Democracia envenenada. Bernhard Mohr

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Democracia envenenada - Bernhard Mohr

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poca la comunicación con mis viejos compañeros de trabajo. Perdí el contacto con la mayoría de ellos, aunque Facebook por lo menos nos brindó la posibilidad de una comunicación esporádica.

      Luego, en el invierno de 2014, pasó algo que conmocionó a todos aquellos que teníamos una conexión emocional con Rusia y que estremecería a toda Europa. Todo empezó con la salida de miles de jóvenes a la plaza Maidán, en el centro de Kiev, capital de Ucrania. Ellos estaban indignados porque el presidente Víktor Yanukóvich se negaba a firmar el acuerdo de asociación con la Unión Europea, además, estaban cansados de la flagrante corrupción que regía el país; estaban decepcionados de que Ucrania fuera el único país postsoviético que no presentaba crecimiento económico desde la caída de la Unión Soviética. Los ánimos se caldearon rápidamente. Del 18 al 21 de febrero fallecieron cientos de manifestantes en las calles de Kiev. Muchos recibieron disparos de las fuerzas públicas enviadas por la presidencia. Cuando parte de las fuerzas de seguridad y los militares se unieron a los manifestantes, Yanukóvich se asiló en Rusia. El parlamento de la Rada Suprema eligió a Aleksandr Turchínov como presidente interino y anunció nuevas elecciones.

      El 27 de febrero las fuerzas especiales rusas ocuparon la península de Crimea, al sur de Ucrania, con la excusa de que las autoridades locales les habían pedido ayuda. Desde que la Unión Soviética se derrumbó, Rusia mantuvo su presencia militar en la península a través de la base naval de Sebastopol, la sede principal de la flota rusa en el mar Negro.

      El 16 de marzo se organizó un referendo carente de observadores internacionales, en el que el 96% de la población de Crimea, de acuerdo con los resultados oficiales, votó por el «Sí» a favor de la unión con Rusia. Dos días más tarde se aprobó en la cámara alta de la Asamblea Federal rusa que Crimea y Sebastopol serían parte de Rusia; al mismo tiempo, la mayoría de miembros de las Naciones Unidas votó por una resolución con la que se rechazaba el referendo y apoyó la integridad territorial de Ucrania.

      En abril, la situación se agravó en la cuenca del Donbás. Se suscitó un conflicto armado entre separatistas prorrusos y soldados ucranianos. Aunque Rusia rechazó las acusaciones de injerencia, la inteligencia extranjera y los periodistas locales descubrieron que los separatistas recibían apoyo desde el lado ruso de la frontera. Como respuesta a la agresión rusa, la Unión Europea adoptó sanciones económicas, las cuales fueron respaldadas por Noruega. Varios miembros de la elite política y económica de Rusia, muchos de ellos amigos cercanos y colaboradores de Putin, fueron declarados personas no gratas en la Unión Europea y en los Estados Unidos.

      ¿Qué era lo que estaba sucediendo? Fue impactante descubrir cómo estas personas que hace diez años vivían admirando las manifestaciones contra el poder, ahora competían alabando las maniobras de Putin en Ucrania, las cuales implicaban claras violaciones de los derechos humanos. ¿Qué había pasado con la filosofía de vida de aquellos que hacía diez años estaban felices de trabajar en una empresa occidental basada en valores democráticos y liberales? Hace diez años estábamos de acuerdo con estos valores. La gente que en su tiempo había entregado el alma para que los lectores de Moj rajon conocieran la verdad, ahora repetía mentiras construidas por la maquinaria de propaganda rusa.

      Decidí organizar una visita a la Feria Internacional del Libro de Moscú y una cena con Olga para hacerle unas cuantas preguntas. No obstante, cuando nos encontramos, sentí que las palabras de la mujer sentada frente a mí parecían un eco de los contenidos que nuestros excolegas habían compartido en Facebook. Durante la última media hora, ella y Serguéi expusieron cosas que consideré como carentes de argumentos y veracidad, similares a las transmitidas en el Primer Canal, una cadena de televisión estatal a la que nos oponíamos y criticábamos diez años atrás cuando éramos compañeros de trabajo.

      Hice un intento para que Olga y Serguéi razonaran. Les hablé de las leyes que Vladimir Putin había promulgado desde que llegó nuevamente al poder en el año 2012, leyes que de plano restringían la libertad de expresión, de reunión y el derecho a la protesta. ¿Acaso no les preocupaba el rumbo de los acontecimientos políticos? ¿Eran incapaces de ver que Putin encaminaba a Rusia hacia una dirección que en muchos aspectos se asemejaba a la Unión Soviética?

      «El manejo del Kremlin puede no ser el ideal, pero es mejor que haya un régimen político fuerte a que haya en su lugar un movimiento revolucionario que acabe con todo. Porque entonces regresaríamos a los años noventa», dijo Olga.

      ¡Los años noventa!, ¡la década de los noventa!, ¡los noventa! ¿Por qué ellos, de repente, se habían quedado en los años noventa? Los años noventa también eran los años noventa en 2006, cuando Olga trabajó por una Rusia más abierta y liberal. Los recuerdos del periodo crítico de Yeltsin quizá fueron más temibles entonces que ahora. ¿Y por qué Olga y Serguéi estaban totalmente convencidos de que los años noventa volverían a aparecer automáticamente si Putin soltaba un poco la presión y les abría el paso a otros partidos y medios de comunicación liberales? Para que pensaran así, seguramente había una suerte de influencia o mecanismos políticos que les hizo cambiar la manera como los rusos de clase media percibían su país y el mundo.

      «Deberías darte una vuelta y hablar con varios de nuestros viejos colegas. Yo estoy completamente segura de que son muchos los que opinan lo mismo que Serguéi y yo. Ustedes en Occidente nunca han entendido lo que es lo importante para nosotros».

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      1 Organización noruega que vela por la protección medioambiental. En Rusia se dedica a vigilar el uso de la tecnología nuclear (N. del T.).

      2 Konstantín Stanislavski fue un director de teatro ruso que proponía al actor trabajar sobre sus propias emociones.

      3 Sede del parlamento ruso en la época socialista y destruida por orden de Yeltsin el 4 de octubre de 1993.

      4 La Fundación Tinius controla el 26% de las acciones del grupo de medios Schibsted y, por ende, es su mayor accionista.

      5 vg es un periódico de Noruega (N. del T.).

      6 Grupo noruego famoso en el mundo en los años ochenta.

      La red en Nevá

      (Putin)

      Mi hombre se metió en algo,

      resultó en una pelea, resultó en algo feo

      y

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