Karl Barth en América Latina. Alberto F. Roldán
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En otro texto Barth pondera a la teología como una de las ciencias más hermosas, pero a la vez, advierte sobre sus peligros. Dice:
Entre todas las ciencias, la teología es la más hermosa, la que toca más profundamente a la inteligencia y al corazón, la que se aproxima más a la realidad humana y ofrece las visiones más claras de la verdad que persigue toda ciencia, más cerca también de todo lo que quiere significar en el cuadro de la vida universitaria […] ¡Pobres teólogos y pobres épocas en la teología los que no se han dado cuenta de toda esta belleza! Pero entre todas las ciencias, la teología es también la más difícil y la más peligrosa; la que conduce rápidamente a la desesperación, cuando uno se inicia en ella o, lo que es casi peor, al orgullo; la que perdiéndose en acrobacias aéreas o calcinándose en abstracciones, puede transformarse en la cosa más horrible que exista: su propia caricatura.26
La teología es hermosa por tocar tanto la inteligencia como la emoción y por su capacidad para aproximarse a la realidad humana, pero el peligro radica en que puede conducir a la desesperación o al orgullo y transformarse así en una mera caricatura de su original. Se percibe también la nota de humor de Barth en la descripción de una teología que se pierde en “acrobacias aéreas” como si fuera un trapecista que solo se dedica a entretener a la gente.
En un reciente artículo, el teólogo checo Milan Opoĉenský, luego de citar ese párrafo donde Barth pondera a la teología por su belleza y su carácter científico, dice:
La teología dialéctica (de Barth y otros) trató de puntualizar que la teología tiene su justificación entre las ciencias solo si comienza con la revelación y con la realidad histórica de la iglesia, la cual es la reacción a la revelación. De otra manera, cualquier ciencia asumiría la responsabilidad de la reflexión teológica. Si hablamos acerca del carácter eclesial de la teología esto no significa que se quiera crear un espacio protegido en donde no tomaría lugar la confrontación con los resultados de otras ciencias. La teología no tiene como su tarea llevar a cabo la actividad proclamadora de la iglesia.27
Finalmente, para Barth la teología no es un fin en sí mismo; es más bien un servicio que presta a la Iglesia. Por eso Barth destaca el papel de la comunidad cristiana como el espacio donde se hace teología. Dice: “El lugar de la teología frente a la palabra de Dios y sus testigos no está situado en alguna parte del espacio vacío, sino muy concretamente en la comunidad”.28 Esta es definida por Barth como communio sanctorum y congregatio fidelium, es decir: comunión de los santos y congregación de los fieles. Su papel en el mundo es decisivo ya que:
Ella no habla solamente con palabras. Habla por el mero hecho de existir en el mundo, también su actitud específica hacia los problemas del mundo, y especialmente en su servicio mudo para con todos los postergados, débiles y necesitados. Finalmente habla al orar por el mundo.29
La teología entonces es una sierva de la Palabra de Dios. Sirve a la Iglesia sirviendo a la predicación de la Palabra. Apelando a la división de oficios que había introducido Calvino y donde el diácono ocupaba el cuarto y último lugar, después de los presbíteros gobernantes y los presbíteros maestros o pastores, Barth dice que con tal división Calvino no tenía la intención de hacer una rígida división de tareas, y agrega: “No obstante, habría que aconsejarle al doctor ecclesiae, al teólogo, a convertirse –como lo indica el Evangelio– rápidamente del primero en el último, un siervo de todos los demás, en su servidor y diácono”.30 Y todo ello, porque ser teólogo o teóloga no es para Barth algo que ocurre naturalmente, que surge de la nada, por pura inspiración o decisión, sino que, como dice de modo rotundo:
Ser o llegar a ser teólogo, en el sentido más estricto o más amplio de la palabra, es algo que “no ocurre” (no se da) sino precisamente a la luz del asombro radical y fundamental que es lo único que lo puede provocar. Es una manifestación concretísima de la gracia.31
Por último, reflexionemos sobre las nomenclaturas que ha recibido la teología de Barth y juzguemos cuál de ellas es la más representativa.
¿Cómo se denomina a la teología de Barth?
Hugh R. Mackintosh32 denomina su teología como teología de la crisis, teología dialéctica y teología de la palabra. Seguiremos esa orientación ampliando lo que cada una de ellas quiere expresar y enriqueciendo el planteo con otros textos.
a. Teología de la crisis
El término “crisis” hay que entenderlo en dos sentidos: como el punto culminante de una enfermedad y como cambio de dirección en el pensamiento, una especie de “giro”. Pero como bien dice Mackintosh, hay un tercer sentido mucho más profundo: “crisis” en tanto juicio de Dios.
Según esta teología, tanto el hombre como el mundo, la religión y la Iglesia están bajo el juicio y la exigencia de la Palabra de Dios, de la que el Nuevo Testamento afirma que es “penetrante hasta separar el alma del espíritu,” y también que “escudriña hasta los pensamientos del corazón”. Para comprender la Revelación, el hombre debe escucharla, sabedor de hallarse ante el juicio de Dios.33
No debemos olvidar el contexto histórico en que surge la teología de Barth: se comienza a gestar dentro del liberalismo europeo cuyo talante era el optimismo, pero luego se convierte en juicio con la tragedia de la Primera Guerra Mundial. Por otra parte, la religión y la Iglesia caen bajo el juicio de Dios. En su texto “La revelación como abolición de la religión” Barth reflexiona sobre el lugar desde el cual puede venir una crítica de la religión. Dice:
Solo puede haber una crítica decisiva de la Religión si se hace desde fuera del círculo mágico de la Religión. El punto de partida debe estar esencialmente fuera, esto es, debe estar fuera del hombre mismo, de las realidades y posibilidades del hombre. El juicio sobre la Religión solamente se puede hacer desde un lugar “completamente otro”. No desde la Religión y las posibilidades humanas. ¡Este juicio solo se puede hacer a partir de la fe!34
Dios enjuicia a la religión por su incredulidad, idolatría y autojustificación. Dentro de ese juicio cae también el cristianismo y la Iglesia, ya que fácilmente pueden tornarse en espacios de idolatría.35
b. Teología dialéctica
Como bien observa Gómez-Heras,36 bajo la nomenclatura de “teología dialéctica” se distinguen dos escuelas: la de Barth y sus discípulos; y la seguida por Gogarten, Bultmann y Tillich, entre otros. Mientras Barth propone una “dialéctica de la revelación”, la otra escuela intenta una “dialéctica de la existencia” inspirada en la filosofía de Heidegger. Ambas escuelas coinciden en su repulsa al liberalismo teológico y ensayan un retorno a la Reforma protestante, especialmente a Lutero y Calvino. Dicho esto, centremos nuestro análisis en Karl Barth. En su profundo análisis de su teología y, sobre todo, su método, dice Jacob Taubes: “Su trabajo agrega un nuevo capítulo a la historia del método dialéctico. El método y el programa de Barth son quizás el aporte más significativo a la conciencia general de nuestro tiempo; resulta necesario, por lo tanto, analizar su obra desde la filosofía”.37 En ese análisis Taubes descubre que, para Barth, solo es posible la teología como diálogo, como discurso humano de pregunta y respuesta sobre Dios.
Solo en este encuentro entre pregunta y respuesta se realiza el carácter tético-antitético de la teología. La teología es “pensamiento dialéctico”.