que el lector sea una persona distinta del ministro que preside o dirige la celebración. Antes de las lecturas se puede leer una monición escrita, que llame la atención de los oyentes y sitúe aquellas en el contexto de la liturgia del día.
Todos escuchan atentamente la lectura y al final pronuncian la aclamación. Después el salmista u otro lector canta o recita el salmo del modo acostumbrado.
15. Todas las lecturas se toman del Leccionario del día. La segunda conviene que la lea otro lector.
Sigue a las lecturas el Aleluya u otro canto, según las exigencias del tiempo litúrgico. Si no se canta, el Aleluya puede omitirse.
16. Luego el ministro se dirige al ambón. Si es diácono saluda al pueblo, diciendo: «El Señor esté con vosotros». Todos responden: «Y con tu espíritu». A continuación, dice: «Lectura del santo Evangelio, etc.». Si el ministro es laico, omite el saludo y dice solamente: «Escuchad, hermanos, el santo Evangelio según san N.».
Al final de la proclamación, el ministro dice: «Palabra del Señor», que responde el pueblo. Si es diácono, besa también el libro.
17. Si el que dirige la celebración es un diácono, él hace la homilía. Si es un laico, puede leer la homilía escrita por el sacerdote responsable de la parroquia o comunidad. Puede también tomar el Leccionario en sus manos y repetir en voz alta algunas frases de las lecturas,