Karl Barth en América Latina. Alberto F. Roldán
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En resumen: es una hermenéutica que, aunque toma como punto de partida el método histórico-crítico, no se queda allí, sino que ejercita una dialéctica entre la comprensión y la explicación y se constituye en una dialéctica circular en el ser-ahí (Dasein) de tan rico y profundo desarrollo en la filosofía de Heidegger. Para Barth, el texto es autónomo por sí mismo de las intenciones del propio autor: San Pablo. Por eso nos obliga a redescubrir su mensaje para el ser humano del siglo 20. Y no solo eso:
Todavía más llamativo es el hecho de que Barth refleja una hermenéutica del texto, expuesta con mayor sistematicidad tanto por Gadamer como por Ricoeur. Y, en el plano estrictamente bíblico, utilizando las categorías de Croatto, se trata de una búsqueda del “delante” del texto, o sea, lo que él nos quiere comunicar más allá de las intenciones del autor, en ese caso San Pablo.16
La Dogmática de la Iglesia
En 1927 Barth publica su Bosquejo de dogmática y en 1931 su análisis del principio de San Anselmo: Fides quarens intelllectum (La fe que busca comprensión = creo para comprender) pero es en los años 1932 a 1968 que desarrolla su obra magna: Die Kirchliche Dogmatik. Gómez-Heras define adecuadamente el sentido del título de la obra: “Dogmática eclesial no es otra cosa que exposición de la palabra de Dios en función de la predicación de la Iglesia”.17 La obra solo está traducida al inglés y al francés, desde el original alemán, y consta de cinco volúmenes que a su vez se desglosan en varios tomos, a saber:
La doctrina de la Palabra de Dios (dos tomos)
La doctrina de Dios (dos tomos)
La doctrina de la creación (cuatro tomos)
La doctrina de la reconciliación (cuatro tomos)
Índice (con ayudas para el predicador)
Georges Casalis, en su hermosa biografía Retrato de Karl Barth, describe elocuentemente cómo ha de quedar quien se someta al esfuerzo de leer cuidadosamente esta obra majestuosa:
Maravillado, deslumbrado, colmado, ya no puede abandonar estos gruesos volúmenes de arquitectura rigurosa bajo la abundancia de los detalles y de los paréntesis; se arraiga en este pensamiento y lo habita, suscitando por lo demás no una imitación servil, sino un eco rico en armónicos originales y en resaltos inesperados. Sin la menor duda, es una suma teológica, la suma del pensamiento evangélico en el mundo de hoy: los paralelos históricos son siempre peligrosos y nos faltaría la suficiente perspectiva, pero para quien ahora aborda la Dogmática, Barth ocupa un lugar en la raza de los más grandes doctores de la Iglesia: Agustín, Tomás de Aquino, Lutero, Calvino…18
Es una obra monumental no solo por su extensión sino también por los varios modos en que Barth aborda los temas teológicos. No se reduce a exponerlos sistemáticamente, como en toda obra de esa naturaleza, sino que incluye exégesis profunda de los textos bíblicos. José Míguez Bonino ha sugerido más de una vez que, cuando leemos la Dogmática de Barth, debemos tomar muy en serio “la letra chica”, es decir, los espacios de letras más pequeñas a la que se utiliza en el texto general de la obra, porque allí está la mayor riqueza de la obra.
¿Qué es la teología para Barth?
