Las Celebraciones Dominicales en ausencia de presbítero. Varios autores
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La reorganización del mundo moderno y su nueva forma de vivir, junto con la problemática de escasez de sacerdotes para que puedan celebrar las Eucaristías dominicales, está planteado a nuestra Iglesia un grave problema pastoral con múltiples interrogantes a clarificar y responder:
La falta de sacerdote que presida la asamblea dominical ¿dispensa de tal encuentro semanal?
¿Deben las comunidades cristianas reunirse sin su pastor que las preside, o es mejor que se unan a otras comunidades vecinas?
¿Puede un religioso, religiosa o un equipo de laicos sustituir la presencia del presbítero? ¿Qué condicionantes se requieren?
¿La Iglesia aprueba este tipo de asambleas?
¿Cómo atender y animar la fe de las comunidades cristianas de la diáspora?
¿Puede esto influenciar en la disminución de la práctica dominical?
¿Cuál es la determinante, y qué Iglesia se «construye» con este tipo de asambleas?
¿Existe unidad con la Iglesia universal, y entre celebración y evangelización?
¿Puede esto ayudar a la responsabilidad de los laicos en la Iglesia?
¿Sería preferible buscar otras soluciones, como por ejemplo, una mayor movilidad de los sacerdotes o de los mismos fieles cristianos, buscar diáconos auxiliares, etc.?
Estos y muchos otros interrogantes y problemas nos plantea la celebración dominical dentro de la pastoral de hoy.
El cardenal Knox, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, ya en el año 1974, en un informe a los Padres Sinodales, les hablaba de este tipo de celebraciones, insistiendo que es un deber de los obispos, principalmente de los que tienen pocos sacerdotes, el cuidar que queden bien atendidas espiritualmente sus comunidades. El cardenal prefecto decía que a menudo no se hace nada, y poco a poco puede perderse la fe. Asimismo hablaba de iniciativas, de experiencias y posibilidades entre las que citaba concretamente las Asambleas dominicales en ausencia de presbítero (ADAP), y prevenía del riesgo o peligro de confusión en el espíritu de los fieles, sobre todo entre la celebración sacramental y la no sacramental, entre la Eucaristía y la simple acción de gracias. Por ello pedía un estudio atento, a fin de que los obispos puedan ofrecer principios generales en materia de la pastoral y liturgia de estas celebraciones.59
Un año más tarde en un periódico católico de Italia, el mismo cardenal Knox, reafirmaba estas ideas, y hablaba de los diversos ministerios concedidos a los laicos. Decía que con la base de iniciativas y posibilidades recogidas a través de una encuesta, la Sagrada Congregación estudiaba el problema a fin de dar directrices y modelos de celebraciones presididas por laicos.60
Los obispos franceses hace cinco años (1975) expusieron este problema a Pablo VI. Él les contestó: «Avanzad con discernimiento, pero sin multiplicar este tipo de asambleas, como si fuera la mejor solución y la última novedad». Esta es la forma como van avanzando los obispos franceses, buscando lo mejor para cada caso y circunstancia. Valorar la asamblea dominical y la responsabilidad de los laicos pero también valorar la necesidad de la misión específica de los presbíteros y, sobre todo, la importancia esencial de la Eucaristía.
A partir de los documentos que ha publicado sobre dicho tema el episcopado francés61 y la Congregación para el Culto Divino (ahora Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino), intentamos presentar una reflexión que basándose en la actual teología eclesial, pueda descubrir los valores de dichas ADAP, para poder deducir algunas cuestiones prácticas y constatar sus condiciones principales.
