Karl Barth en América Latina. Alberto F. Roldán
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Cerramos este prólogo con unas palabras del escritor estadounidense John Updike (1932-2009), profundo conocedor de la obra de Barth (en su mesa de noche estuvo mucho tiempo un ejemplar del comentario a Romanos) y prologuista del librito dedicado por éste a Mozart (1956). A la pregunta sobre su elección de una religión del Sí, respondió:
Sí, lo hice. Y esa terminología la obtuve de Karl Barth, quien de entre los teólogos del siglo XX me pareció el más reconfortante e intransigente. Él descarta todos los intentos de hacer que el teísmo sea naturalista... Era muy claro que se trataba de la Escritura y nada más. Encuentro esto difícil de aceptar, pero me gusta ver que Barth lo acepta, y me gusta su tono de voz. Habla sobre el Sí y el No de la vida, y dice que ama a Mozart más que a Bach porque Mozart expresa el Sí de la vida.
Leopoldo Cervantes-Ortiz
Ciudad de México, 28 de marzo de 2019
Prefacio del autor
Hay pensadores que por su importancia merecen un análisis que puede adquirir la forma de meditaciones, reflexiones o ensayos interpretativos. Por caso, René Descartes suscitó las famosas Meditaciones cartesianas, elaboradas por el padre de la fenomenología, Edmund Husserl1 y, más recientemente, las Cuestiones cartesianas, escritas por el filósofo francés Jean-Luc Marion.2 En nuestro caso, queremos dedicar unos textos al pensamiento teológico de Karl Barth a modo de meditaciones, en este caso teológicas, que hemos titulado Karl Barth en América Latina. Se trata de un título simbólico ya que, físicamente, no nos consta que Barth hubiera estado alguna vez en América Latina. Sin embargo, la presencia de su obra y pensamiento en nuestro continente, culturalmente hablando, es notoria tanto en el ámbito protestante como en el católico. Entendemos que, junto a Rudolf Bultmann y Paul Tillich, integra acaso la trilogía más importante de la teología protestante del siglo XX. Los tres, precisamente, nacieron a fines del siglo XIX y sus obras merecen un estudio profundo que destaque la relevancia de sus pensamientos no solo para su época sino también para los tiempos actuales. Todo pensamiento profundo, tanto de naturaleza filosófica como teológica, siempre se extiende al futuro y es posible extraer de él derivaciones que nos ayuden a interpretar nuestro presente.
Comencé a saber de Karl Barth en mis primeros años de estudio de la teología. Fueron dos los profesores que de alguna manera incipiente me sembraron la inquietud de conocer la obra de Barth: uno, el doctor Miguel Ángel Zandrino, bioquímico y antropólogo físico, y otro, el doctor Samuel Escobar, educador y teólogo peruano. En muchas de sus clases mencionaban frecuentemente a Karl Barth y no dudaban en considerarlo uno de los más importantes teólogos protestantes del siglo XX. Zandrino consideraba a Barth como el más grande teólogo del siglo. Recuerdo que varias veces señaló que Barth consideraba a la Biblia como “la palabra humillada de Dios”. En cuanto a Samuel Escobar, su conocimiento de la teología protestante de ese siglo se ponía de manifiesto en sus exposiciones en las que destacaba a Karl Barth y a los hermanos Reinhold y Richard Niebuhr. De este último citaba muchas veces su notable obra The Kingdom of God in America que analizo en el libro Reino, política y misión (Ediciones Puma, Lima, 2011). Pero en aquella primera etapa de estudios teológicos las referencias a Barth no pasaban de ser simplemente eso: referencias. No hubo estudios y ni siquiera lectura de sus textos. Posteriormente, en el Seminario Teológico Centroamericano, estudié formalmente la obra de Barth, casi exclusivamente en las clases del Dr. Emilio Antonio Núñez, con quien tenía el privilegio de platicar fuera de las aulas sobre los teólogos europeos, americanos y, sobre todo, latinoamericanos. Habiendo culminado mi carrera de bachillerato en teología en el Seminario Evangélico Presbiteriano de Guatemala y de profesorado en el Seteca, regresé a la Argentina. Tuve el privilegio de continuar estudios en el Seminario Internacional Teológico Bautista de Buenos Aires, y allí se produjo un kairós en mi estudio de la teología contemporánea, ya que los cursos del doctor Guillermo Stancil me permitieron profundizar en teólogos como Paul Tillich, Emil Brunner y, sobre todo, Karl Barth.