En el primer volumen y primer tomo La doctrina de la palabra de Dios, Barth se explaya sobre el tema al cual se consagró toda su vida: la teología. Allí define lo que es la teología, cómo se hace y cuál es su finalidad. La primera tesis –porque justamente su obra se articula a partir de una tesis o afirmación que luego desarrolla– dice: “Como disciplina teológica, la dogmática es la propia examinación científica de la Iglesia cristiana respecto al contenido de su distintivo hablar de Dios”.19 Lo primero es que la dogmática es una disciplina que está dentro del amplio campo de la teología, la cual, como sabemos, se puede desarrollar como teología bíblica, teología histórica, teología pastoral, entre otras modalidades. Esta disciplina que llamamos dogmática la realiza la Iglesia cristiana como propia examinación científica, analizando el contenido de su especial y distinguible modo en que habla de Dios. Más adelante, Barth se refiere a la teología como investigación y como un acto de fe. Al ser una ciencia, la teología es investigación y presupone la posibilidad de que el ser humano pueda conocer a Dios. Pero a su vez, la teología también está vinculada a la fe, es un acto de fe. “La dogmática es parte de la obra humana del conocimiento. Pero esta parte de la obra humana del conocimiento se mantiene bajo una decisiva condición.”20 Esa condición, para Barth, es la fe. Ya que “la dogmática es una función de la Iglesia cristiana”21 y para ser Iglesia hay que responder al llamado de Cristo, “Actuar en la Iglesia es actuar en obediencia a ese llamado. Esta obediencia al llamado de Cristo es fe”.22
Por supuesto, el volumen citado no es el único en que Barth se refiere a la teología. Por eso, de esa primera aproximación al tema de la Dogmática, pasamos a su Introducción a la teología evangélica, el otro extremo cronológico, ya que reproduce las clases que el maestro expuso en Basilea en 1961 cuando ya estaba jubilado y le pidieron que enseñara un semestre más porque todavía no se había designado a su sucesor. En esta joya, que Barth denominaba “el canto del cisne”, vuelve al tema de la teología, su carácter científico, su relación con la Palabra, la comunidad, el Espíritu y la existencia teológica como asombro, conmoción, compromiso y fe. En la aclaración inicial dice:
La teología es una de aquellas empresas humanas tradicionalmente llamadas “ciencias” que buscan percibir un objeto o el ámbito de un objeto por el camino que éste señala como fenómeno, comprenderlo en su significado y enunciarlo en todo el alcance de su existencia. La palabra “teología” parece indicar que en ella, como en una ciencia especial (¡muy especial!), se trata de percibir a Dios, de comprenderlo y enunciarlo.23
Barth ubica a la teología dentro de esas “ciencias” humanas que definen un objeto de estudio a modo de recorte de la realidad para estudiarlo. Al escribir “ciencias” y “teología” entre comillas, está indicando un uso general y amplio del término, al punto de reconocer que en este caso se trata de una ciencia muy especial dado que intenta percibir a Dios, comprenderlo y enunciarlo, un Dios que nunca será objeto sino siempre un Sujeto supremo y soberano. Porque dado que hay muchos dioses, argumenta Barth, hay también muchas teologías en tanto son discursos sobre Dios. Para que no queden dudas, Barth denomina a su teología como “teología evangélica”. Debemos tener mucho cuidado cuando leemos esa nomenclatura ya que muchas veces remite desde el inconsciente colectivo a pensar en teología “de los evangélicos”. Barth dice sin ambages:
No toda teología “protestante” es teología evangélica. Hay teología evangélica también en el ámbito romano, así como la hay en el ámbito ortodoxo-oriental y en los ámbitos de las variaciones mucho más recientes, como hay también deformaciones en el empeño renovador de la Reforma. Con la palabra “evangélica” queremos describir objetivamente la continuidad “católica”, ecuménica (para no decir “conciliar”) y la unidad de toda aquella teología que busca, en medio de la variedad de todas las demás teologías (sin querer hacer un juicio de valores) y en contraposición con todas ellas, percibir, entender y enunciar al Dios del Evangelio, es decir al Dios que se revela en el Evangelio, que les habla a los hombres y actúa sobre ellos, por el camino que él mismo señala. Allí donde él llega a ser el contenido de la ciencia humana, siendo al mismo tiempo su origen y su norma, allí hay teología evangélica.24
Nadie puede adueñarse del evangelio como si fuera su propiedad privada. El Evangelio es de Dios y hay teología evangélica solo allí donde se