Las Celebraciones Dominicales en ausencia de presbítero. Varios autores
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Las Celebraciones Dominicales en ausencia de presbítero - Varios autores страница 10
c) Celebración, Asamblea, Comunidad. Toda celebración debe tener un esquema litúrgico completo que debe estar unido íntimamente con la Eucaristía, debe tener un deseo y una tensión hacia la Eucaristía que se celebrará de vez en cuando, sobre todo en los tiempos fuertes y festividades principales del año litúrgico. Debe evitarse toda ambigüedad, como si fuera una especie de misa enmascarada que hiciera olvidar la celebración auténtica de la Eucaristía. Las ADAP no dispensan de la misa cuando esta es posible.
La asamblea o comunidad no puede encerrarse en sí misma, sino que expresando la vitalidad del grupo local cristiano, debe tener espíritu de apertura y de acogida; que se note que es asamblea de Iglesia, solidaria a los hombres y fiel a Dios. La asamblea no puede vivir en demasiada intimidad, sino integrada a la pastoral diocesana y abierta también a otros grupos eclesiales.
Para que una ADAP sea auténtica reunión dominical de una comunidad cristiana hace falta:
1 Una comunidad consciente, con un número suficiente de fieles. Cierta diversidad de edad, sexo, clase social... para expresar la unidad del cuerpo de Cristo en la diversidad.72 Por eso el modelo no pueden ser los pueblos pequeños de poca práctica cristiana, sino que debe partirse de una relación de comunidad humana y cristiana. Pablo VI dijo:Estudiad la cuestión de las ADAP principalmente en los sectores rurales, donde los pueblos forman una cierta unidad natural, tanto en la vida como en la oración, cosa que sería peligroso abandonar o dispersar.73
2 Un equipo animador con cierta competencia para asumir las diversas responsabilidades, sin que sea una persona sola que lo acumule todo en perjuicio del mismo ministerio presbiteral. La unión con el sacerdote responsable subrayara la misión de este equipo dentro de la comunidad eclesial.
3 Una apertura a las diversas misiones y responsabilidades de la Iglesia, pues el verdadero culto supone el anuncio de Jesucristo, la misión y el esfuerzo de presencia cristiana en el mundo.
4 Una voluntad constante de apertura y también un ansia permanente de comunión con otras comunidades cristianas, expresándolo concretamente a través de la cooperación con el sacerdote a quien el obispo ha dado misión.
5 Una orientación hacia la Eucaristía, momento en que se realiza plenamente la comunidad cristiana. Por ello es importante que según un ritmo fijo la asamblea dominical reciba la visita del sacerdote que, unido a la comunidad, celebre la Eucaristía.74 Si las ADAP no deben desconectarse de las celebraciones eucarísticas, tampoco estas –cuando se celebren en cada lugar– no deben desconectarse de las habituales celebraciones sin sacerdote.
5. Condiciones prácticas
Para finalizar señalaremos algunas cuestiones de tipo práctico. Unas son de aspecto moral, que afectan a la conciencia de los creyentes, y otras de planificación y organización por parte del sacerdote responsable de la comunidad.
Convendría realizar más iniciativas y experiencias para poder estudiar tanto teológica como pastoral y sociológicamente a través de encuestas, el buen resultado y perfeccionamiento de estas asambleas. No se trata solo de poder cumplir una obligación sino de testimoniar el amor. Hoy son ya muchos los laicos que a través de la catequesis, Cáritas, movimientos de Iglesia..., vitalizan y encarnan el mensaje cristiano dando testimonio de la fe. Su tarea es irremplazable, deben animarse y promocionarse, ayudando a suscitar nuevos ministerios en la Iglesia. Para ello se está trabajando en muchas diócesis, especialmente en las más rurales.
