Karl Barth en América Latina. Alberto F. Roldán
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7 Karl Barth, Eberhard Busch, editor, Karl Barth in conversation, volume 1, 1959-1962, Westminster John Knox Press, Louisville, 2017.
8 Cf. Reino, política y misión, Ediciones Puma, 2011, pp. 117-123.
9 Sergio Givone, Historia de la nada, 2da. Edición, trad. Alejo González y Demian Orosz, Laura Hidalgo editora, Buenos Aires, 2009, pp. 7ss.
10 Tzvetan Todorov, Los géneros del discurso, trad. Víctor Goldstein, Waldhuter, Buenos Aires, 2012, p. 58
Capítulo 1
Karl Barth: de la crisis a la teología de la palabra
Ser o llegar a ser teólogo, en el sentido más estricto o más amplio de la palabra, es algo que “no ocurre” (no se da), sino precisamente a la luz del asombro radical y fundamental que es lo único que lo puede provocar. Es una manifestación concretísima de la gracia.1
Karl Barth
¿Por qué es importante estudiar a Karl Barth? ¿En qué consiste su aporte decisivo a la teología cristiana del siglo 20? Estas son las preguntas que guían nuestra búsqueda. Como bien dijera Karl Adam en imagen rotunda: el comentario de Karl Barth a la carta a los Romanos fue una bomba de tiempo que cayó en el terreno de los teólogos. A cien años de la publicación de ese comentario, corresponde preguntarnos por qué constituyó un giro copernicano de la teología cristiana. Se podría decir que la teología cristiana en el siglo 20 se divide en “antes de Barth” y “después de Barth” ya que esa disciplina que, para Barth es “ciencia”, no queda indemne luego de su monumental obra. Solo con mencionar su Kirchliche Dogmatik que consta de 9.000 páginas nos daremos cuenta de la dimensión de su trabajo teológico al punto de que su obra lo constituye como un Tomás de Aquino protestante. ¿Quién fue Barth? ¿Dónde se formó? ¿Cuáles fueron sus maestros? Y, finalmente, ¿por qué podemos afirmar que su teología es una teología de la Palabra?
Ámbito familiar de Karl Barth
Karl Barth nació en Basilea, Suiza, el 10 de mayo de 1886, dentro de una familia protestante, más específicamente, reformada. Su padre –Fritz Barth– era pastor de la Iglesia Reformada Suiza y profesor de la escuela de predicadores en Basilea. El ámbito de su familia estaba impregnado del pietismo al punto que, según comenta Mark Galli2, Fritz creía en cuatro rasgos positivos: a. La prioridad de la vida sobre la doctrina; b. La necesidad de un nacimiento espiritual; c. La íntima conexión entre fe salvífica y su consecuencia en la vida de fe y d. El énfasis en el venidero Reino de Dios.