En los años 1990 alcancé cierta decantación de mis estudios barthianos al profundizar la lectura de la Church Dogmatics, Bosquejo de dogmática, La oración, Introducción a la teología evangélica, La predicación del Evangelio y The Epistle to the Romans que, a la sazón, todavía no estaba traducida ni al castellano ni al portugués. En esa década, cuando ejercí el rectorado del Instituto Teológico Bahía Blanca de la Unión Evangélica de la Argentina, invité al pastor David Baret, de la Iglesia Valdense de esa ciudad. Baret nació cerca de La Paz, norte de Entre Ríos, estudió en la antigua Facultad de Teología Metodista –posteriormente ISEDET e Instituto Universitario ISEDET– período en que fue influido por la teología de Barth. También realizó estudios en el Instituto Ecuménico Bossey de Suiza.3 El pastor Baret era un “barthiano de ley” que gentilmente accedió a mi invitación para dar una charla sobre Barth y las Tesis de Barmen en el Instituto de referencia. Fue un fértil y ameno diálogo que se extendió a otras oportunidades. Fue él quien comentó que, en la redacción de esas Tesis, Barth disfrutaba de un café brasileño mientras redactaba el texto.
He publicado varios artículos sobre la teología de Barth, entre otros: “La importancia del comentario de Karl Barth a la Carta a los Romanos”, “Carácter dialéctico de la justicia y praxis sociopolítica en Karl Barth” y “El círculo hermenéutico en las teologías de Juan Calvino y Karl Barth”, todos incluidos en el libro Reino, política y misión.4 Más recientemente, publiqué el ensayo “El comentario de Karl Barth a la Carta a los Romanos como un modelo preliminar de hermenéutica de texto”.5 He dictado el curso de teología contemporánea en el Instituto Bíblico Bahía Blanca, el Instituto Bíblico Buenos Aires, el Seminario Internacional Teológico Bautista (una vez) y en el Instituto Teológico Fiet. Las clases sobre Karl Barth siempre suscitaron mucho interés de parte de los estudiantes y en todos los casos he sido enriquecido con sus discusiones y aportes.
Datos sobre el origen de los textos: el capítulo 1, titulado: “Karl Barth: de la crisis a la teología de la Palabra” ha sido escrito para la presente obra con la intención de ofrecer una semblanza del teólogo suizo, destacando sus orígenes en una familia reformada, su vocación para dedicarse a la teología, sus estudios en Alemania y los cambios que se produjeron en él a su regreso a Suiza. También expongo lo que Barth entendía por “teología”: una “ciencia extraña” pero a su vez, hermosa como ciencia humana. Finalmente reflexiono sobre los modos en que se ha denominado a la teología barthiana y su importancia como “teología de la Palabra”.
En el capítulo 2 nos preguntamos si a Karl Barth se lo puede considerar como un teólogo existencialista. La pregunta surge al tomar conocimiento de un diálogo que se suscitó entre Barth y Emilio Castro cuando éste estudiaba con Barth en Basilea. En un momento, el teólogo uruguayo comentó a Barth que cierto filósofo argentino había publicado un libro en el cual lo incluía a él como un pensador existencialista y que, en su presentación, el filósofo decía que Barth no había escrito nada acerca del destino de los animales. A lo cual Barth le respondió que seguramente no habrá leído toda su Dogmática, porque en ella hay referencias puntuales al destino de los animales. Mi investigación me condujo a buscar ese libro hasta dar con él. Se trata de la obra de Vicente Fatone: La existencia humana y sus filósofos6, en la cual el filósofo y místico argentino interpreta a Barth junto a pensadores de la talla de Heidegger, Jaspers, Berdiaev y Sartre, entre otros. Grande fue mi sorpresa cuando advertí que en el capítulo que Fatone consagra a Barth pone de manifiesto haber recorrido toda su obra, lo cual me condujo a elaborar ese capítulo donde planteo si es posible definir a Barth como un teólogo existencialista y, en todo caso, a qué tipo de existencialismo se lo podría asociar.
El capítulo 3, referido a la contradicción entre revelación y religión según Karl Barth, es el primer texto que escribí,