1 Base teológicaUna comunidad cristiana parroquial no existe por el mero hecho de que en un pueblo haya sacerdote, sino por la fidelidad y perseverancia de un grupo de creyentes que forman comunidad. El rol del presbítero será el de convocar y animar a esta comunidad que él preside.Una comunidad cristiana se manifiesta como tal sobre todo cuando se reúne para celebrar el domingo, el día del Señor. La celebración dominical es muy importante y solo se hace plena cuando se celebra la Eucaristía con la presencia mística y sacramental del Señor resucitado. Para la Eucaristía es totalmente indispensable la presencia del sacerdote, puesto que sin presbítero no hay misa. La Eucaristía es el centro y punto de partida de la Iglesia. La Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia.62 Hace presente a Jesucristo principio y fin de toda vida cristiana: «El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él»,63 «porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de este único pan».64 Y el Concilio Vaticano II dice que la Eucaristía es «fons et culmen» de toda vida cristiana.65 Mientras esperamos el retorno del Señor Jesús celebramos la Eucaristía; así lo proclamamos en la aclamación litúrgica después de la consagración de la misa: «Ven Señor Jesús». La Iglesia se reúne cada domingo para celebrar el memorial del Señor y su plena realización culmina en la Eucaristía. «Celebrar la Eucaristía –dicen los obispos franceses– es acoger a Cristo viviente. Viene a nosotros con todo el realismo de su presencia y se da a nosotros por su sacrificio. Él hace la Iglesia y se ofrece al Padre con nosotros unidos por el Espíritu, y nos envía a nuestros hermanos».66Con todo no podemos olvidar otras muchas presencias del Señor que viene a nosotros que formamos su Iglesia en comunidad de fe y caridad: «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo»: «todo lo que hacéis a uno de estos más pequeños, a mí me lo hacéis».67Cuando por distintas razones el sacerdote no puede estar presente en una comunidad reunida, ciertamente que esta no puede celebrar la Eucaristía, pero sí puede reunirse en asamblea bajo la responsabilidad de religiosos o laicos que sirven de enlace con el sacerdote ausente y que de él han recibido el encargo o misión. La misión de la Iglesia es llamar y convocar al pueblo fiel en asamblea dominical para alabar al Padre por Jesucristo en el Espíritu Santo. Es una necesidad vital más que disciplinar. No existiría Iglesia sin asambleas, por eso ni tan solo la ausencia del sacerdote puede dispensar de la reunión dominical. La asamblea reunida ayuda a que los cristianos escuchen la Palabra de Dios y vivan el misterio de la fe. Facilita a todos, y sobre todo a los miembros más débiles –niños, ancianos, pobres– el poder recibir el don de Dios y construir la Iglesia de Jesucristo.Las ADAP son reuniones de Iglesia donde se anuncia y se realiza la salvación de los hombres a través de la Palabra de Dios y de los diversos signos de su presencia y acción. La comunidad de fe es la manera normal de vivir en la Iglesia y todo cristiano está llamado a formar parte de una comunidad de fe en la Iglesia. Cuando por falta de sacerdote no puede ser celebrada la Eucaristía, es esencial que los fieles se reúnan en asambleas litúrgicas para que –aun en ausencia del sacerdote– puedan celebrar el domingo, nutriendo su fe y activando su vida misionera, para ser dignos de una Iglesia viva.Estas asambleas pueden provocar un cambio en el futuro de la Iglesia, pero jamás pueden desconectarse de la Eucaristía; por ello no debe faltar la distribución de la comunión. Aunque la comunión en la primitiva Iglesia iba siempre unida a la celebración eucarística más tarde se permitió también fuera de la misa en caso de enfermedad dada la imposibilidad de participar en la asamblea eucarística. Con todo, el ritual romano pide que los fieles que comulgan fuera de la misa se unan íntimamente al sacrificio que perpetúa el de la cruz, y participando del banquete del cuerpo y sangre de Cristo, participen de los bienes del sacrificio pascual que en la fe y esperanza anticipa y prefigura el banquete escatológico en el reino del Padre anunciando la muerte del Señor hasta que Él vuelva.68
2 Valores positivos de las ADAPDe la lectura de estos documentos episcopales se podría deducir una larga lista de los valores positivos más sobresalientes de las experiencias realizadas en este tipo de celebraciones.Cuando una comunidad cristiana se reúne para celebrar el domingo, aún