Sobre su personalidad de Karl, David I. Mueller dice que “fue marcado por un intelecto inusual, una gran capacidad de trabajo, seriedad de propósito, espíritu democrático, un aprecio por las artes –especialmente la música– y finalmente, por gestos que suscitaban un sentido del humor”.3 Respecto a la música, su autor preferido era Mozart, en tal medida que dice en un libro consagrado a este músico: “Tal vez los ángeles, cuando desean entonar loores a Dios, ejecuten la música de Bach, pero tengo mis dudas; de una cosa, sin embargo, tengo certeza: en sus momentos de esparcimiento, ciertamente tocan a Mozart, y entonces hasta el Señor se complace en oírlos”.4
El ámbito en que se formó teológicamente fue el de la teología reformada o calvinista. Más allá de las críticas que a veces formula al reformador francés, admiraba a Juan Calvino al punto que en una ocasión tuvo que suspender su clase de teología por haberse quedado toda la noche leyendo a Calvino cuya teología, dice, es una catarata, algo chinesco, algo caído del Himalaya y del cual le era imposible sustraerse.5
Años de formación y estudios en Alemania
A los dieciséis años Karl Barth es confirmado dentro de la Iglesia Reformada, mostrándose como un gran conocedor de las confesiones de la Iglesia. Simultáneamente decide hacerse teólogo. “Durante su temprana educación, Barth estaba interesado en la historia y el drama, mientras las matemáticas y las ciencias le producían poca atracción.”6 En sus años de formación, Barth estudió algunos semestres en la Universidad de Berna y otro semestre en la Universidad de Berlín, que se había tornado en un bastión del liberalismo y el lugar donde enseñó nada más y nada menos que el padre de la teología moderna: Friedrich Schleiermacher. En Berlín, Barth aprovechó las clases que impartía Adolf von Harnack sobre historia de la Iglesia. En forma gráfica, Galli sentencia: “Si Barth fue bautizado en la teología liberal en Berlín, fue confirmado en ella en Marburgo”.7 Ni Harnack ni Schlatter –erudito en Nuevo Testamento– le causaron el impacto que sí le produjo el profesor Wilhelm Hermann. Dice Mueller: “El deseo de Barth de estudiar con Hermann en Marburgo fue concretado en el otoño de 1908. Pasó tres semestres escuchando a Hermann, de quien después se refirió como ‘el teólogo de mis años de estudiante’”.8 Los años 1909 a 1922 constituyen lo que Mueller denomina “La transición hacia la teología dialéctica”. Habiendo culminado sus exámenes de ordenación, comenta Muller, Barth no se sentía todavía preparado para asumir el ministerio pastoral. Y agrega: “Esto, debido en parte, al repetido énfasis de Hermann de que toda verdadera predicación debe crecer desde la experiencia del predicador”.9
De vuelta a Suiza: el comentario a Romanos
Los primeros años de su regreso a Suiza provocan su ruptura con la teología liberal. Se hace amigo de colegas como Eduard Thurnesysen y Johann Christoph Blumhardt, con quienes se involucra en las cuestiones sociales y políticas, concretamente en “un movimiento suizo religioso-socialista”.10
Pero el gran cambio o “su conversión” al mensaje del Evangelio se produce en su ensayo “The Strange New World Within the Bible” que data de 1916. Como ya hemos comentado en otra obra11 Barth explora lo que hay dentro de la Biblia y entiende que “dentro de la Biblia hay un extraño, nuevo mundo, el mundo de Dios. Esta respuesta que tuvo el primer mártir Esteban, cuando dijo: Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios”.12 Ese descubrimiento le conduce casi inmediatamente a su comentario a la carta a los Romanos.
Como resultado de sus exposiciones sobre Romanos en la Iglesia, Barth fue elaborando su comentario, que finalizó en 1918. El problema fue, como señala Mueller,13 que no encontraba editor alguno que quisiera publicar ese comentario. Finalmente dio con un editor en Berna en 1919 que se animó a publicar 1.000 copias del libro, el famoso Der Römerbrief. En otros textos nos hemos abocado a profundizar tanto en el contexto como en el mensaje de este comentario de Barth sobre Romanos. Aquí solo queremos puntualizar dos aspectos: el primero es el método que utiliza Barth para exponer la carta paulina y, en segundo lugar, la hermenéutica que privilegia. En cuanto a lo primero, como ya hemos expresado en otro trabajo:
La exposición que Barth hace de la Carta a los Romanos implica un método que podemos denominar dialéctico-crítico-paradójico. Barth no pretende hacer el comentario definitivo a la obra sino que, como bien señala en el prólogo a la primera edición, “su aportación no quiere ser más que un trabajo preliminar que pide a gritos la colaboración de otros”. 14
Y en cuanto a la hermenéutica que Barth privilegia es, deliberadamente una hermenéutica de texto, tan ponderada hoy por pensadores como Paul Ricoeur. No faltaron críticas al trabajo exegético de Barth por parte de teólogos que privilegiaban exclusivamente el método histórico-crítico. Barth no desconoce su importancia, pero les responde que su interés no es saber lo que Pablo quiso decir a la