Sobre la necesidad de estas asambleas, debe ser el sacerdote –junto con la comunidad– quienes lo han de pensar y proponer, sin olvidar la previa creación de grupos apostólicos y de formación, como son por ejemplo las Escuelas de Teología para laicos que aportan un esfuerzo eficaz en este momento en que para toda la Iglesia ha sonado la hora de los laicos. La pastoral demasiado exclusivista centrada solo en el culto tiene sus límites; por ello conviene primero una pastoral de evangelización, catequesis, etc., estando atentos a las realidades e instituciones humanas. Solamente así la comunidad cristiana podrá tener los auténticos signos de Iglesia.
En lo que se refiere a los sacerdotes no resulta aceptable una pastoral dominical de «decir misas» de un pueblo a otro; como tampoco resulta aceptable la concentración presbiteral y cultual en los pueblos grandes o céntricos. Debería cuidarse mucho la formación de los laicos, para que se integren en la planificación de la pastoral parroquial y diocesana. En este sentido Pablo VI decía:
Hay que estar muy convencidos de la necesidad de escoger juiciosamente y preparar los animadores laicos, dejando claro el servicio del sacerdote como más importante.75
Finalmente algunos se preguntan sobre la obligatoriedad de la misa dominical y la culpabilidad de la no asistencia, sobre la preferencia entre asistir a las ADAP o a la misa del pueblo vecino, sobre todo cuando los medios de locomoción son fáciles para poderse desplazar. Creo que deberá ser la conciencia recta y bien formada, la que debe elegir entre las ADAP y la misa que se celebra en otro pueblo.
Como conclusión diría que las ADAP son un camino prometedor que se está recorriendo y con eficacia. El «discernimiento» de que hablaba Pablo VI a los obispos franceses se está trabajando y se está haciendo. Probablemente creará un cambio en la pastoral eclesial del futuro. Es, por tanto, un signo de esperanza y de vida en la Iglesia.
LA EVENTUAL PRESIDENCIA LITÚRGICA DE LOS LAICOS EN AUSENCIA DEL SACERDOTE76
Piero Marini
Introducción
En estos últimos años ha ido en aumento el interés por los laicos en la vida de la Iglesia, interés ciertamente incrementado desde que se anunciara en 1984 que el Sínodo de los Obispos se iba a ocupar del tema: «Vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo a los veinte años del Concilio Vaticano II».
Esto ha llevado a una renovada atención hacia las funciones de los laicos en la liturgia y en particular hacia su eventual presidencia litúrgica en ausencia del sacerdote. Este fue uno de los cuatro puntos fundamentales tratados en el Congreso de los presidentes y secretarios de las Comisiones nacionales de liturgia, organizado por la congregación para el Culto Divino en octubre de 1984. El primer problema referente a las funciones de los laicos en la liturgia, sobre el que la Congregación llamaba la atención de estas Comisiones, era precisamente el de la presidencia de las celebraciones litúrgicas.77 El papel de los laicos en la liturgia y en la pastoral sacramental fue también el tema del encuentro de los secretarios de las Comisiones nacionales de liturgia de Europa, que tuvo lugar en Lisboa en mayo de 1986: allí se habló también naturalmente de la presidencia78 de los laicos en las celebraciones litúrgicas.
Sobre el tema de la presidencia existe ya una abundante bibliografía, que incluye varios subsidios pastorales publicados en estos últimos años por parte de algunas de estas Comisiones nacionales de liturgia.79 Publicaciones recientes indican que el interés se está extendiendo también en Italia.80
La presidencia de los laicos en las celebraciones litúrgicas se presenta como un problema muy particular. Por una parte surge a la vez que la falta de sacerdotes. Se presenta, por tanto, como un problema esencialmente práctico-pastoral. Por otra parte, la función de presidencia en las celebraciones litúrgicas es reconocida generalmente, por la tradición y la doctrina, como propia del sacerdocio ministerial. No se trata, por tanto, solo de encontrar un remedio provisional a una situación particular o de buscar soluciones de oportunidad en el plano pastoral, sino de afrontar una cuestión que comporta el concepto de Iglesia y de liturgia. Uno de los secretarios de las comisiones europeas en el encuentro de Lisboa afirmó que del modo de plantear el problema de la presidencia